Solemos vivir, como espectadores curados de espanto, una suerte de prejuzgamiento frente a una propuesta, aunque suele suceder que cuando estos preconceptos son negativos podemos llevarnos una sorpresa. Esto de: “entré a ver un bodrio y al final no era tan mala”
Nada podía hacer suponer que Hollywood iba a reiniciar un personaje como el Juez Dredd. Fíjese que Estados Unidos ni siquiera está en tiempos de gobierno republicano como para hacer propaganda de mano dura y sin embargo, aquí está… Otra vez.
Después de aquella payasesca versión con Sylvester Stallone de 1994, en la que también aparecía una veterana Diane Lane, los proyectos de secuela quedaron enterrados hasta nuevo aviso. Se intentaba hacer una aventura de plástico con un personaje oscuro y lleno de indiferencia. Así salió. Hasta había una especie de robot villano, más cerca del “Hombre de ojalata” que de “Terminator” (1984). En fin. Hecha la presentación, dejaremos en claro por qué fallaba la vieja versión y por qué “Dredd 3D” funciona muy bien.
Efectivamente, Megacity 1 (la unión post apocalíptica entre Washington y Boston) está signada por el caos, la violencia y un latente estado de anarquía. En uno de los altos edificios, donde se erigen verdaderas comunidades de clase baja, vive Ma-Ma (Lena Headey, que compone a una gran villana), una incipiente reina de la droga con un producto nuevo que llega a reducir a casi cero la percepción del tiempo real. Un segundo que parece un minuto bajo los efectos de la droga, mediante un clima bien logrado con una cámara que registra todo a la velocidad del caracol. Todo en el marco de una tremenda inseguridad que en esta película no es “una sensación”, sino pregúntele a todas las víctimas de la primera persecución, al comienzo.
Es tanto el delito reinante indujo al gobierno a cortar por lo enfermo darle “super poderes” a los oficiales de la ley, con lo que se ahorraron miles de horas en tribunales y toneladas de papel burocrático. La policía del futuro persigue, arresta, pregunta (poco, pero pregunta), juzga, sentencia y ejecuta. Sobre todo si la sentencia es un balazo en el cráneo. Obviamente Dredd (Karl Urban) es el juez más efectivo de la fuerza y debe ir en busca de Ma-Ma, atrincherada en el gran edificio.
Empecemos por una de las varias virtudes de “Dredd 3D”. La velocidad y claridad con la que se sitúa al espectador en lugar, tiempo y circunstancia a través de la propia voz en off del protagonista refuerza el impacto posterior de ubicar la acción en uno de esos tantos edificios de 200 pisos. El director va achicando el universo en los primeros segundos. Planeta destruido, país, ciudad, barrio, edificio. Y este a su vez se convierte en claustro pues la villana lo aísla accionando un mecanismo antidevastación nuclear.
Excepto por los adelantos tecnológicos utilizados, la producción juega a ubicarse conceptualmente entre el John Carpenter de “Asalto al precinto 13” (1979) y la obra del gran Walter Hill, en especial “Calles de fuego” (1980) y”The Warriors” (1979), otrora consideradas como su propia Iliada y Odisea, dado el argumento de ambas
Como sea, es evidente que Pete Travis las vio varias veces. Es cierto que a excepción de escenas con una alta dosis de violencia gráfica (desollando a tres o cuatro por ejemplo), el realizador no impone un sello propio en la forma narrativa; pero también es verdad que este guión no le pedía originalidad a gritos. Mucho sonido potenciado, muchas balas y armas curiosas para una producción que apunta claramente a entretener a los grandes.