“Drive”: un modelo de policial negro
Este extraordinario ejemplo de cine negro moderno tiene como protagonista a un tipo del que poco se sabe, salvo que maneja. Ryan Gosling personifica a este héroe sin nombre (nunca se lo menciona a lo largo del film), y que cuando el inversionista del auto de carreras que va a conducir quiere estrechar su mano, él se niega explicando que está sucio. «Yo también», replica el hombre poderoso (Albert Brooks) y el apretón de manos se consuma sellando un destino fatídico que está anunciado desde las oscuras primeras imágenes de «Drive».
Gosling no sólo conduce autos de carrera. En realidad, trabaja como «stunt driver» de películas de acción, y sobre todo es el que maneja autos para delincuentes que planean robos confiando en su pericia para el escape de la policía. El conductor tiene una serie de reglas, por ejemplo no involucrarse en absoluto en los detalles del golpe, no tener una ruta de fuga preestablecida y sólo estar a las órdenes de los delincuentes esos cinco minutos en los que los saca del apuro, nada más.
Además, el protagonista habla muy poco y piensa bastante cada vez que habla con monosílabos. Es un personaje solitario e introvertido, y seguiría solo si no fuera porque encuentra a una vecina sola con su hijo. Evidentemente hay una atracción mutua, que da lugar a una rara escena de amor abstracto motorizado haciendo piruetas a toda velocidad en los desagües de Los Angeles. Lamentablemente, el marido de la vecina sale de la cárcel y es acosado por los hampones que le dieron seguridad en la prisión para que les devuelva el favor cometiendo un robo menor. El conductor decide ayudarlo, pero el robo es una trampa -que además de dar lugar a una antológica escena de persecución, desencadena una terrible serie de hechos violentos donde casi nadie sobrevive.
«Drive» es un policial negro con algo de los clásicos héroes solitarios de las road movies de los 70, como «Carrera contra el destino» (Vanishing Point) o «Carrera sin fin» (Two Lane Blacktop), pero con más clima que escenas de autos a toda marcha. En cambio, con la música electrónica de Cliff Martinez (habitual colaborador de Steven Soderbergh) y una original ilustración musical que emplea temas tecno pop para dar clima a varias escenas, la película también tiene algo del cine de los años 80 al estilo de «American Gigolo» de Paul Schrader. La estética, el guión y las actuaciones son de primer nivel (los villanos Albert Brooks y Ron Perlman no tienen desperdicio), pero sobre todo es un triunfo del director holandés Nicolas Winding Refn, el de la saga de policiales de «Pusher», que aquí aparece en Los Angeles logrando una pequeña obra maestra que recuerda un poco a grandes directores del film noir clase B como Edgar Ulmer o el Richard Fleischer de los comienzos, y hace pensar en qué estarían filmando esos y otros maestros si trabajaran con los elementos técnicos del siglo XXI.