Drive

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

Kiss Kiss Bang Bang

Era cuestión de tiempo. A alguien se le tenía que ocurrir crear una película de acción “arty” para beneplácito de esos individuos que ningunean el género criticando desde una nube de pedantería (por no decir otra cosa, Uds. me entienden). Pues bien amigos y vecinos, Drive: Acción a Máxima Velocidad es ese título destinado a hacer ruido entre críticos y cinéfilos varios. Resulta llamativa tanta alabanza para un filme considerablemente ascético, caprichoso y al fin y al cabo discutible. Ascético porque su protagonista lo es y la historia se nutre de su personalidad para desarrollarse; caprichoso porque los giros argumentales y varias instancias claves del relato lo son (por no mencionar un par de coincidencias que dan como para levantarse de la butaca y volar para la salida en señal de protesta); y finalmente discutible porque la tan anunciada acción está destilada en cuentagotas y el nivel de violencia resulta tan extemporánea que directamente no se entiende a qué obedece. La “violencia seca” de la que se jactan algunos como si se tratara de un rasgo estilístico asombroso es, a mi modo de ver, sólo violencia per se, puesta allí como emoción gratuita para quien quiera dejarse llevar. Drive no cuenta nada nuevo aunque el material en manos del danés Nicolas Winding Refn subvierte algunas características del género a piacere y habrá que buscar por ese lado las posibles bondades del producto. Si habría que describirlo en una frase diría que es un thriller de acción apto para el consumo de aquellos que no disfrutan este tipo de historias. Un filme snob, bah…

Ryan Gosling interpreta a un parco e inexpresivo joven que trabaja en un taller mecánico (incursionando de tanto en tanto en la industria del cine como doble de riesgo) y en su tiempo libre oficia de conductor especialista en fugas para cualquier delincuente que pueda contratarlo. Como el Frank Martin de Jason Statham en El Transportador, un pariente fílmico que anda por ahí, el muchacho cuenta con un par de reglas monolíticas de las que no se aparta nunca. Nada insólito, sólo lo necesario para sobrevivir en un submundo peligroso que no perdona los errores. Lamentablemente para él su platónica vinculación afectiva con una joven madre (Carey Mulligan) redundará en una guerra previsible con los mafiosos encarnados por Albert Brooks y Ron “Hellboy” Perlman. El guión del prestigiosísimo autor iraní Hossein Amini si bien está basado en una novela de James Sallis parece homenajear bordeando el plagio a The Driver (Walter Hill, 1978), otro thriller neo noir desparejo. Y claramente han tomado la fábula del escorpión y la rana para contextualizar las acciones de los personajes. La chaqueta del conductor con un enorme escorpión en la espalda no es casualidad…

La adaptación de Amini es extrañamente elemental. Parece un escritor sobrecalificado para un trabajo como este. Por su parte el realizador Nicolas Winding Refn apunta toda su atención a la creación de climas mediante largos silencios y miradas elocuentes que reemplazan a las palabras (los diálogos son muy escasos en toda la película). Esto estaría bárbaro… ¡pero no en un film que vende acción ya desde el título! La profundidad psicológica no existe, o al menos no pude apreciarla, por más que la cámara siga obsesivamente a Ryan Gosling hasta cuando va al baño. Y aquí está el meollo del asunto: Drive es todo estética y se vende desde su elegante puesta en escena, su magnífica fotografía y una musicalización “cool” perspicazmente mezclada. La edición es un tómalo o déjalo absoluto: una primera mitad llena de tiempos muertos que acompañan al protagonista mientras se establece la muy anormal relación amorosa con su vecina, luego la situación desencadenante que llega demasiado tarde (¡a los 45 minutos!) y por fin una segunda mitad donde las cosas se ponen en movimiento con un frenesí inesperado. Tan inesperado como la violencia contenida en un personaje que deviene en un psicópata en extremo perturbador.

El director de Pusher, que reemplazó a Neil Marshall apadrinado por el mismo Ryan Gosling, tomó un guión chato como pocos y con su estilo avant-garde entregó este cuento de hadas macabro, desangelado y visualmente atractivo que algunos entusiastas se han apresurado en calificar de obra maestra. Pero no nos engañemos: el público que recibió con honores un título tuerca mucho más honesto como Rápidos y furiosos 5 difícilmente se enganche con esta propuesta mal titulada por la distribuidora local.