El Festival de Cannes de mayo 2011 quedará en la historia como uno de los eventos de mayor jerarquía artística de los últimos años. Su selección oficial incluyó a “El artista”, la reciente ganadora del Oscar, así como varios títulos significativos tales como “El árbol de la vida”, “La piel que habito”, Habemus Papa”, “El chico de la bicicleta” y “El puerto” (“Le Havre”).
El último día de la competición (viernes 20 de mayo), cuando ya parecía que se “había puesto toda la carne en el asador”, el Festival nos reservó una sorpresa que ahora nuestro público local podrá “saborear”.
Se trata de “Drive” la octava película del danés Nicolas Winding Refn, menos conocido que su compatriota Lars von Trier quien también estuvo en ese mismo festival con “Melancolía” y sus torpes declaraciones durante la conferencia de prensa en Cannes.
El día de la premiación von Trier no pudo asistir, pese a ganar el premio a la mejor actriz. En cambio, Refn sí pudo hacerlo llevándose un merecido reconocimiento como mejor director.
“Drive” no es más que, lo que la jerga cinematográfica suele denominar, una película de género. Así dicho puede parecer peyorativo pero en realidad no es esa la intención de dicha caracterización. Se trata de un logrado film “negro” o policial, donde impera la violencia a lo largo de buena parte de su metraje.
Su personaje central y omnipresente (la película bien podría haberse titulado “driver”) es un joven que se gana la vida manejando autos en más de una vertiente. Por un lado como “stunt” en filmaciones y por el otro aceptando trabajos que lo tienen como conductor acompañando a delincuentes que precisan de una escapatoria automovilística. Esto queda claro desde la vertiginosa escena inicial, justo antes de la presentación de los títulos. Este personaje, que tan bien interpreta Ryan Gosling (“Crimen perfecto”, “Secretos de estado”), trabaja además en un taller mecánico, propiedad de un “perdedor” (Bryan Cranston) con diversos contactos con la mafia de Los Ángeles.
Los encuentros con Irene, una camarera y vecina de departamento, cuyo marido está por salir de prisión producirán un vuelco en la trama sin que se pierda credibilidad alguna. Mérito en gran parte de la sobria actuación de la inglesa Carey Mulligan (“Enseñanza de vida”, “Nunca me abandones”, la inminente “Shame”). La difícil relación amistosa con el marido (de alguna manera rival) de Irene contrasta con la ternura que el “driver” prodiga al hijo de la pareja.
En la segunda mitad estallará la violencia con escenas de fuerte impacto como la que transcurre dentro de un ascensor, notablemente resuelta pese a lo reducido del espacio. Otra ocurrirá en un prostíbulo y vale la advertencia de que ciertas situaciones sangrientas, pero nunca gratuitas, pueden afectar a algún espectador sensible.
Hay buenos actores secundarios como Albert Brooks y Ron Perlman, con personajes de discutible ética y con inevitables enfrentamientos con nuestro “héroe”. La estridente música es otro elemento a favor, acompañando muy bien a una cámara inquieta y a una fotografía donde descuellan las escenas nocturnas.
Hubiese merecido alguna nominación más al Oscar que la única otorgada por la Academia a la edición de sonido, categoría que por otra parte no ganó.
Publicado en Leedor el 1-03-2012