Drive

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Clásicos modernos

Combinando lo retro con el post modernismo, tanto a niveles estéticos como narrativos, Nicolas Winding Refn logra con Drive (2011) una de las mejores películas que se han visto en los últimos tiempos. Siguiendo la línea de Quentin Tarantino, David Lynch o Martin Scorsese presenta una historia de violencia desde una óptica autoral.

Driver (Ryan Gosling) es un doble de riesgo especializado en conducir a alta velocidad. Su vida transcurre entre la indiferencia y la apatía por todo lo que lo rodea. Un día se encuentra con una vecina (y su hijo) del condominio del que habita. Ambos entablarán una relación bastante ambigua hasta que repentinamente aparecerá en escena el marido de ella, que se encontraba preso por un robo. En conclusión, y para no ahondar en demasiados detalles, al marido lo matan y Driver se verá involucrado de manera directa en el hecho. Es a partir de esa situación que éste apático y reservado hombre mutará en una especie de asesino compulsivo con sed de venganza y un poco de amor.

Nicolas Winding Refn, quien ya había demostrado su línea autoral en la trilogía de Pusher y en la recientemente editada en DVD Bronson (2008), construye una historia con claras influencias al cine de finales de los años 70 y 80. Drive es una sucesión de sentidos homenajes y citas cinéfilas que van desde Cobra (1986) (el atuendo del personaje central) a David Lynch (la música del notable Angelo Badalamenti) pasando por el Quentin Tarantino de Tiempos violentos (1994) o el Martin Scorsese de Taxi Driver (empezando por el nombre del personaje), pero tambíen dando origen a una película con un alto grado de personalidad y no necesariamente una copia de sus predecesoras.

Drive manifiesta una extrema violencia con escenas sin ningún tipo de filtro, aunque habla del amor. Todo lo que el personaje hace es por amor, un amor que por su personalidad le cuesta demostrar y que esa es la manera que encuentra para hacerlo notar. Driver actúa así para defender a la mujer que ama y tal vez sea la única forma que conoce.

Ryan Gosling entrega un personaje apático, casi mudo, sin duda lo mejor de su promisoria carrera. Driver casi no dice palabras en todo el metraje, sólo pone su cuerpo (y su cara) para hacernos creer que su reacción es creíble y que ese muchacho con cara de póker puede desencadenar una serie de asesinatos que si no los estuviéramos viendo nos serían imposible de creer.

Drive no es la película políticamente correcta que vota la academia de Hollywood y por eso es entendible que no haya entrado en la contienda del Oscar. No lo fue Taxi Driver (1976), ni Perros de la calle (Reservoir Dogs, 1992), ni Corazón salvaje (Wild at Hear, 1990), aunque a diferencias de las que sí ganaron uno que otro premio éstas ya son consideradas clásicos del cine y las triunfadoras se perdieron en el olvido. Con Drive pasará lo mismo, una obra maestra con destino a convertirse en clásico, catapultando a su director a lo más alto del podio y a su actor en una estrella. Excelente por donde se la mire.