Nicolas Winding Refn es un realizador danés mucho –muchísimo– mejor que Lars Von Trier y sus ex Domáticos. Amante del policial negro e inspirado por los clásicos de acción americanos, fue responsable hace más de una década de un gran film violento llamado “Pusher”, que seguía la vida de un hampón de poca monta por las calles de Copenhague. En su momento, el film salió aquí en video, y nada más. Su carrera siguió –con altibajos– hasta “Drive”, una película que habría mejorado el promedio del Oscar pasado, de habérsele prestado atención. Es la historia de un hombre –Ryan Gosling– que conduce autos con enorme habilidad y –escudado en otros trabajos más decentes– se dedica a ser el tipo que les provee la huida a ladrones varios. Nunca trabaja dos veces para el mismo, mantiene una vida familiar y está en control de todo. Habrá, pues, un demonio (un genial Albert Brooks), una traición y una crisis de la que solo se puede salir a pura violencia. Refn logra equilibrar –algo dificilísimo en el cine de acción– el retrato psicológico de sus criaturas con el puro espectáculo de la adrenalina: en lugar de que uno disuelva al otro, aquí ambos se potencian y si nos importan las carreras inverosímiles, los golpes y los disparos, es porque nos importan estos personajes. “Drive” es de lo mejor que se ha estrenado en lo que va del año, una de esas películas que aparecen casi de la nada y guardan un secreto para compartir.