La nueva película del director chileno Che Sandoval expone sin tapujos la agitada vida de Martina -Antonella Costa-, una cantante que fue exitosa y que ahora ha perdido el placer por el canto y la capacidad de excitarse.
Dry Martina, nunca más acertado el título, comienza con un recital que ella misma abandona para sumergirse en una vorágine de búsquedas personales. La película coquetea con la comedia y el drama para instalarse en una zona gris que es la misma que atraviesa el personaje central, con un padre en estado de coma; un representante al que no le presta demasiada atención; Francisca, una chica chilena que asegura ser su media hermana y César -Pedro Campos-, el ex-novio de la Francisca, con quien comienza un apasionado romance en Buenos Aires.
Seducida, abandonada y arrastrando el peso de su madre fallecida, Martina inicia una travesía que la lleva a Santiago de Chile para reencontrar a César, donde itenta establecer una conexión emocional que ordene su caótico presente.
El filme recurre al sexo ocasional como elemento liberador y a las barreras culturales para acentuar los obstáculos que afronta Martina, un personaje interpretado por una sólida y lanzada Antonella Costa, en su rol de mujer insatisfecha y en busca del amor que ordene el caos de su vida. Esta coproducción argentino-chilena aporta el buen papel secundario de un eficaz Patricio Contreras, en medio de una familia que abre el panorama dramático que enmarca al filme.