Dos hombres en el desierto
La nueva propuesta de Lionsgate sigue el curso de la productora en la realización de films de acción de antaño. Esta vez la figura rescatada es Michael Douglas (también productor) quién queda solo en el desierto a merced de Jeremy Irvine, en el legendario juego de cazador y presa. Con esta idea mínima pero con una sólida dirección que le brinda pulso y garra al relato, Duelo al sol (Beyond the reach, 2014) es un buen exponente de género que mantiene la tensión de principio a fin.
Ben (Jeremy Irvine) vive con su novia en el desolado terreno de Texas. Ella deja el pueblo para ir a la universidad, mientras que él no se anima a dejar sus orígenes. En el ínterin a Ben le surge un trabajo: acompañar al millonario Madec (Michael Douglas) a cazar un carnero a las aisladas y legendarias montañas rocosas. Paisaje de western si los hay, en el que los personajes pasan un día y una noche sin nunca llevarse bien. A la mañana siguiente ocurre la tragedia: algo sale mal y el hombre adinerado asume el mando, plantándole la culpa del hecho a su empleado. Este logra escapar pero el poderoso lo sigue al acecho en una batalla de uno contra otro, el bien contra el mal.
Duelo al sol recurre a temas primitivos como la supervivencia del más astuto. El juego de gato y ratón (cazador y cazado) se apodera rápidamente de una narración simple, potente y efectiva.
La idea es mínima (dos hombres en el desierto) pero su funcionamiento se debe al virtuosismo que trae consigo. Primero del director, que busca planos, angulaciones y movimientos de cámara interesantes, con un montaje que impone vertiginosidad minuto a minuto. El otro punto a favor lo tienen los protagonistas, cuya presencia acaparan la atención de cada escena. Douglas es una versión tejana de su Gordon Greco de Wall Street (1987), villano y despiadado para con su compañero-enemigo. Jeremy Irvine le pone el cuerpo –literalmente- a la película en cada escena, mostrando la hostilidad de su contrincante y del árido clima del desierto.
El film dirigido por Jean-Baptiste Léonetti y basado en la novela de Robb White, demuestra que muchas veces el cine no tiene que ver con épocas, estilo o tendencias para ser bien recibido sino que, con una cuidada elaboración y una potente construcción dramática de su propuesta, alcanza para hacer una muy buena película.