¿Mad Max? ¡Mad Madec! Jean-Baptiste Léonetti es un director francés con un prontuario bastante escaso, que acaba de lanzarse al cine hollywoodense con un thriller protagonizado por Michael Douglas y Jeremy Irvine.
Un adinerado empresario contrata una excursión de cacería en pleno desierto de Mojave. Su guía es el joven y tímido Ben, un chico que se conoce todos los rincones de la zona. Tan ansioso está Madec por cazar su primera presa, que accidentalmente dispara y mata a un lugareño. Ni lerdo ni perezoso, el tipo se ensaña con un plan por culpar a la única persona que fue testigo de lo ocurrido, convirtiendo el “paseo” en un total infierno (y no lo digo por el calor).
Armados con una camioneta que bien podría tratarse de uno de los Transformers de Michael Bay, bajo un sol ardiente durante el día y un frío calador durante la noche, Madec y Ben comienzan un juego de gato-ratón en medio de los escasos recursos que provee el desierto.
Negado rotundamente a llegar a un acuerdo con ese viejo loco, Ben intenta escaparle a la posibilidad de que lo acusen de asesino, pero su “cliente” toma el mando de las armas, la ropa, el agua y todo lo que es de extrema utilidad para sobrevivir ante un ambiente tan hostil como lo es el hogar del Coyote y el Correcaminos.
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Muy poco diálogo, buenas mezclas de sonido, un villano-por momentos- oxidado y un guión que tranquilamente podría ser real. Sin embargo, lo bueno se topa con alguna que otra situación prácticamente imposible para seres humanos comunes que se enfrentan a las fauces de un sol abrasador (teléfono para el departamento de maquillaje).
No hay mucho que decir de esta persecución nacida por puro capricho del destino, donde Michael Douglas se convierte en una suerte de Cruella de Vil y Jeremy Irvine en uno de sus preciados cachorros dálmata. Un hombre acostumbrado a los negocios de alto alcance económico que se aprovecha de la poca experiencia de un veinteañero que necesita dinero para salir adelante, intentando zafar de los barrotes con sus millones de dólares. Lo que no sabe es que el pibe que tiene enfrente es un humilde, pero muy inteligente servidor que no cederá porque sí a convertirse en víctima ni victimario de nadie.
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El mayor problema de la película, aunque tampoco estamos hablando del éxito del año, deviene con el final; ahí se torna todo un poco raro, a comparación de lo que veníamos viendo. Es cierto que los hombres con mucho poder suelen salirse con la suya y dejar en el camino a más de uno con tal de escalar alto. A la hora de mostrar debilidades, sorprenden con las reacciones que experimentan. Reacciones que la mayoría de las veces tienen que ver con un pasado oscuro. Pero ya estaríamos utilizando palabras mayores, porque el malo del film es bastante caricaturesco y lo que menos genera es incomodidad, rechazo o miedo.
Seguramente la novela de Robb White en la que se basa este guión de Stephen Susco, “Deathwatch”, tuvo muchísima más aceptación en la década del 70, cuando fue publicada. Y es que en ese entonces lo “western” estaba al día y en complicidad con el público del momento, hecho que hoy no es tan común. En conclusión, recomiendo probar con el libro y luego ver “Duelo al sol” (Beyond the Reach, 2014), en orden de tener una visión más completa de la psicología de los personajes, un detalle importante que no puede plasmarse en tan sólo 91 minutos. Michael Douglas y Glenn Close, los hermanos sean unidos (¿?).