Si separamos la paja del trigo se puede hacer mejor pan y mejores escobas, de modo que empecemos por el título arbitrario: “Duelo al sol” se llama éste estreno. Ver a Michael Douglas en el afiche con semejante rile tira por la borda el western tal como lo conocemos. El título original es un juego de palabras: “Beyond the reach” se podría traducir como más allá del alcance (del tiro del rifle, de la vista, la mira telescópica, etc), pero también como más allá del reach, refiriéndose a una franja del desierto de Mojave caracterizada por enormes extensiones de valle desértico con escasa probabilidad de vida. Tome, el futuro espectador, esto último como lo más acercado a la propuesta que se ve en pantalla. Olvídese del duelo. No hay duelo.
Lo que sí hay es un hombre de negocios, cazador y millonario (Michael Douglas) en busca de cierto animal para completar su colección. Hacia allá va con Ben (Jeremy Irvine), un experto guía de esa geografía, que lo conduce hacia el objetivo luego de recibir algún soborno ante la falta de licencia. Todo transita entre miradas de desconfianza y charlas sobre quién la tiene más grande.
La presa está cerca. Pero algo sale mal. Un tiro se escapa hacia el estómago de un lugareño. Ese punto de giro en la trama desnuda de inmediato las miserias humanas y pone en cuestión la moral de estos personajes, con especial foco en el empresario, individuo con escasez de vergüenza y escrúpulos.
“Duelo al sol” irá mutando de temática y de género un par de veces más. Arranca como una buddy movie, luego una de supervivencia, más tarde una de David contra Goliath (con honda incluida), para definirse por un thriller de psicópata asesino. Mutación que, por cierto, no le hace nada bien al guión, mucho menos al espectador.
¿Vio que hay que separar la paja del trigo? Porque el primer tercio, y casi la mitad del segundo, tiene elementos genuinos para atraer la atención a partir de un planteo simple e intrigante que, por la construcción de personajes con el poder de pasarse la pelota de la trama a gusto y piacere, remite a aquella fenomenal “The Hitcher” (Robert Harmon, 1986), con Rutger Hauer y C.Thomas Howell. No sólo por el estilo narrativo, sino por el clima generado con la fotografía de Russell Carpenter, y la música de Dickon Hinchliffe.
Luego de esto, los personajes efectivamente se encaminan más allá del alcance de sus posibilidades, así como el director va más allá del alcance del verosímil. Elige el camino más fácil para cerrar su relato que es de un convencionalismo algo decepcionante. Si se sostiene hasta el final es por el oficio y el talento del actor de “Wall Street” (1987), nada más, porque Jeremy Irvine le niega a su personaje todo lo que esté por fuera de las acciones, los diálogos y el maquillaje. Es decir, justo cuando su trabajo actoral requiere lo que pone Douglas, Irvine (por falta de experiencia tal vez) se queda sin propuestas. Sin matices.
“Duelo al sol” sobrevive en la cabeza del espectador más por lo que podría haber sido que por lo que es: un producto de consumo fácil. Tal vez era ese el negocio por el cual Michael Douglas (productor también) se la pasa hablando con alguien en China durante toda la película: distribuirla allá.