Hay en la factoría Lionsgate, productora de “Duelo al sol” (USA, 2014) la intención de recuperar una narrativa clásica, con pocos personajes, y una puesta austera, para así potenciar la producción de películas basadas en verosímiles de géneros populares.
En esta oportunidad, y con la clara referencia local del título que la distribuidora decidió estrenarla, Jean-Baptiste Léonetti construye un profundo ejercicio sobre la supervivencia que asombra por el gozo con el que se cuenta la historia y por la exposición de sus protagonistas a la historia.
Cuando Ben (Jeremy Irvine) se sube por primera vez a la lujosa 4x4 del acaudalado Madec (Michael Douglas), nada haría suponer la espiral de violencia en la que horas después ambos se verían envueltos y en la que les tocaría la de perder.
Ben, un joven que vive de acompañar, con el permiso del sheriff del lugar, a cazadores autorizados al desierto, ve como su rutina y tranquilidad es trastocada a partir de un hecho fortuito con el que Madec terminará intentando tomar el control de la situación y librarse de él.
Amparado en la impunidad y en el saber que en medio de la nada, nadie podrá luego acusarlo de las atrocidades a las que someterá a Ben, “Duelo al Sol” cambia su rumbo de una tranquila sesión de cacería en medio del desierto, a una sangrienta persecución en la que los protagonistas medirán sus capacidades y habilidades para someter al otro y huir a toda costa.
La elección de mostrar en una primera instancia el tenso acercamiento entre Ben y Madec, con la habilidad de éste último por intentar a toda costa obtener información del joven para luego utilizarla en su contra, plantea también la idea de poder generar una estructura clásica con la que se puede generar empatía y rechazo por los protagonistas.
Luego, con detalles, zooms y también una vertiginosa edición, se presenta al tercer participante de la historia, el desierto, con su aridez y dura estructura que va a contener a los actantes. Pero también está el sol, que ilumina todo y no deja lugar para la escapatoria en la cacería mortal que Madec iniciará y en la que utilizará todos los recursos que posee disponible como manera de, también, demostrar su poderío frente al joven.
El cuerpo viejo de Madec, dotado de un sinfín de gadgets comprados con dinero, intentará controlar el de Ben, quien apelará a sus recursos y conocimientos de supervivencia para escapar con vida de cada uno de los intentos del millonario por terminar con su vida.
Hay espacio también para el humor, porque Léonetti busca también ese tipo de identificación en el espectador, un poco para descontracturar y liberar tensión y otro poco para desviar la atención hacia un lugar de la trama más liberador.
Hay sorpresa hacia el final, pero también hay una identificación instantánea con Ben que potenciará la necesidad de que en la trama finalmente sea liberado de la carrera contra la muerte en la que se ve envuelto sin quererlo.
Michael Douglas y Jeremy Irvine están a la altura de la propuesta, un filme efectivo que posee una clara intención narrativa y cumple con las premisas de entretenimiento que promete desde la primera escena.