Una mujer y un tema no turístico, en los suburbios de Bariloche
No se necesita demasiado despliegue, ni tampoco un tema trascendente, de tapa de diario, para conmover. En el caso de la no ficción, como es el de Dulce espera , de la cineasta barilochense Laura Linares, la emoción está dada por la soledad en la que se ve atrapada Valeria, una joven humilde, que sobrevive con todas sus limitaciones, con su pequeño hijo a cuestas, mientras aguarda que Lucas, su pareja y padre del niño, salga finalmente de prisión y pueda volver a su lado. En cuanto a anécdota no hay demasiado más, algunos momentos íntimos, una cámara que recorre el rostro de esta mujer envejecida por la dureza de un devenir sin demasiadas sorpresas, más que la que puede dar el clima, tan llena de contradicciones como lo es Bariloche (la imagen buscada esta vez no es precisamente la de la postal para turistas) y los suburbios. Linares elude las convenciones documentales y prefiere editar los registros de manera tal que la historia se cuente por sí misma.
Más allá de un prolijo trabajo de encuadres y una fotografía realista (digital, como la proyección), otro gran mérito está en el montaje, que permite armar al personaje sin demasiadas explicaciones, sólo unas breves referencias dadas por los diálogos. Quizá lo elemental de lo que se cuenta genere una sensación de vacío angustiante, pero es precisamente ese dolor que no suele exteriorizarse el que la realizadora intenta transmitir al entrometerse en el mundo de una mujer seguida más allá de su embarazo y soledad, cuando la idea de espera cobra un sentido más amplio. No es poco.