Los secretos familiares que quedan sepultados durante años, treinta para ser más precisos. Un niño con una apegada relación con su madre, que a veces es una compinche de juego y otras un ser ausente, un día amanece con la noticia de su muerte. Nadie se toma el trabajo de explicar lo mínimo. Con los años llegara una mentira supuestamente piadosa que habla de un ataque al corazón fulminante. Un muro de silencio lo rodea y él se cría con traumas y sospechas, en rebeldía con su religión esperando que ella esté viva y regrese en cualquier momento. Esa infancia amasara a un hombre adulto, solitario, de pocas demostraciones. Un periodista fogueado en la guerra de Bosnia. Un episodio de ataque de pánico le hace creer que morirá de un infarto. De a poco se da cuenta que ya está preparado para escuchar la verdad. Marco Bellocchio confronta la realidad de un adulto en un mundo actual y el entramado de ocultamientos como si se tratara de un rito ancestral. Y la comprobación, una vez más que solo la verdad es liberadora con un pasado oprimente. Una verdad que siempre se sospechó. Con buenos actores el film conmueve, aunque al principio la trama de continuos raccontos no fluye con comodidad. Pero luego se encamina hasta conmover al espectador.