La más reciente película del extraordinario realizador italiano de “Víncere” y “Sangre de mi sangre” es un drama familiar un tanto más convencional que sus mejores títulos pero que de todos modos logra convencer y conmover con elementos genuinos y sin golpes bajos.
La “madre”, la mamma, ese tema universal pero que para los italianos parece ser doblemente trascendente –y especialmente en lo que al cine y al arte se refiere– es el centro de la nueva película de Marco Bellocchio y la obsesión de por vida de su protagonista, desde que la mamma en cuestión murió en circunstancias misteriosas cuando él solo tenía nueve años. A lo largo de DULCES SUEÑOS (las que para el chico fueron las últimas palabras de ella) veremos en un ir y venir entre la niñez en los ’60 y ’70 y la adultez en los ’90 las distintas búsquedas, traumas y perturbaciones del protagonista, obsesionado por resolver ese tema que marcó su vida para siempre, dividiéndola en un antes y después.
Menos compleja y sofisticada narrativamente que las recientes películas del director, DULCES SUEÑOS es más directa, clara y emotiva. Y si bien los temas que Bellocchio explora en ella son casi los mismos de siempre (si bien la religión juega un papel menor aquí) la forma en la que lo hace es más sencilla y accesible. Por momentos bordea cierto sentimentalismo que la acerca al drama más convencional, pero casi siempre encuentra la forma de salir bastante bien parado aún de las situaciones más cercanas al cliché.
La película se basa en el best seller del periodista Massimo Gramellini, una historia claramente autobiográfica que arranca mostrándolo de niño, compartiendo momentos con su simpática y activa madre (viendo películas por televisión, jugando en la casa) y un poco más alejado de su un tanto distante padre. Fanático del fútbol y, especialmente del Torino –cuyo tristemente célebre accidente aéreo de los años ’40 juega un rol aquí–, Massimo crecerá y se convertirá en periodista, pero de a poco, en el ir y venir del relato (cuyo eje narrativo sobre el que pivotea el resto de la historia es su regreso a la casa de la infancia para venderla), veremos lo difícil que terminó resultando su niñez y su vida posterior.
Su madre muere y a Massimo le dicen que fue un repentino ataque cardíaco, algo que sabemos que no es cierto pero recién se nos aclarará la verdad sobre el final. De adulto (interpretado por Valerio Mastandrea) lo veremos repasando momentos de su vida infantil junto a ella y sus amigos (a quienes les decía que su madre vivía en Nueva York), enfrentando nuevos desafíos personales y profesionales en la actualidad y atravesando dos momentos que terminarán siendo claves: un ataque de pánico que le permite conocer a una doctora (Berenice Bejo) y el pedido de su editor de escribir una columna sobre su madre, texto que se volverá fundamental para que Massimo pueda, sino dar vuelta la página, al menos afrontar el trauma de otra manera.
Más cerrada en sus significados y terapéutica en su evolución narrativa, SWEET DREAMS no está a la altura de otros filmes en los que Bellocchio era más misterioso y sugerente con sus temas. De todos modos, en muchos de los recursos visuales que utiliza (su juego con los personajes y películas de terror, por ejemplo) y en el clima casi pesadillesco que le impone al filme, quedan claras las marcas autorales del director de SANGRE DE MI SANGRE. Pero, principalmente, el tema que une este filme a toda la obra del italiano es el de la familia, preocupación central de su cine en muchos aspectos, tanto en las ficciones como en los documentales y hasta en el casting de muchos de sus personajes. El universo que encierra, enamora, atrapa y obsesiona al protagonista de la película es su familia y ese es el tema del cine de Bellocchio desde I PUGNI IN TASCA, más de 50 años atrás, hasta VINCERE, de 2008. Y dentro de eso brilla la “madre”, claro, que en Italia es cosa seria…