Un simple baile, una sonrisa, un ligero giro nos llevan a la infancia de Massimo, el protagonista de esta historia que cuenta uno de los capítulos más triste de sus vidas: la muerte de su madre.
El director Marco Bellocchio, al igual que Bernardo Bertolucci, tiene gran facilidad con la cámara a la hora de realizar el retrato de los niños. No se trata de retocar, sino de realzar con sus desperfectos y sus inocencias esos puntos de vistas que los adultos ya olvidado tienen. Y nada más idóneo que esta adaptación de la novela autobiográfica de Massimo Gramellini, “Fai bei sogni”.
El relato comienza con el pequeño Massimo repitiendo los pasos musicales con su madre, a quien no solo le tiene afecto, sino que desarrolla sus mayores sonrisas con ella. Pero el chico de 9 años de edad dejará sus momentos alegres atrás cuando lo despierten una mañana para anunciarle que su mamá no estará más con él y que ahora pertenece al reino de Dios.
Entre negación y melancolía, la de infancia de Massimo se teñirá por la tragedia del dolor y la ausencia con explicaciones sin sentido y casi absurdas por parte de un padre alejado y huraño.
Ya en la mitad de la cinta, treinta años más tarde, nos entramos a un protagonista adulto (Valerio Mastandrea), quien se convirtió en un respetado escritor y corresponsal de guerra.
Alejado de todo estos sucesos como si estuvieran en un sueño de la propia infancia, el periodista cubre una guerra que, tras un hecho que lo marcará, comenzará a tener ataque de pánico y que solo ahondando en el pasado podrá descubrir la causa.
La obra se mete en temas muy abarcativos como la religión, el fútbol y el periodismo desde una ventana cínica y escalofriante. Los únicos momentos jubilosos que se verá es cuando se escuche la música que Massimo bailara tanto a sus 9 años como a sus 30.
Sin embargo, la participación de Berénice Bejo no está muy justificado en el film, ya que su aparición es fútil y mínima. La actriz encarna a Elisa, una joven enfermera que conquista el corazón de Massimo cuando en su etapa adulta empieza a sufrir las dolencias del pasado.
El error mayor del cineasta Bellocchio se remonta al final, en no confiar plenamente en el espectador y tener sacar clavo por clavo por él. Porque subestimar al público ya se está volviendo un hábito en el cine moderno.
Puntaje: 3.5/5