Blue Sky apuesta por una comedia básica pero efectiva donde Will Smith es una paloma espía. “Espías a escondidas” (A.k.a Will Smith Paloma) es un triunfo para la comedia animada. Primero lo evidente, cuando nos enfrentamos antes los avances y afiches de la película ya tenemos en claro cuál va a ser la trama principal y lo que vamos a ver durante los 100 minutos del largo. Es imposible negar que ver a Will Smith transformarse en paloma y resolver problemas y crímenes como espía plumífero no sea una tentación para todo fan de la comedia y la animación. Recuerdo, hace casi un año, ver el avance de la película y compartirlo con todos mis colegas de la animación. Todas caímos rendido ante una premisa básica, pero que al fin y al cabo, que se sabía contar. Blue Sky solo cuenta con dos sagas originales (y que no dudaron en explotar) que son “La era del Hielo” y “Río” más una película inédita (Robots), las otra entregas fueron adaptaciones de otras obras ya publicadas como Snoopy, Horton, Óle y, su próxima apuesta, “Nimona”. “Espías a escondidas” no es la excepción. Para esta animación decidieron comprar los derechos de un corto llamado “Pigeon: Impossible ” de Lucas Martel, agregarle una superestrella (Smith) y hacer más infantil y disparatada. El resultado no deja de ser asombroso sin ser novedoso. La productora apostó por dos grandes recursos para contar esta graciosa aventura, la primera el buen diseño que tiene los personajes tanto las palomas como sus colegas humanos, todos ellos poseen una excelente estructura e imagen que facilita la expresividad de los personajes y, en el caso de Will Smith, sin perder sus escencia. Solo le falta agregar algún gag que tendrá la película para que las risas detonen. La segunda apuesta fue lo que realmente tiene que destacar en una película de espías: La música. Al ser una parodia casi directa de James Bond, los directores Troy Quane y Nick Bruno prestaron mucha atención a la estructura sonora del film y cómo esta se desenvolverá en diferentes momentos de la trama. Es verdad que la historia no es nada original, pero no creo que nadie del estudio quiera mostrar otra intención con un film como este. El desarrollo pasa que el egocéntrico superespía Lance Sterling (Smith) debe hacer dupla con Walter Beckett (Tom Holland), un joven científico que cree que los problemas se pueden resolver en base a las palabras y no con el fuego. Y, cómo se ve en el póster, Sterling se transformará en paloma y el acompañante hará todo lo posible para terminar su misión de la mejor forma. El juego de los opuesto que tanto seduce en el mundo de la animación y que es fácil de parodiar. Una inversión a las risas que obtiene un efecto duradero en el público con muchas posibilidades de generar una nueva saga animada. Posiblemente, el mayor problema que tenga la apuesta animada sea su negación de un estreno subtitulado. Ningún cine argentino decidió proyectar “Spies in Disguise” en su idioma original por lo que la gracia de que el protagonista sea Will Smith pierde su magia para el público adulto. Dudo que esto afecte a los más chicos ya que ninguno iría a ver la películas por el actor. Sin embargo, esto demuestra que todavía hay una fuerte imagen de que la animación, para las cadenas de cine, les pertenecen a los más chicos.
La dupla animada necesita una gran excusa publicitaria, que Disney otorga amablemente, para que puedan volver a la pantalla grande. Durante los últimos años Disney Animation ha dominado tanto la taquilla como crítica internacional, resultados que sigue logrando a pesar de que abandonaron (casi) por completo la idea de hacer películas animadas en 2D. No es casualidad que todas sus anteriores obras que fueron realizadas a lápiz y a papel estén siendo revividas en live action o en cameos especiales. Y así, en este contexto del nuevo siglo que aparece la segunda parte de Ralph. Un mundo dominado por el recuerdo de ayer pero que intenta a fuerza ser novedoso. La nueva meta de la compañía es hacer su compilado animado más ambicioso sin que eso sea una una cuota notoria en la historia, ¿Cómo continuar una saga y agregar personajes ya manipulados? “Ralph Breaks the Internet“, secuela que se esfuerza en mantener el balance entre lo que se cuenta y lo que se vende. Luego de seis años desde que Vanellope y Ralph formaron una amistad, se ven invertidos en una nueva aventura cibernética. Ahora la dupla tiene que buscar un reemplazo de una de los artilugios de la máquina de videojuegos donde habitan por toda la internet, pero el mayor problema será el de conseguir el dinero por tal articulo en un tiempo limitado. No es difícil decir que lo más destacable del film sea la animación, ya que conocemos de antemano lo que vamos a ver en cuanto visual, la industria del ratón maneja gloriosamente todo su arsenal para que ese costado nunca sea una falla. Pensemos que en la animación siempre se ha visto a la internet como un mundo sin fin, por no ir muy lejos en un capítulo de “Los padrinos magicos” cuando Timmy se mete al mundo virtual para recuperar un email, en la apocalíptica reacción de “Summer War” de Mamoru Hosoda o en el mundo híbrido computarizado de “Tron”. El ciberespacio siempre ha sido un útil escenario para crear universos posibles con fuertes atractivos visuales. En “Ralph”, todo la excusa redondea un enorme sketch, más cerca de un corto publicitario que de un largometraje, más cerca de la buena parodia que de una gran historia. El foco central (o la excusa central) que tienen los protagonistas es la reforzar el concepto de amistad y poner a prueba entre ellos para ver cuánto se apoyan y necesitan para lograr sus sueños. Por el camino desfilaremos cameos de princesas, accesorios de Disney, sitios web, referencias poca graciosas y otras un tanto ingeniosas. Pero es ese ciclo de mantenerse de pie es lo que lo afecta, uno no terminar de comprender si el film quiere meter una ojeada masiva a Disneylandia o si realmente se preocupa por la vida de Vanellope en el transcurso. Una aventura empalagosa, pero no imposible de digerir.
La empalagosa versión colorida de Illumination Entertainment. Para empezar, no está de más aclarar un par de cuestiones. La primera es que "The Grinch" es la tercera versión a gran escala del cuento homónimo de Dr. Seuss por lo que la comparación parece inevitable en estos mares. La segunda es que la compañía Illumination Entertainment, responsable de traer esta adaptación es la misma que dio vida a Los Minions y que había realizado una segunda versión de Lorax, por lo que se sigue expandiendo su universo animado en 3D basado en el cuentista infantil. En esta oportunidad, el protagonista viene nutrido de nuevos secundarios y un mundo demasiado colorido (no es necesario tener un problema personal con la ciudad para quedar sobrecargado y odioso por el lugar excedido de dulzura). El Grinch, como bien sabemos todos odia a todo el pueblo de Whoville, en especial énfasis durante la llegada de la Navidad, y se somete a un aislamiento casi total. Su única compañía es su la de su perro Max quien gana más participación y protagonismo en la aventura, marca registrada de Illumination por la relación perro y dueño (Pets, 2015). El estudio recae en una historia con un hilo demasiado infantil y pedagógico, problema que compartío con su anterior obra Lorax, hay mucho más énfasis en subrayar el mensaje antes de llegar a los chicos en una historia atractiva y emocionante. Sin embargo, lo primordial de este Grinch 3.0 no es su actitud casi automática (debe odiar porque así se escribió en el guion) sino su falta de interés en sí mismo. No hay nada que indique el hombre verde y peludo vaya hacer algo peligroso, osado, totalmente desgarrador, en definitiva, arriesgado. Pasó de ser un villano a ser simplemente un “troll“, en donde reina la premisa de mejor asustar que castigar. La idea principal deja de ser la quitar la felicidad a querer hacer una broma superflua y molesta. Durante el momento clave de la acción, donde el robo de la Navidad debería ser el punto más orgásmico de la obra, se lo relata como si hubiese sido otro suceso más en el universo de los Whoville. No hay peligro real, no hay intriga ni empatía por los habitantes de la ciudad. En cuanto a comparaciones, el papel de Benedict Cumberbatch no encaja del todo en el Grinch por una única razón, su acento y pronunciación es demasiado perfecta para un ser lleno de mal humor y rencor; a diferencia de Jim Carrey o Boris Karloff quienes acentuaban muletillas o tonos (a veces hasta el ridículo para mal) del protagonista. El actor Cumberbatch podría darle una cátedra de fonética o ser fonólogo oficial de todo Whoville. La segunda gran diferencia pasa por el abuso de los colores y la recreación excesivamente alegre que tiene los habitantes de esta nueva propuesta, la oscuridad no existe y hasta la más alegre melodía reside en la casa del Grinch. Atractivo irresistible que funciona como gancho para cualquier chico amante de los Minions y lo acentúa las producciones de la empresa animada con su música pegadiza y chistes fáciles. El tercer, y más importante, cambio es el pasado del malo. No se hace ningún recorrido profundo de la infancia del sujeto verde y no logra explorar muy bien el porqué de su rencor. Todo queda como un decorado de navidad, se puso un mero flashback de adorno. Los pocos chistes y la gran dinámica que tiene el protagonista con su dupla canina hacen amena la duración de los 90 minutos que contiene este film que, por momentos, se pierde en sí misma con su abuso de felicidad.
La película que se ríe de y con los superhéroes llega a los cines de todo el país. Si sintonizas Cartoon Network hoy en día, lo más probable es que te encuentres con el show de “Teen Titans Go!”, la serie que surgió como un spin-off de Teen Titans (2003) es hoy el emblema del canal y le da la oportunidad de consolidarse en la pantalla grande como uno de los estrenos animados más importantes dentro del mundo de la comedia. Hay una realidad de la sobresaturación que produce el mercado de superhéroes, no solo en la pantalla grande sino en las múltiples pantallas existentes en el dia de la fecha (problemática incluida en la obra) donde hay poco recambio o innovación dentro de este subgénero. Los nuevos Jóvenes Titanes viene a reírse de todo esto, haciendo foco a las producciones comiqueras realizadas por DC y su competidor Marvel, en especial de y con los héroes de los últimos años. Ya sea que su público infantil tiene otro tipo de lectura y pueden adoptar otra filosofía a la hora de pensar en “super”, esta camada demuestra la gran razón de por qué Cartoon Network domina la industria de la animación. Un requisito que se viene imponiendo en esta clase de producciones es el tema de la diversidad. Pero es un factor que los Teen Titans ya domina hace bastante, los cinco integrantes además de contener diferencias bien marcadas, tiene un gran lazo que los complementan unos a otros. Situación que no se ha dado en las otras factorías de superhéroes live action, tanto en el cine como en las series; pero que ya es usual en la animación (como el reciente caso de Los Increíbles 2). La historia va de que Robin, el líder de este grupo joven, quiere obtener su propia película como todos los personajes heroicos de ahora ya que sin ella uno no puede autodenominarse superhéroe. Para eso, el ex acompañante de Batman deberá demostrar a través de acciones y con el descubrimiento de un osado villano (llamado Slade) la justificación de su propio film. Dentro de todo este relato, los protagonista no dudaran de reírse de todo este universo salido de la historieta. Chistes dentro del cómic, del cine rompiendo la cuarta pared y, su plato fuerte, que es la cultura popular son las cartas que jugaran a lo largo del largometrajes para que la sala se llene y glorifique de risas. Los guionistas de la propuesta animada se mantienen en la misma sintonía y en los principios del show en que se basa, y se escapan de la seriedad de las últimas entregas de los poderosos con capa. Una de las grandes razones de este logro es que el film coquetea entre el musical y la autoparodia, sin tapujos y pudiendo resolver en toda decisión con la comedia. Además de contar con unos cuantos guiños para los seguidores de la serie, tanto la original (un mensaje alentador para los fanáticos) como la actual (referencias a ciertos capítulos y a la trama). Luego de esto, nos queda preguntarnos si estamos preparados para una nueva pelìcula de Cartoon Network. Esperamos que el nivel de esta entrega se mantenga en la próxima aventura, esta vez de la mano del show Steven Universe.
La tercera entrega de los monstruos nos muestra una nueva cara de Sony Animation gracias a la mano de Genndy Tartakovsky. Durante los últimos años, la compañía de Sony Animation ha demostrado que su objetivo en el mundo cinematográfico se reduce a los números que le genera la taquilla. Sin ir más lejos, tanto “Emoji: Movie” como “Los pitufos: La aldea perdida”, fueron productos para llenar la sala sin sobrepasar el panfleto. Sin embargo, “Hotel Transylvania 3” muestra otra cara de la productora, que a pesar de no despegarse de la filosofía inicial de conquistar espectadores y ser los reyes de recaudación en las vacaciones de verano de los Estados Unidos, cuenta con otra idea más visual, guionada, entretenida y lograda. La tercera parte cuenta como todo el personal del Hotel Transylvania (los famosos monstruos populares) decide tomarse unas vacaciones en un crucero con destino a la Atlántida con el objetivo de darle un descanso a Drácula (Adam Sandler) de su sobrecargado trabajo y, así, poder encontrar un nuevo romance en su vida; la idea es tomada por su hija, Mavis (Selena Gomez), quien no tiene idea de la soledad que oculta su padre. Las criaturas tendrán momentos divertidos y resaltados a lo largo de este inmenso descanso y el protagonista tendrá una inevitable oportunidad en el amor con Erica, la capitana del barco. En esta construcción de nuevo público, el largometraje se adapta con dos armas visuales. La primera es el villano principal, Van Helsing, el famoso cazador de vampiros que guarda rencor y que espera su momento para aniquilar a Drac. El diseño y la personalidad del némesis envuelven al film y entregan un personaje a medida a diferencia de las dos obras anteriores que este recurso de villanos y contrarios no fue utilizado. La segunda, y más efectiva, es el humor explosivo que le da esta reaparición; más cercano a la industria de Warner Animation de los años de Chuck Jones que todo lo presentado por Sony Animation en los últimos años. Su función escandalosa es efectiva, con breves apariciones de animaciones clásicas y películas de los años 80 (como la ingeniosa utilización de los gremlins de Joe Dante) y gags ingeniosos. Por otra parte, la acusación más banal que se ha caracterizado la crítica sobre esta producción es el hecho que se la toma como una película para chicos, infantil e inocente. Sabiendo a grandes rasgos que el largometraje muestra continuamente chistes sexuales, guiños cinematográficos que los más pequeños posiblemente no lograran entender y, sobre todo, que habla de un tema poco visto en la animación como es el amor en la tercera edad. La imagen y recepción de la animación es un tema a cambiar, teniendo en cuenta que “Los Increíbles 2” tuvo una calificación PG (para mayores de 13 años) y hace poco, en el estreno de “La fiesta de la salchicha” (Sausage Party) tuvo también ese calificativo, largometraje que debería haber tenido una restrición más grande en aquel momento. En estos tiempos, la animación, que corre por horizontes diferentes, necesita otros tipo de visualización y compresión. Ya Dentro del mundo de Tartakovsky, la palabra felicidad cobra vida con el baile. Desde Bruno Mars hasta la el tema de “La Macarena”, el realizador podrán en pista todos sus recursos para mostrar el lado divertido de la vida. Risorio, pero alegre. Uno de los pocos leitmotiv que se mantiene en la saga y salen flotando gracias a la música empleada y su remarcable estado emocional en los personajes. El mensaje final es lo que más se soslaya, y es verdad que “Hotel Transylvania 3” es la mejor de las tres partes realizadas donde, siendo la primera en la que su director se mete en la escritura, se hace notar. Vacaciones aseguradas para los espectadores.
El regreso animado que nos da otro forma de ver a los superhéroes. En el año 2004 no había tanto superhéroes en la cartelera del cine, apenas se vislumbraba la secuela de Spider-man de Sam Raimi, y menos el cine de animación que luchaba contra la primacía de los cuentos de hadas todavía. Pese a esto, Pixar dispuso toda su confianza en el animador Brad Bird para contar la historia familiar de héroes discriminados por la sociedad, una pareja con crisis matrimonial y tres hijos en busca de un lugar en la sociedad. El fruto de "Los Increíbles", que terminó desembocando en el Oscar a mejor película animada y ser la primer película de superhéroes nominada a guion original, fue un presagio de que lo sería el mundo cinematográfico en sus próximos años. La oleada de superhéroes live action (entrecruzados y mezclados en la pantalla) con nombres acrónimos no se hizo esperar, tan así que tenemos un estreno de enmascarados casi dos meses en los cines, olvidando que las primeras pisadas fueron totalmente animadas. Ya lejos del hito de la trama, la secuela logra otro mérito que se aparta del guion: el crecimiento y avance de la animación en el estudio. Los cambios se perciben a simple vista, estamos ante otra etapa de la animación 3D. El detallismo ya no es un lujo, es un sinónimo de responsabilidad y calidad. Atrás quedaron las primeras pruebas y la falta de animadores para completar un simple escenario, una animación o una escena. La compañía cuenta ya con gran grupo de jóvenes talentos de la animación, y los resultados no se hacen esperar. Ya no vemos los mismos cuerpos y fondos que apreciamos hace 14 años en la primera aparición de los personajes, tenemos otro tipo de realización más elaborada. Por lo tanto, ¿Los Increíbles 2 es realmente una secuela? En momentos donde la animación precaria del CGI obtiene constantemente una remasterización por parte de las compañías de videojuegos, el estudio de California se mantiene firme con conservar sus obras originales tal como fueron estrenadas por primera vez, una osadía que podría terminar dentro de unos años cuando la empresa se quede sin ideas o necesite una diferente forma de vender sus producciones, es solo cuestión de tiempo que este avance afecte al pasado. La animación deja atrás a la primera impresión, se aleja para conformar otro tipo de creación más riguroso y empeñado a conquistar lo visual, diferencia que se remarca al avanzar el film y que pone en jaque a lo ya realizado anteriormente con las palabras. Más que una secuela, es una revisión a lo ya visto, un seguimiento de lo perfeccionista que es Pixar con sus proyectos. En cuanto a la historia, el relato sigue tal como termina la primera parte. La familia se tiene que hacer cargo de un nuevo villano, no logran su cometido y se plantea nuevamente como insertarse en la sociedad y así poder usar sus poderes contra el mal. Un padre que tendrá que dar un paso al costado y una madre que tendrá que lidiar con la responsabilidad laboral y familiar; y tres hijos aceptando su nuevo rol. Una premisa que se aleja del abundante drama que tenía su antecesora y que da pie al reino de la comedia abultada, efectiva por momentos (a diferencia de Buscando a Dory) y excitantes en otros. Empujados por la veteranía de Bird (Ratatouille), el conjunto de ideas es llevado a cabo otro nivel, aquel que podemos presenciar con naturalidad, pero con consto de años de profesionalismo y de pulido. El cambio es notorio en el terreno animado, pero el complemento idóneo para esta odisea de colores y de acción voluptuosa sigue siendo la música creada por Michael Giacchino, artista que ha trabajado en la primera entrega y que pone su énfasis a lo afectivo del film. Después de más de diez años, Brad Bird vuelve a su receta del éxito, la animación, donde construye un nuevo ideal de cine de autor, replantea las historias de superhéroes y nos regala otras dos horas de puro entretenimiento familiar.
La última obra de Wes Anderson nos recuerda porque el perro es el mejor amigo del hombre. Durante los últimos años vimos una hilera de películas protagonizadas por niños en el mundo del stop motion asombran al mundo animado. Entre ellos, apreciamos los casos de “La vida de Calabacín” de Claude Barras, “El principito” de Mark Osborne y de “Kubo y la búsqueda del samurái” de Steve Knights. Wes Anderson no se queda afuera de esta lista y deposita al pequeño protagonista en una aventura canina en un Japón futurista. La trama comienza con la expulsión de los perros a una brasero en forma de isla por parte del gobernador de Megasaki City para que la enfermedad que esparcen no afecte a los habitantes de la ciudad. El exilio de los perrunos les exige una nueva forma de vida y una dualidad entre lo que deben hacer con sus vida desde adelante y sí su lealtad por sus amos debe mantenerse intacta. Con pequeño un guiño a “The plague dogs” de Martin Rosen en los perros fugitivos que se resguardan en la isla para escapar de los crueles experimentos que fueron sometidos. En otra medida destacable (y que está siendo muy oculto en el cine animado últimamente) es de la presencia del villano como enemigo temible desde la exposición. Los pilares de esta aislada sociedad son la diversidad, tamaños y personalidades que son manejados con astucia por Anderson colocando a cada uno de los personajes a merced de su cine, de su firma. A diferencia de Fantastic Mr. Fox (2009), su primer película animada, no contuvo el apoyo de su colega Noah Baumbach (Madagascar 3) en el guión ni es una adaptación de un cuento clásico; “Isle of dogs” es el puntapié para hablar del mundo actual, tal como se ven. Un Anderson más maduro y energúmeno de la política actual, aquel que pudimos apreciar hace poco en “El gran hotel de Budapest”. Cuando los ladridos son mucho más que las palabras. Asimismo, todo este mundo es una excusa del director para entrar y homenajear el cine de Hayao Miyazaki y de Akira Kurosawa que dentro de tanto festín oriental, el resultado terminando siendo un mix entre lo occidental y lo oriental, o mejor dicho, la postura de un consumo y admiración de Japón por la cultura anglosajona. Desde el principio del film se nos aclara que trama se desarrollará en con algunos traductores ocurrentes. ¿Una interpretación sobre otra sobre otra? Aquellas palabras no pierden fuerza ni desencanto por este juego del lenguaje que, además de ser el gran elemento con el que juego el guión, es su principal arma para hablar de los otros, de las incomprensiones, del resultado de interactuar con alguien de diferente lengua, tanto para bien como para mal. Sin recurrir en algún momento a los forzados subtítulos por debajo de los locutores, la compresión total pasa por las imágenes sobre la traducción. Los muñecos de los perros humanizados cobran fuerza y notoriedad en la cámara a medida que imagen y sonido se unen a la historia. La animación, que va de pequeños movimientos de los pelos de los personajes hasta toda una escena cruda y salvaje de la realización de un sushi, termina siendo no solo la elección necesario para el relato sino un interminable viaje para el gusto ocular donde la realización técnica destaca por momentos sobre la historia. Es por eso que, en el sentido humorístico, el largometraje se deja llevar por el sello del realizador con chistes sencillos pero efectivas donde lo visual es aprovechado de forma rápida y elocuente por una enorme cantidad de gags ingeniosos. Mordidas, perros robots, tambores, colegiales y un sin fin del folklore asiático que hipnotizan durantes los 100 minutos que dura “Isle of dogs” donde luego tendrá lugar las consecuencias de ese trance con preguntas que nos encierra y marcan de forma personal al final del recorrido.
Afrontar nuestros temores y vivir con ellos, ese es el infierno que nos retrata esta modesta ópera prima. En “La reina del miedo” veremos a la reconocida artista Robertina (Valeria Bertuccelli) a punto de estrenar un nuevo y misterioso unipersonal, pero entre pequeños problemas, dudas, tormentos e idas y vueltas de realización, la performance contraerá dudas sobre el éxito y todos los que se encuentran alrededor de la protagonista darán su juicio antes de su inicio. Es por eso que ella preferirá realizar otras actividades antes de la actuación, como el viaje a Dinamarca para ver a su viejo amigo (Diego Velázquez), que contrajo cáncer, o la obsesión que tiene de poner un árbol dentro del teatro durante los días previos al debut, entre otras tantas procrastinaciones. La protagonista vive un oasis de miedos contradictorios, no quiere estar sola pero tampoco rodeada de gente, no quiere actuar pero tampoco dejar de trabajar, no quiere irse pero tampoco quiere quedarse. Son esas pujas de pavores las que la encierran en un mundo universal, en aquellas casas donde también se corta la luz, y la intérprete llama a Prosegur para asegurase que todo está bien o, mejor dicho, para que nada malo le pase. Sería una idea vaga y general declarar: “Valeria Bertuccelli actúa de ella misma”, una frase que se hace redundante en la mayoría de los visionados que se obtiene de la actriz, la actuación de la protagonista es un desborde incesante. Un matiz lúcido y autoconsciente que mantiene al espectador a la espera de la siguiente escena. Y otra de sus parafraseadas y monótonas rutinas de las películas de Juan Taratuto (“Un novio para mi mujer”; “Me case con un boludo”). En otra línea actoral, quien se destaca de forma natural es Velázquez en un papel de gran envergadura. En cuanto al apartado musical, el sello de Vicentico nos platea cuánto de estrategia de marketing hay en ella o si realmente fue una fuerte apuesta para montar escenas opulentas y pomposas que se van esclareciendo al llegar al final. Más allá de sus distinciones en el Festival de Sundance (Actriz, entre otros) y de la difusión por parte de su coproductor Marcelo Tinelli (quien recibió una cuantas risas tímidas e injustificadas en la proyección de prensa), la película se postula como un gran primer paso sin sobresaltos para la actriz detrás de cámara.
Nick Park vuelve a recrear un fantástico mundo de plastilina para contar sobre una las pasiones que casi ningún inglés puede ocultar: El fútbol. No es novedad ver a la productora Aardman como una de las grandes industrias del entretenimiento infantil y como un notable sello del stop motion. Según cuenta la leyenda, si vas al Festival de Annecy, la celebración de cine de animación más importante del mundo, te podés encontrar a Nick Park firmando autógrafos en uno de esos café franceses, tal como si fuera una estrella de rock. Y no es para menos, el animador, que ya tiene en su cuenta grandes obras reconocibles como “Pollitos en Fuga”, “Wallace y Gromit” y la más reciente “Shaun el cordero”; ha dejado un legado, una huella tanto en la historia de los dibujos animados como en la del cine. “El cavernícola” (“Early man” en U.K.) podría parecer a simple vista una película sobre hombres prehistóricos y dinosaurios. Sin embargo, el drama se desempeña mucho más lejos de lo que uno llegaría a pensar. Sí, la aventura se desarrolla en un clásico partido de fútbol como si se tratará del mismísimo Mundial de Fútbol. ¿Quiénes son los equipos? Por una lado, una tribu de la edad de piedra que quiere defender sus tierras arrebatadas y así lograr proteger su dignidad; y, por el otro, los súbditos del rey de la edad de bronce, quienes quieren erradicar de sus vidas a todos aquellos que han quedado en el tiempo y conseguir todo el bronce que encuentren en su camino. Bien sabemos de las frustraciones eternas que tienen los ingleses por su pasión futbolera (incluso a pequeños guiños para los fanáticos del balón) y en el film encontraremos un breve manual de la derrota de los creadores del deporte. Todo ello en el tono de la comedia que nunca pierde la compañía de animación, no hay segundo que no sea bien aprovechado para las risas. Entre gags, chistes ingeniosos y humor popular que tanto los caracteriza, dominarán al espectador en un sarpullido de carcajadas como también lograrán generar tensión y asombro continuamente. Pero la pelota no es centro de todo, los personajes están definidos por sus sueños que han de cumplir y los que ha sido rotos con el tiempo, en especial el villano Lord Nooth, un gran logro de animación y de caracterización que podría llegar a ofender a algunos con sus dichos. Los animales de cuatro patas y las aves emplumadas son otro ingenio del estudio en cuanto a diseño y sencillez, que consigue sacar su máxima expresión a través del humor y el perspicaz del juego visual. Y otro punto a destacar en esta asamblea de jugadores son las parodias a los futbolista de la elite con sus toques personales y universales. Ya han pasado más de doce años de la última película del animador Nick Park, ha sido una larga espera que tiene su recompensa al volver a sentir el placer visual de la plastilina en nuestra retina.
Otro intento fallido para traer de regreso a un ícono de la animación. Pasan los años y las productoras más grandes de cine intentan con desdén el mismo éxito que generó ¿Quién engañó a Roger Rabbit? y Space Jam donde los personajes animados se mezcla con nuestro mundo creando un explosiva combinación fantástica. Lejos estamos del resultado de aquella época, durante estos últimos años tuvimos nefastas adaptaciones modernas como El Oso Yogi (2010) o Las aventuras de Rocky y Bullwinkle (2000). El pájaro loco (Woody Woodpecker en inglés) es una de las tantas estampillas de la pantalla chica que no deberían ser tocadas por mero capricho. Ponerlo en pantalla grande generas sus dudas, pero hacerlo en el mundo real tiene además consecuencias nocivas para grandes y chicos. A Universal Entertainment poco le importa el impacto cultural y crítico del espectador así que puso manos a las obras para traer de regreso, con la ayuda de coproducciones brasileñas, al dibujo animado emplumado. En esta larga, monótona, simplona, oprobiosa historia nos encontramos al actor Timothy Omundson encarnado un abogado con problemas paternales con su hijo (alerta cliché máximo) quien es despedido y decide construir una casa lujosa en una terreno que heredó. Todo se viene a pedazos cuando se da cuenta que ahí vive el mismísimo pájaro loco y sí, le hará la vida imposible porque sí. El film no tiene vergüenza en asquear y ser ambigua con sus mensajes. El ave recurre al chiste fácil, frases que nunca había dicho y, sobre todo, pedos y eructos (¿Nuevo hábito del pájaro loco 2.0?) en cualquier momento y lugar porque solamente se le da las ganas. Otro nuevo recurso que saca de la galera es que defeca sobre la gente porque es divertido y cómo son personas amargadas se lo merecen. Y sus travesuras llegan al límite de poder matar a alguien (prende con gas una camioneta con una persona adentro). La narración es lenta y se alarga demasiado sin sentido como un mal chiste que no termina solo para captar la atención. Es así que se repiten, sin cesar, zarandajas de la dupla protagónica. Sin embargo, la animación y diseño del personaje estan noblemente construidos. Pero el mayor acierto, por no decir el único, del largometraje sucede una vez finalizada, ponen después de todos esos extensos créditos finales, un corto clásico de Walter Lantz llamado Niagara Fools de 1956 y que si se merece ser visionado en el cine. El director Alex Zamm declaró en Animation Scoop que había visto los más de 200 capítulos de la serie original del carpintero. Nadie que haya mirado esa cantidad de episodios podría hacer algo como esto. Bueno sí, por lo visto sí.