Marco Bellocchio es uno de los grandes cineastas en actividad; el mejor de Italia, uno de los pocos maestros europeos vivos, un genio. El espectador vernáculo puede verificarlo. Se estrenaron en los últimos años Vincere, Bella durmiente, Sangre de mi sangre. Como pocos, Bellocchio es capaz de suscitar desconcierto y reconocimiento, risas y lágrimas, intensas emociones y complejos pensamientos. Puede tomar la vida de un pintor ateo, un político sin escrúpulos, un conde inmortal, o reconstruir el secuestro de Aldo Moro e imponer sus temas predilectos: la vida inconsciente, la crítica política, el rechazo a las certezas de la teología y su desconfianza respecto de la institución familiar.