Hay gente que tiene tiernos recuerdos de la primera época de oro de la Disney – finales de los 30 hasta mediados de los 60; bah, todo el tiempo en el cual el tío Walt estaba vivo y vigilaba personalmente los proyectos de animación del estudio -. Yo no. Para mí, el grueso de los filmes Disney de ese tiempo eran unos melodramas tremendos, de esos donde los pibes lloraban como locos en el cine al ver todas las maldades que les pasaban a los protagonistas. “Carrusel de emociones!”… un corno. Solo pude hacer las migas con Disney a partir de La Sirenita en donde se manejaban con otras sensibilidades, aún cuando los papás de Tarzán fueran boleta en los primeros cinco minutos del filme o hicieran puré a Mufasa bajo una estampida de millones de animales espantados. Existen maneras y maneras de vender dramas de la vida real a un niño, y lo de Disney en los 40s era Dickensiano. De entre esas cosas figura Dumbo (1941), película que habré visto una vez cuando era chico y después me dediqué sistemáticamente a escaparle el resto de mi vida junto con Bambi, Pinocho y otras torturas sentimentaloides que, podrán ser clásicos indisputables, pero definitivamente no son lo mío.
Si ahora veo la versión 2019 del cuentito del elefante orejón que puede volar, es gracias a Tim Burton. En los 90 era LA fuerza creativa de Hollywood, el chico malo que marcaba tendencia y destilaba originalidad por todos sus poros. Pero hace rato que Burton no pega una, se recicla a sí mismo y, a excepción del mega hit Alicia en el País de la Maravillas, la taquilla le ha sido esquiva. Lo de Dumbo 2019 no es muy diferente, entra en la categoría de “tibia acogida” – 350 palos de recaudación contra cerca de 170 de presupuesto – y las críticas no fueron muy amables que digamos. No recuerdo Dumbo, así que la versión de Burton es una tabla rasa para mí. El drama es que no cuaja; el bicho es simpático, la producción es espectacular, el melodrama sigue estando pero mucho mas sedado… pero no emociona, ni siquiera divierte demasiado. Saquen a Danny DeVito – el cual disfruta como loco su papel de cirquero chanta y figura paternal de su familia de freaks ambulantes – y verás que el resto no funciona. Michael Keaton sobreactúa y no impresiona, Collin Farrell está sonámbulo, Eva Green se ve agria, avejentada y no le da para sumisa trapecista de circo (lo suyo siempre fueron los roles badass), y hay dos pibes que te hacen crujir los dientes y que son los personajes humanos que reemplazan a los ratoncitos amigos de Dumbo que estaban en el filme original. El drama es la piba, hija de Thandie Newton, que habla como un autómata, no sabe actuar y – en medio del ambiente circense – se le ocurre tener aspiraciones de científica… lo cual es un excelso ejemplo de super pedantería. Ella es la que inventa el método de la pluma para que Dumbo aprenda a volar, pero es insufrible el 99% del tiempo.
Todo es drama y tristeza. El padre, a la que se le murió la esposa mientras estaba en la guerra y que vino un brazo menos; el circo en quiebra; el elefantito separado de la mamá; el malvado domador que termina hecho puré por sus maldades; el malvado empresario que – en un giro curioso del libreto – es codicioso, angurriento y tiene un parque de diversiones futurista que hace acordar a una versión steampunk de Disneylandia (¿una crítica velada de los libretistas?), la trapecista / chica trofeo con mal pasado pero corazón de oro… Pero ninguna de estas cosas resulta atrapante. Y para colmo el villano, por enojado y caprichoso, termina haciendo tantas estupideces al final que se remata él solito, disparando un absurdo climax plagado de efectos especiales que el filme no precisaba – ésta es una historia íntima entre una cría y su madre, la reconstrucción de las familias destruídas gracias al amor, las segundas oportunidades en la vida, el valorar lo que realmente importa en esta existencia -. Al menos Alan Arkin – en los dos minutos que aparece – parece pasarla bomba con su rol de banquero codicioso y cínico (hubiera sido una delicia ver a Christopher Walken en el papel, lástima que los tiempos no le dieron).
Definitivamente Dumbo 2019 es un espectáculo sobreproducido y mediocre; hay demasiadas cosas traídas de los pelos, y hasta el elefante parece un personaje secundario en su propio filme. En el frente quedan todos los humanos, la mayoría de los cuales – saquen a DeVito, Arkin, el mono borracho y el moreno forzudo del circo que hace de secretario y le lleva la contabilidad a DeVito – fallan en causarte alguna impresión positiva. Es que están mucho tiempo en pantalla con un drama tosco, en vez de darle espacio al personaje principal para que se exprese como corresponde. Sigue sin poder venderme la fábula, y definitivamente es un filme que dudo mucho que vuelva a revisitar alguna vez en mi vida.