La maquinaria de Disney, que no para un segundo de facturar y crear (en ese orden), ahora llegó a los cines con “Dumbo”, la esperada remake de Tim Burton del clásico animado de los años 40. Pero esta no es una remake en ningún sentido, es bien independiente del filme original, y lo único que queda es el elefantito de orejas grandes que puede volar, esta vez creado por computadora y en un plano que por momentos parece secundario. Burton, uno de los directores más singulares de las últimas décadas, construye su propia historia de Dumbo, poniendo el foco en los personajes de un circo, diferentes y desclasados, algo freaks como a él le gustan. Las marcas del cine de Burton están ahí (colores contrastantes, extravagancia), pero no hay lugar para tantas “rarezas” ni oscuridades. Esta no deja de ser una película infantil de rasgos ingenuos, destinada a un público familiar, y lo único que se le podría reprochar al respecto es cierta frialdad en los personajes, que no llegan a emocionar en escenas clave. El único que logra realmente traspasar la pantalla es el gran Danny DeVito, que interpreta al desbordado Max Medici, el dueño del circo donde nace el pequeño Dumbo. El humor que despliega DeVito logra compensar en parte a un Michael Keaton desperdiciado como villano y a un Colin Farrell que parece sacado de “La familia Ingalls”.