Denis Villenueve (Blade Runner 2049 y La llegada) se transformó sin dudas en una referencia en la ciencia ficción moderna.
Logró en varios de sus films el equilibrio entre los efectos visuales y contar una historia. Y con Duna volvió a conseguirlo.
En principio hay que marcar que la primera decisión correcta fue dividir la historia en dos (¿o tal vez tres películas?). Las novelas de Frank Herbert son tan extensas que resultan complejas de adaptar en la gran pantalla.
Tal vez, hasta hubiera funcionado mejor como serie, ya que habría permitido desarrollar mucho más a cada personaje (uno de los puntos que no termina de explotar).
La película propone varios cambios de ritmo entre la acción y las escenas de drama tratando de lograr la tensión necesaria. Pero, por momentos, tornan un poco lento el desarrollo.
Por otro lado, es visualmente excelente. Vestuarios y escenarios son realmente muy buenos y logran transportarnos al lugar. En momentos quizás nos encontramos con un exceso de grandilocuencia, pero es una forma de mostrar la inmensidad del mundo en el que el director desea relatar la historia.
El elenco es otro acierto. Cada personaje encaja a la perfección y cumple su rol. Nadie brilla por demás, pero cada quien acepta e interpreta su personaje. Desde Timothée Chalamet (Paul Atreides) y Oscar Isaac (Leto Atreides) en sus roles de padre e hijo, hasta el carismático Jason Momoa (Duncan Idaho) como protector del joven príncipe cada uno cumple su labor sin fisuras.
Por último, es importante destacar que debe ser muy difícil conformar a los fundamentalista de las novelas. Dune es un largometraje, ideado en partes y que busca plasmar algo del mundo narrativo de Herbert.
Veremos cómo se completa la historia.
El comienzo fue alentador.