La tercer (¿y última?) entrega del Hombre Araña de Tom Holland es sin dudas la mejor de las tres. Aún con muchos actores secundarios rodeándolo, Spiderman es el centro de atención. Y cuidado, no es que tenga poca competencia. Todavía dentro de una trama juvenil, con conflictos adolescentes (que a veces rondan lo ridículo), el desarrollo se disfruta mucho más que en películas anteriores. La comedia siempre fue una parte importante de Spiderman. Y en “No Way Home” es dónde mejor se usa. La dupla MJ (Zendaya) y Ned (Jacob Batalon) que acompaña a Peter Parker funciona. Dr. Strange (Benedict Cumberbatch) juega su papel en la trama pero no se roba la escena. Y la Tía May (Marisa Tomei) definitivamente toma el rol del “Tio Ben” para ser guía de Peter. Tal vez lo más flojo sea que el comienzo del nudo del film se da de forma absurda. Sin embargo, el desarrollo y desenlace son realmente buenos. Visualmente es espectacular, y las escenas de acción son de gran nivel. Los efectos y el CGI están usados a la perfección. Claro que, sin ningún tipo de dudas, el condimento que hace especial el largometraje es la aparición del multiverso. Para no entrar en el terreno de los spoilers lo que se puede decir es que la inclusión de cada personaje se hizo de gran forma. El guión los ordena y todo está ajustado para que cada quien tengo su momento. Además, vale destacar que los buenos actores mejoran cualquier película y la inclusión de algunos de ellos eleva el nivel general. Así que, si decimos que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, “Spiderman: Sin camino a casa” se hizo cargo del legado y cumple entregando un gran espectáculo.
Como pocas veces el título de la película hace honor a la cinta. Pero no de forma positiva. “Eternals” es un film eterno. Más de dos horas y media de nada. No basta con los efectos especiales (que dicho sea de paso no terminan de encajar). Las escenas de acción están saturadas. Nunca se termina de comprender las habilidades de los personajes y si se complementan o no. Sin embargo, el problema principal del largometraje es que lo que nos intenta contar no es creíble. Claro, un universo de superhéroes también debe ser creíble. Porque una historia siempre necesita verosimilitud. Y en Eternals nos encontramos con dos grandes inconvenientes que atentan contra esto. Por un lado el guión es pobre, la narración repetitiva, con diálogos complejos que intentan parecer profundos y solo confunden. Por otro, las actuaciones. Un elenco plagado de nombres conocidos (Salma Hayek, Angelina Jolie, Kit Harington, Richard Madden entre otros) no garantiza buenas actuaciones. Y en este film ocurre que todo parece forzado. La química entre los personajes definitivamente no fluye. Floja por donde se la mire.
Denis Villenueve (Blade Runner 2049 y La llegada) se transformó sin dudas en una referencia en la ciencia ficción moderna. Logró en varios de sus films el equilibrio entre los efectos visuales y contar una historia. Y con Duna volvió a conseguirlo. En principio hay que marcar que la primera decisión correcta fue dividir la historia en dos (¿o tal vez tres películas?). Las novelas de Frank Herbert son tan extensas que resultan complejas de adaptar en la gran pantalla. Tal vez, hasta hubiera funcionado mejor como serie, ya que habría permitido desarrollar mucho más a cada personaje (uno de los puntos que no termina de explotar). La película propone varios cambios de ritmo entre la acción y las escenas de drama tratando de lograr la tensión necesaria. Pero, por momentos, tornan un poco lento el desarrollo. Por otro lado, es visualmente excelente. Vestuarios y escenarios son realmente muy buenos y logran transportarnos al lugar. En momentos quizás nos encontramos con un exceso de grandilocuencia, pero es una forma de mostrar la inmensidad del mundo en el que el director desea relatar la historia. El elenco es otro acierto. Cada personaje encaja a la perfección y cumple su rol. Nadie brilla por demás, pero cada quien acepta e interpreta su personaje. Desde Timothée Chalamet (Paul Atreides) y Oscar Isaac (Leto Atreides) en sus roles de padre e hijo, hasta el carismático Jason Momoa (Duncan Idaho) como protector del joven príncipe cada uno cumple su labor sin fisuras. Por último, es importante destacar que debe ser muy difícil conformar a los fundamentalista de las novelas. Dune es un largometraje, ideado en partes y que busca plasmar algo del mundo narrativo de Herbert. Veremos cómo se completa la historia. El comienzo fue alentador.
Sin dudas Bond se transformó en un personaje difícil de abordar. Anclado en el pasado, lograr sostenerlo en el presente es cada vez más complejo. Sus características, su personalidad, sus métodos, su historia no son fácil de contar en 2021. Debido a esto, satisfacer a todos es imposible. Los seguidores de la saga podrán ver qué hay cosas que no cierran. Los nuevos espectadores tal vez no la entiendan más allá de una película de acción. Entre todo esto, “Sin tiempo para morir” tiene uno de los mejores comienzos de la saga. La primera media hora es realmente buena. Ágil, bien desarrollada, con los matices justos entre acción, los toques cómicos del personaje y los guiños a los espectadores. Pero la dificultad de abordar al agente secreto termina produciendo que el film decaiga. El argumento no es del todo sólido, pero sí bien abordado. Sin embargo, luego de ese comienzo muy entretenido la película se diluye. Innecesariamente (o tal vez necesariamente pero de mala manera) se cae en explicaciones y dramatizaciones que no ayudan nada y termina produciendo un film de acción cualquiera y no una película de James Bond. Además, los personajes secundarios no aportan lo necesario. Ni el villano de turno (Rami Malek), ni la “chica Bond” (Léa Seydoux) dan la talla. Sin dudas la mejor aparición es la de Paloma (Ana de Armas) y está totalmente desperdiciada. El inconveniente de la crítica es que para poder terminar de explicar porque la entrega número 25 de la saga se desploma hay que contar cosas que no se pueden contar (spoiler). Así que no queda más que ver al agente 007 y disfrutar lo que al menos es uno de los mejores inicio de la saga.
Tan extravagante como la primera entrega, The Suicide Squad no deja de sorprender, pero tampoco termina de convencer. Esta ¿remake? o ¿reboot? o ¿secuela? (no queda muy claro) toma personajes del film anterior -Suicide Squad (2016)- e introduce otros. Siempre bajo la misma tónica. Sumar villanos/locos/apartados sociales que formarán un equipo para realizar una misión aparentemente suicida y en la que el gobierno estadounidense no tiene nada que ver. La historia se repite, y eso no es necesariamente malo. Aunque en este caso realmente no se aporta mucho a la causa de los súper héroes/súper villanos del universo DC. Sin dudas Harley Quinn (Margot Robbie) es el personaje más completo y que más destaca. Y aunque el resto del elenco es bueno, nadie termina de distinguirse. Desde Idris Elba (Bloodspot), pasando por Joel Kinnaman (el coronel Rick Flag) y hasta Viola Davis (Amanda Waller - la “organizadora” del Escuadrón) hacen gala en ciertas escenas, pero no logran desarrollar sus personajes para que tengan verdadera fuerza. Lamentablemente es talento desaprovechado ya que la profundidad de los personajes no abunda. Y sus apariciones saben a poco. A favor nos encontramos con buena dosis de acción y comedia entremezcladas. Ese es el toque distintivo que nos trae James Gunn. El director (Guardianes de la Galaxia) tiene experiencia y la tira a la cancha. Jugando con lo infantil, haciendo de lo ridículo algo práctico (al estilo Deadpool) para el relato, usando la música a su favor, nos entrega 2 horas de entretenimiento (ya que le sobran varios minutos). Otra vez el potencial de los personajes y la historia que se podría contar nos deja gusto a poco. Escasas diferencias con su casi homónima película (la única diferencia es el artículo al principio) hacen que “El” Escuadrón Suicida siga siendo pequeña para un universo comiquero/cinematográfico que debería dar mucho más y mejor.
Mucha acción y poco argumento. Muchas explosiones y poco desarrollo. Buenos efectos y pobre guión. Básicamente Black Widow es eso. El estreno que se esperaba, el nuevo gran lanzamiento de Marvel. Pero sólo logró apaciguar débilmente la fiebre de superhéroes qué hay en estos tiempos post-Avengers. Natasha Romanoff (Scarlett Johansson) es uno de los personajes más enigmáticos del universo Marvel. Y uno de los que tuvo menos desarrollo en los films de Avengers. Claro, era complicado abarcar su pasado ¿Cómo llegó a ser quién es? ¿Su relación con Hawkeye? ¿Por qué fue reclutada por SHIELD? Aparte tenemos otros condimentos. Estados Unidos, Rusia, enigmas, espías, súper soldados. Si bien son argumentos repetidos, son más que suficientes para dar un buen espectáculo. Por todo esto, la idea de la película de Black Widow en solitario parecía buena. Pero las buenas ideas no siempre se transforman en buenas películas. En este caso nadie sale favorecido. Ni el personaje de Natasha Romanoff, ni el UCM. Y peor es el saldo para el resto de los personajes secundarios que introduce el film. Más que una ayuda, son un verdadero lastre (predecible e insulsos) que Scarlett debe cargar. Los dos grandes inconvenientes son: por un lado que la película no aporta nada trascendente a la historia que ya conocemos. Más que hurgar realmente en el pasado atormentado que vivió Natasha, el film se centra en una chata y tragicómica historia “familiar”. En segunda instancia la temporalidad del largometraje no ayuda en lo más mínimo. Estrenada a destiempo y mal ubicada en lo que tanto cuidó Marvel, que es su línea para contar varias historias en paralelo. Lo más interesante que deja es la escena post créditos. El mayor enigma del film. Y fiel al estilo Marvel. El resto. Es una linda portada.
La década del `80. Nos entregó grandes clásicos. Hoy en día usada para ambientar series y películas gracias al resurgimiento de la cultura Pop. Claro que situar un film en esa década de esplendor no es suficiente. Luego del éxito que tuvo el reboot la directora Patty Jenkins pareció dormirse en los laureles. WW84 es rutinaria. Un viaje lineal y algo tedioso, por momentos, por la vida de Diana Prince (Gal Gadot). Lo que en la primera entrega fue un acierto (Diana descubriendo el mundo luego de una vida entre Amazonas) en esta entrega es una repetición. Cambiar de época -antes fue la Primera Guerra Mundial- no es suficiente para contar (la misma) una historia. Apelar a la nostalgia puede servir como recurso, pero no como sustento principal. Los villanos no ayudan. Maxwell Lord (Pedro Pascal) utiliza una antigüedad arqueológica para transformar deseos en realidad. Y cuál campaña de concientización esa situación parece transformarse en una metáfora de una “mala” y “salvaje” sociedad de consumo. Barbara Minerva/Cheetah (Kristen Wiig) hace un buen papel cómo una Barbara tímida pero las cosas no salen bien cuando se transforma en Cheetah. Y no solo por la forma, sino sobre todo porque el personajes “digitalizados” es casi cómico. En el haber nos contentamos con Gal Gadot. Si bien la llevan a un lugar incómodo, ella sale bien parada. Cumple el rol en las dos facetas (Diana/Wonder Woman). También es justo decir que el comienzo del film es atractivo y no olvidemos las apariciones de Steve Trevor (Chris Pine) que traen algo de gracia y saca lo mejor de Gal Gadot. Sin dudas hacen buena dupla. En definitiva el inconveniente más importante está en no definir que tipo de historia contar. ¿Hacer una crítica social? ¿Ser una comedia romántica ligera? ¿Convertirse en una film de acción? Pulular entre todos ellos no fue buena idea.