Una línea de tiempo que se retrotrae más de medio siglo atrás. Durante la década del ’60, los amantes de la ciencia ficción conocieron “Duna”, de Frank Herbert, prolífico fotógrafo y periodista que construiría una auténtica cosmogonía alrededor de las cinco secuelas que componen el universo desértico. Una pieza literaria destinada a convertirse en un clásico de culto. La empresa de llevar a la compleja novela a la gran pantalla, por parte de un joven e inquieto David Lynch, se convertiría en una odisea, hacia 1984.
Producida por el legendario Dino De Laurentis, se insertaba dentro de un panorama del cine sci-fi posmodernista regido por la omnipotente saga de “La Guerra de las Galaxias”. Guerreros galácticos, batallas épicas y un salvador con poderes paranormales, en la piel de Kyle MacLachlan, a punto de convertirse en actor fetiche del siempre impredecible Lynch, conformaron los elementos preponderantes de esta mastodóntica transposición. Sin embargo, el veredicto de la crítica fue, en absoluto, aprobatorio. Sucede que el director nativo de Montana, por aquel entonces, no gozaba de los pergaminos y la validación como cineasta ultra respetado que hoy ostenta el responsable de logradas gemas como “Prisioneros” (2013) o “La Llegada” (2016).
Desde su inquietante “Maelstrom” (2000) a su abrasiva “Polytecnique” (2009), Dennis Villeneuve se ha confirmado como un visionario arquitecto visual, perfeccionista orfebre de la imagen cinemática. No resulta extraño que haya sido elegido para dirigir la inesperada secuela de una de las películas de ciencia ficción más fenomenales de todos los tiempos, la distópica “Blade Runner 2049” (2017), digna heredera futurista, ciberpunk y neo-noir de la magna obra de Philip K. Dick. Su interés casi fetiche por la literatura apocalíptica parece no agotarse, encargándose de una nueva adaptación de “Duna”, uno de los estrenos cinematográficos del año. ¿Quién mejor que él para vestir de imágenes en movimiento la siniestra cosmovisión del incomprendido Herbert?
Nacido en Québec, este brillante cineasta reconocido internacionalmente, se vislumbra como uno de los talentos más atractivos del mapa industrial contemporáneo. Aquí, se muestra, por enésima ocasión, en excelente forma. En Villeneuve, todo cobra magnitud operística: “Duna” es un abrumador poema visual que toma prestada una página del manual shakesperiano consumando la más exagerada tragedia. Como indudable marca autoral, una compleja estructura dramática nos lleva a desconfiar de sus extrañas criaturas, mientras un tratamiento narrativo fuera de lo convencional otorga dinamismo a sus relatos, brindando algunos de los más impactantes momentos cinematográficos del nuevo milenio. La novela le cae como anillo al dedo para su siempre grandilocuente puesta en acción.
Su detallismo es tal, que objetos portadores de verdades milenarias adquieren la significancia grandiosa de resolver la narrativa de forma elocuente y original. Allí radica la grandeza de un cineasta de inagotable creatividad, capitalizando para sí el inmenso potencial de tan épica novela. Prestemos atención al perturbador uso de la música (en manos del proverbial Hans Zimmer); también a la sorprendente inventiva para que los médanos desérticos cobren vida propia como si de una pieza de opt-art se tratara. Ubicándonos en un futuro distante, una fastuosa puesta en escena recrea las coordenadas histórico-temporales, mientras una paleta de colores saturados transmite cierta falta de esperanza respecto a la condición humana. Para el autor, los temores más resonantes e intrínsecos se vuelven realidad sin compasión por sus personajes. Su pesquisa se vale de elementos cruciales para cimentar una mirada impactante sobre la incomunicación humana, la identidad y los miedos.
“Duna” se conforma como un espectáculo visual y sonoro, un blockbuster distópico en donde metáforas lo suficientemente logradas suelen representar deseos reprimidos. Villeneuve utiliza una única perspectiva: sus personajes conllevan un sentido insustituible del honor y la venganza, concatenando un all star que incluye a intérpretes de la talla de Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Javier Bardem, Oscar Isaac, Josh Brolin, Stellan Skarsgaard y Charlotte Rampling. La sofisticación del canadiense no llega al delirio colosal y lisérgico de Jodorovsky, así y todo, sabe valerse de su inagotable cantera de recursos para adaptar a esta auténtica odisea esteparia, haciendo gala de una personalidad arrolladora.