El décimo film de Christopher Nolan, Dunkerque, carga las tintas en la imponencia de la imagen y el sonido, entregando un espectáculo tan apabullante como simple desde su contenido. Es indudable que, aun con sus detractores, Christopher Nolan se ha convertido en uno de los directores de Hollywood más prestigiosos de los últimos tiempos.
Desde sus inicios en Following y Memento, y el pico de la trilogía del Caballero Oscuro, su fama no ha parado de crecer, entrando en ese grupo selecto de realizadores que venden con su solo nombre en un afiche.
Siempre se habla de la libertad creativa que los estudios le otorgan a estos creadores, confiados en sus éxitos y galardones, ara que hagan “el proyecto que quieran”. En el caso de Nolan, desde El Origen siempre se dice que las ideas surgen de él y Hollywood se limita solo al financiamiento de lo que está en su mente para plasmarlo en la pantalla.
Dunkerque es un film bélico, con todas las letras, ningún giro que haga sospechar que se utiliza el envase para presentar otra cosa, un film clásico y tradicional sobre un episodio de guerra dentro de un contexto más grande, al estilo Rescatando al Soldado Ryan.
En este caso, hablamos del hecho verídico ocurrido en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, frente al avance nazi en Francia, las tropas de ese país y de Inglaterra, que superan los 300000 soldados, están varadas y deben escapar. En las playas de Dunkerque, Francia, aguardan a que los rescaten, antes de que lleguen los alemanes y sea demasiado tarde.
Con estos elementos, Nolan, también autor del guion, construye una historia que se separa en varias, hablando de varios personajes, y la situación de cada uno.
Para eso, cuenta con un elenco en el que se destacan Tom Hardy, Mark Rylance, Fionn Whitehead, Jack Lowden, Kenneth Branagh, Cillian Murphy, James D’Arcy, y Harry Styles, entre otros; un elenco de renombre y lujo, para una propuesta que, en primer plano, no pareciera apuntar a una narración fuerte que permita el gran lucimiento actoral.
Dunkerque es cine espectáculo , filmada y pensada con cámaras IMAX, lo que queda en nuestra memoria es el sacudir de las butacas frente el impresionante trabajo del departamento de sonido, cada detalle resuena haciéndonoslo sentir en todo el cuerpo.
La banda sonora de Hans Zimmer acompaña permanentemente y también cala hondo, envuelve, y nos hace vibrar, es épica sonora. La gran épica se completa con una cuidada fotografía de Hoyte Van Hoytema adecuada en tonos y saturación para hacernos sentir la angustia de los personajes, y ese tono tan clásico que se pretende imprimir, haciendo uso de la gran pantalla IMAX, aun en una cuadratura estilo widescreen.
¿Pero qué sucede si la bajamos de esa enorme pantalla? Desde acá me surge una incógnita. Prácticamente no hay diálogos en el film, muchas veces mudo (con la omnipresencia sonora), y otra veces plagado de frases sueltas sin continuidad. La historia no posee un gran proceso, y hasta es mejor que se vaya con algún conocimiento previo sobre los hechos reales.
Si algunos actores como Hardy brillan es por presencia propia, lo que sucede en las primeras dos terceras partes del film es golpe de efecto de espectacularidad que nos maravillará en el momento, pero difícilmente nos acompañe en el tiempo.
Con todo, es espectáculo se sigue con interés, y es loable que Nolan no haya recaído como otras veces en las sobre explicaciones. Todo hasta arribar a un tercer acto en el que la épica se convierte en panfleto, en donde aparecen los diálogos y las escenas más fluidas y tradicionales, para enaltecer lo que ya sabemos, remarcándolas a un punto algo molesto.
Dunkerque se aprecia más como un film de estudio que como film de autor, es una propuesta para entrar equipado con el pochoclo y la gaseosa y ver como el martilleo nos hará perderla capa superficial del balde y volcar un poco de los vasos.
Hay una lectura interesante a través de la imagen, suspenso creado, y algunos cuestionamientos interesantes en los personajes, pero lo limitado del guion no permite que se eleve por encima de otras propuestas muy superiores como la descarnada y mucho más profunda Hasta el último hombre; otra épica y tour de forcé adrenalínico, pero que se animaba a más, consiguiendo mayor emotividad.
Los fans de Nolan extrañaran varios de sus tics, y sus detractores encontraran una propuesta más tradicional que quizás pueda ser de su agrado. Dunkerque es un buen tanque para esta temporada, pero como ese hecho en medio de la inmensa Segunda Guerra, difícilmente quede en el recuerdo de los grandes films bélicos.