Una anomalía puede asociarse a desperfectos, a correrse de la normalidad o lo esperable, La anomalía no permite prever, es un desvío.
Dentro de la filmografía del británico Christopher Nolan, sus últimos cuatro proyectos tienen los siguientes puntos en común: promediaban los 158 minutos de duración por film, eran sobreexplicativos, solemnes e incluían partituras musicales in crescendo hasta llegar a un clímax estridente; jugaban con la temporalidad, el tiempo detenido, el relato desdoblado y el paralelismo temporal.
Dunkerque (Dunkirk, 2017) es una anomalía de Nolan, quizás por necesidad y determinación. El menjunje de elementos habituales cuando bien utilizados -como en este film- demuestran un claro ejemplo de su virtud.
Dunkerque es una ciudad portuaria del norte de Francia en la que históricamente aconteció la Operación Dínamo, que consistió en la evacuación de soldados británicos, franceses y belgas tras la derrota francesa a cargo de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
Estamos ante un film bélico que implora convertirse en épico. Nolan apela a la majestuosidad de la imagen, a desechar en lo posible el digital y filmar en 70mm respetando el formato casi en extinción de las grandes superproducciones a las que intenta homenajear y de las que ha tomado varios elementos. Prefiere filmar en la locación original, modificar la región y reconstruir para asemejarse a los hechos. Rasgos que demuestran una cierta obsesión quisquillosa por querer acercarse a directores que admira, como Lean o Kubrick.
Hay tres aspectos que funcionan muy bien dentro de la narración de Dunkerque: la delimitación, el tiempo y el sonido.
El film está presentado en tres extensiones comprendidas entre el aire, mar y tierra, permitiendo así una delimitación de tres historias con tres personajes que son asociables instantáneamente a lo largo del metraje. Sin importar las distintas duraciones de estos segmentos, los tres tienen un nexo que es el tiempo.
Los paralelismos temporales son utilizados de manera tal que en los primeros minutos cuesta entender la organización lineal del film, pero una vez asociados el recurso distractivo pierde su efecto y da lugar al sonido.
El sonido y la utilización de la escala Shepard -decisión conjunta con Hans Zimmer- consistente en crear una ilusión auditiva in crescendo a partir de una serie de notas en distintas octavas con objeto de generar suspenso.
Dunkerque es un film en el que se percibe a un Nolan más relajado en su labor, sin querer mostrar superioridad y espectacularidad, tramas que rozan el ridículo como en Interestelar (Interestellar, 2014), no contar con un protagónico que se robe el film como Heath Ledger en Batman: El Caballero de la Noche (The Dark Knight, 2008), ni dar mil vueltas sobre el mismo eje, como en El Origen (Inception, 2010).