Christopher Nolan (La trilogía del Caballero Oscuro, Interstellar) presenta su nueva película Dunkerque filmada en formato IMAX.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en las playas de Dunkerque, cientos de soldados británicos y franceses se encuentran rodeados por el avance de las fuerzas alemanas.
El filme centra su relato en tres historias principales. Por un lado: un padre, un hijo y su amigo que aceptan el llamado para ir al rescate de los soldados en su pequeño barco. Después un grupo de jóvenes que intentan escapar de la guerra cueste lo que cueste. Finalmente un grupo de pilotos que surcan los aires en busca de detener ataques enemigos.
Nolan se aleja de los relatos policiales y de ciencia ficción para entrar en el terreno bélico y realista. Aunque este “realismo” es sólo en referencia a su contexto.
A diferencia de Mel Gibson en Hasta el último hombre o de Steven Spielberg en Rescatando al Soldado Ryan, Nolan sigue construyendo su trabajo a partir de los detalles y de cómo el producto final será apreciado por el espectador. Todo está calculado en la filmación y la post producción. Es por eso que este exceso de realidad es el que lo aleja de una construcción más general y mantiene presente su impronta de relato moderno.
Por otro lado, Dunkerque no tiene un protagonista o un grupo de protagonistas. El film comienza en el medio de la acción y no hay un punto de vista fijo en la historia. No pierde el tiempo introduciendo a los personajes. Aunque hay diálogos, no es la esencia del film. Y por momentos le juega en contra y dispersa al espectador.
La imagen y el sonido son un punto a analizar. Desde lo visual el material filmado en cámaras IMAX es impecable. Las tomas aéreas y bajo el agua son un desafío para el director que logra planos y secuencias dignas de ver en un cine capacitado para ese formato.
El sonido y la banda sonora (de Hans Zimmer, continuo colaborador) vibran al mismo nivel que el relato que presenta Nolan. La tensión es un efecto común en su filmografía y la mayoría se desarrolla entre el segundo y el tercer acto. El efecto en el sonido y la música está en ascenso continuamente y esto fortalece el suspenso transmitiendo al espectador esta tensión con todas las herramientas que tiene el cine.
El director también suele jugar con los saltos en el tiempo. Esa misma tensión que se desarrolla pasada la mitad de la película a veces es acompañada por un cambio temporal que sirve como engaño para el espectador. Algunas veces más evidente como en Memento o Following y en otras más sutiles como en El Origen, Interstellar o El Gran Truco. En Dunkerque hay un salto temporal pero no es funcional al relato y no aporta ningún atributo al film.