A veces reseñar películas parece ser que es acceder a una excusa para quejarse, poner cara de malo y ponerse pretencioso exigiéndole a los artistas que le pongan un poco de voluntad a su trabajo, pero sucede que a veces estos artistas hacen todo para causar una cierta decepción sobre obra, y no es que yo esperara mucho del trabajo de Patrick Hughes (director) y Tom O’Connor (guionista principal) pero si esperaba que al menos sostuvieran al nivel de la primera película de esta saga, la cual al menos era novedosa y tenía una buena construcción en la relación de los personajes, cosa que no sucede y que hace que se sienta un retroceso respecto a la realizada en 2017.
En esta segunda parte volvemos a encontrar a Michael Bryce (Ryan Reynolds) quien es un guardaespaldas de primera línea, especializado en la protección de personas de alto perfil que cae en desgracia a causa de la muerte de uno de sus objetivos.
En la primera parte el drama se desata cuando la ex novia de Bryce (Elodie Yung), quien trabaja para interpol, le encarga a Michael el cuidado de uno de los asesinos con más alto perfil y más peligroso del mundo, Darius Kincaid encarnado por Samuel L. Jackson quien será testigo en el juicio del dictador Valdislav Dukhovich; aquí es donde se encuentra una de las mayores diferencias entre la primera película y está secuela ya que la razón por la cual Bryce es elegido para el trabajo es su capacidad y sus habilidades en todos los campos de la seguridad, en esta segunda parte encontramos a un Bryce convertido en un idiota que parece haber retrocedido respecto a la primera parte, de ser un tipo seguro, valiente y eficientes paso a ser un llorón que vive distraído por la herida de haber perdido su licencia triple A, cuestión que el desarrollo de la primera parte debería haber dejado en el olvido, ya que Bryce logra demostrar su valia para ese trabajo. Por otro lado, el personaje de Samuel L Jackson pasó de ser un personaje imponente e intimidante a ser un simple alivio cómico que a pesar de ser peligroso solo se la pasa pensando en sus conflictos matrimoniales, una parodia del que conocimos en 2017.
Entonces esta película pasó de ser en su primera parte una buddy movie a ser una simple comedia de acción sin ninguna profundidad o tridimensionalidad en los personajes, es decir son planos monotemáticos. En «Duro de cuidar» (The Hitman’s Bodyguard, 2017) el personaje de Salma Hayek tiene un pequeño desarrollo que la muestra como una mujer intimidante que no duda de si misma ni del amor de su esposo, en la caricatura que nos ofrece la segunda parte es un simple personaje latino genérico y estereotipado que vive persignándose y hablando de la maternidad, no han dejado nada del personaje de la primera parte que formaba una pareja ideal con el personaje de Jackson, a pesar de la poca interacción que había entre ambos personajes.
En «Duro de cuidar 2» nos encontramos con un Bryce frágil y solitario que necesita poner en palabras el dolor que le causa la pérdida de su licencia lo cual convierte a la depresión o la tristeza en objetos de burla, a pesar de contener un par de chistes el cambio de tono de la historia destruye al personaje de Bryce, un personaje con demasiados daddy issues que en definitiva deja de ser atractivo.
En esta segunda parte la trama pierde atracción ya que caemos en qué todo es producto de la casualidad, dejando que el desarrollo sea nulo; o sea que sucede algo que se conecta con otra cosa lo cual lleva otra cosa sin que parezca que hay una real conexión, parecen escenas descolgadas que apenas desarrollan la trama.
En esta segunda parte Bryce es contactado por Sonia Kincaid, interpretada por Salma Hayek, ya que Darius fue secuestrado por un traficante de armas, quien al mismo tiempo es informante de un agente interpol, interpretado Frank Grillo, quien ante la desaparición de su informante obliga al trío a descubrir los objetivos del verdadero villano y desarmar sus planes, a pesar que los protagonistas no tienen ninguna conexión con este personaje, todo demasiado enredado y rebuscado ya que no tiene para nada la construcción realizada en la primera película sobre la relación de Jackson y el villano encarnado en aquella película por Gary Oldman, el dictador Vladislad Dukhovich.
En esta película cada personaje aparece más que nada para mover la trama de un lado a otro pero no sé siente orgánico, cada cosa que sucede da la sensación de ser innecesaria. El personaje de Frank Grillo por ejemplo se siente una copia del personaje que encarna Jason Statham en Spy (Paul Feig, 2015) pero sin ser atractivo o divertido, el mismo tipo de actor de acción puesto como alivio cómico, pero sin ninguna comicidad, lo mismo sucede con el personaje de Morgan Freeman quien luego del impacto inicial solo cumple la función de ridiculizar sin necesidad al protagonista, tal vez el problema de esta película es que tiene demasiados alivios cómicos y no le da carga dramática a ninguno.
El villano Aristoteles Papdopulous, al cual le da vida Antonio Banderas parece una parodia de cualquier villano de Bond lo cual también es un choque producido por el cambio de tono con respecto a la primer película ya que pasamos de un dictador violento y asesino que parece inspirado por Slodovan Milosevic a un millonario sociópata que necesita un artefacto que le va a permitir destruir el sistema de comunicaciones de la Unión Europea, dejándola a ciegas solo para vengar una ofensa hecha a su país, es decir pasamos de un villano acusado de crímenes de lesa humanidad a un chiste contado mil veces de mejor manera.
La trama es la misma que vimos en unas cuantas películas de espías, que por cierto lo hacen mejor. La misma estructura de siempre: héroe- conflicto- mcguffin- giro argumental- desenlace, es decir nada novedoso.
No hay nada malo en no ser novedoso, el mundo está lleno de películas que reciclan la historia de otras, pero si existe algo malo en la construcción de esta trama es que destruye a sus personajes y a su potencial para ridiculizarlos y dejarlos en un lugar peor que al principio ya que involucionan y pierden todo en el camino, hasta la elegancia.
Esta película es una comedia de acción que pretende generar risas destruyendo lo bueno de su predecesora, la relación entre los personajes parece forzada, los chistes son repetitivos y la acción decae hasta desaparecer. Si bien cumple con la función de entretener y hasta divertir en varios tramos, lo que no es poco, para algunos que exigimos un poco mas no es suficiente, sobre todo si evaluamos el potencial que tenía aquella película de 2017.