Tal vez la ‘Renfield’ de Chris McKay no sea una película de la cual los críticos hablen enamorados de su técnica, manejo de cámaras, montaje o fotografía. Tal vez esta película no se destaque por un guion que hace redefinir las formas en la cual se hace cine, tal vez no sea amada por tener ese tipo de guion lento y tedioso que muchos confunden con reflexivo. Sin dudas jamás será aplaudida dos horas por un grupo de críticos enardecidos. El valor de esta película está en sus intenciones de entretener y nada más. Robert Montag Renfield (Nicholas Hoult) es un hombre de más de cien años que vive sometido por su jefe, quien es ni más ni menos que el príncipe de Valaquia, el conde Drácula (Nicolas Cage). La relación entre ambos sobrepasa el límite de lo tóxico y es directamente abusiva por parte del nosferatu por lo cual Robert comienza a frecuentar a un grupo de ayuda en el cual intenta llegar a una respuesta para su problema de autoestima, pero lo único que consigue es encontrar a personas que abusan de sus compañeros, a quienes entrega a su jefe como alimento. La trama se le complica a Renfield cuando elige como víctimas a un grupo de narcotraficantes por lo cual se mezcla en una trama policial que se vuelve apocalíptica. El encuentro con los narcos lo lleva a conocer y simpatizar inmediatamente con la agente Rebecca Quincy (interpretada por Awkwafina), tal vez la única agente honesta de la policía de Nueva Orleans, quien está obsesionada con desarmar la banda de los lobos, una organización criminal cuyo sello es la violencia. La película es un libro de autoayuda disfrazado de film de acción. La trama que subyace debajo de toda la sangre y la violencia que se nos muestra es que cada persona vale por sí misma y que debe luchar por aquello que cree merecer. Es aquí donde la película a pesar de su simpleza y cursilería le saca ventaja a otras películas que solo se basan en ir escalando en violencia y dificultad hasta llegar al jefe más fuerte pero sin tener ningún argumento o trasfondo, como por ejemplo Jhon Wick: Chapter 4 (Chad Stalehelski, 2023), en Renfield los personajes tienen un trasfondo y una construcción, precaria y simple pero construcción al fin. Chris McKay quien ya había trabajado en The Tomorrow War, (2021) y The Lego Batman movie (2017) demuestra nuevamente su capacidad para darle dinamismo a la historia, Renfield es una película que no se toma respiros y que avanza todo el tiempo en su trama lo cual la hace entretenida pero en esencia vacía, lo cual no nos importa ya que el festival de violencia y hemoglobina nos mantiene tan entretenidos que no nos ponemos a pensar en el sinsentido que estamos viendo, desde que entramos en el mundo que se nos ofrece aceptamos sus reglas sin cuestionamientos; eso es un logro del guión ya que a pesar de la gravedad de lo que estamos viendo (para los personajes) no intenta convertirlo en un drama real sino que simplemente nos cuenta la historia de un tipo que come cucarachas para obtener los súper poderes que necesita para conseguirle víctimas a su amo que es un vampiro milenario, no hay ningún trasfondo ni historia de origen o logias que entorpezca la narración o la vuelva lenta. Robert Kirkman escribe una historia dinámica y despojada del tono melodramático y trágico que le imprimió a las versiones live action de sus cómics The Walking Dead y la serie Outcast. McKay construye una historia entretenida sobre el guión que le ofrecen Kirkman y Ridley. En cuanto a las actuaciones vemos un muy buen trabajo de Nicholas Hoult quien interpreta a un hombre atormentado por sus acciones y por sus vínculos con un sujeto violento, egoísta y posesivo que no lo deja ser libre y atormenta; por el lado de Awkwafina nos ofrece un buen trabajo, extrañamente no sobreactúa ni repite su personaje odioso y carente de encanto que tanto gusta a los snob, en esta ocasión se toma el tiempo de construir a una persona valiente que padece una perdida con la cual lidia entregándose a su sentido del deber. La película obtiene un subidón de energía cuando aparece en pantalla Nicolás Cage interpretando al Conde Drácula ya que no parece responder al tono de comedia de la película, su Drácula es un ser malvado, lejos del ser atormentado de la novela de Bram Stoker o del sujeto romántico y melancólico que nos entregó Coppola (Bram Stoker’s Dracula, 1992) el personaje de Cage, a pesar de emular estéticamente al clásico Drácula cinematográfico de Bela Lugosi o Christopher Lee, disfruta de su poder y violencia, es un villano hecho y derecho que no se cuestiona de ninguna manera su origen o el sentido de su poder. Cage le da una intensidad a su personaje que es la adecuada a pesar de por momentos ser caricaturesco. La película de McKay es entretenida y ágil que a pesar de caer en el cliché aburrido de la organización criminal con códigos propios no logra corromper su argumento ni abandonar su tema que es la reconstrucción de un individuo destruido por una relación abusiva, en definitiva, una historia más humana de lo que la trama puede sugerir. Renfield es un buen entretenimiento correcto en lo técnico, con una historia simple y buenas actuaciones, lo cual no es mucho pero tampoco es poco.
M. Night Shyamalan es uno de los mejores directores de los últimos veinte años, y tal vez no está obsesionado con romper esquemas al no contar historias o establecer una superioridad de lo técnico sobre lo argumentativo cómo le sucede a algunos directores muy adorados por la crítica. Shyamalan no pierde el tiempo en contar historias sacadas de otras obras, adornarlas con elementos técnicos con el único fin de ganar dinero pero bajo la farsa de querer enaltecer el arte como hace James Cameron (¿ acaso alguien se creyó que le interesa el arte?) o en el peor de los casos con ilustrar al mundo como un sitio horrible que tiene el privilegio de tenerlo a él como un miembro de la especie humana, cómo le sucede a Iñárritu. Si bien cuenta con todos los recursos técnicos y creativos de verdaderos genios como Fincher o Spielberg el objetivo de este director es contar historias; a veces sus historias han sido buenas, otras malas, pero jamás ha renunciado a eso, a la importancia del arte sobre el artificio, de la fábula cómo eje de la narración. Él tiene su sello que aparece en sus historias, pero nunca es más importante que lo que quiere contar. Luego de fallida ‘Old’ de 2021 (fallida para un sector de la prensa que para con algunos directores está dispuesta desconectar la credibilidad y aceptar lo que se les da pero que con Shyamalan en particular prefieren buscar errores en lugares donde no los hay o pedir explicaciones que a otros no les piden) adaptación de la novela gráfica Castillo de arena, de Pierre Oscar Levy y Frederik Peeters. Shyamalan se vuelve a arriesgar adaptando una obra de otro autor, en este caso elige la obra de Paul Tremblay ‘La cabaña del fin del mundo’. Paul Tremblay desde sus comienzos sabe guardar dentro de sus historias mensajes subyacentes que van más allá del mismo terror, es así como en ‘A head full of ghosts’ (2015) el tema es la mercantilización del dolor, el fanatismo religioso y la evasión de la realidad por medio de negar la enfermedad mental, aunque aun así la duda es lo que nos provoca verdadero terror y donde siempre terminamos preguntándonos si asistimos a un hecho paranormal o un simple acto de locura. En su otra obra ‘Disappearance at Devil’s Rock‘ (2016) Tremblay vuelve a jugar con el dolor y la locura de tal manera que al terror se agrega la angustia. Este autor construye los dramas desde la acción y no desde los personajes ya que es la reacción de los personajes lo que nos ilustra el carácter de los mismos, los personajes actúan, no se explican y a partir de su accionar uno logra conocerlos. Esa habilidad del autor de develarnos directamente la acción es lo que les da dinamismo a sus historias y nos permite empatizar con los protagonistas. En ‘La cabaña del fin del mundo’ lo que nos trae es un home invasion con más toques de violencia y gore que sus otras obras, pero al mismo tiempo es la menos terrorífica de ellas. En esta novela en realidad critica la forma en que los sujetos cuestionamos la realidad a partir de la información que nos llega desde las redes sociales sin realizar cuestionamientos, de la misma manera que critica el fanatismo religioso. Tremblay en cada una de sus obras explora las dinámicas familiares y la forma en que un objeto extraño altera las mismas y como afecta a cada individuo este fenómeno. Con el título nacional de ‘Llaman a la puerta’ M. Night Shyamalan presenta la adaptación de esta novela haciéndole justicia a la original, pero manteniendo esos toques propios de su obra. Tremblay mantiene dentro de sus narraciones un gris que nunca nos permite discernir si lo que estamos leyendo es realmente un hecho netamente paranormal o una interpretación paranormal de un hecho racional. La sinopsis de la película es sencilla: Eric, Andrew y Wen son una familia que va a pasar unas vacaciones en una cabaña ubicada en un bosque de Pensilvania. Un día aparecen en el bosque cuatro personas que intentan convencerlos de sacrificar a un miembro de la familia para evitar el apocalipsis. La historia también podría ser leída desde el otro lado, lo cual la haría mas interesante: Leonard, Sabrina, Redmond y Adriana son cuatro individuos que viven en distintos lugares del país, que tienen ideologías, gustos y profesiones diferentes y que a partir de visiones que los atormentan se ven unidos en la misión de prevenir el apocalipsis. Desde esta premisa algo absurda Shyamalan construye una película cargada de suspenso y de violencia, la cual como suele hacer el director transcurre fuera de campo, lo cual es por un lado una virtud ya que el director nos trasmite cierta incertidumbre al no participar de la acción y por otro lado le quita fuerza. Shyamalan al quitarnos la violencia delante de nuestros ojos nos permite enfocarnos en las emociones de los personajes, sus reacciones y la interacción entre los mismos ya que sin ninguna explicación logramos comprender la relación entre Andrew (Jonathan Groff) y Erick (Ben Aldridge) o el dolor y contradicción que atraviesa a Sabrina (Nikki Amuka-Bird). Shyamalan construye desde las actuaciones, y la fotografía, el sonido, el montaje y el diseño forman parte de la parte de la fábula, pero no son la narración, por lo cual son herramientas que enriquecen y no opacan lo que se quiere contar. Al tratarse de una historia que transcurre entre cuatro paredes el suspenso pasa por las voces, los gestos y el lenguaje corporal. En ese sentido Dave Bautista da una actuación adecuada, construye a su personaje desde lo emocional, ya que su Leonard es un hombre angustiado por lo que tiene que hacer y esta creación es tan genuina que lo pone como el eje de la película trazando un diferencial con otros actores provenientes del mundo de la lucha libre, Shyamalan los lleva a explorar otra faceta de su actuación, parecido a lo que James Gunn hizo con John Cena en Peacemaker (HBO, 2022) sin ser un histriónico o sobreactuar Bautista llega a convencernos de la peligrosidad y sensibilidad de su personaje. El resto de los actores también logran una interpretación adecuada generando duelos entre los personajes que le dan verosimilitud a lo absurdo de la historia. Shyamalan entrega un thriller apocalíptico que comienza como un intenso home invasion pero que se coinvierte en algo más sensible que mantiene la tensión hasta el final. Desde el punto de vista técnico casi no tiene errores y el guion es una buena adaptación del texto original. Sin dudas un paso adelante de este director que seguramente será atacado por sus detractores, quienes cada vez se quedan con menos argumentos.
Hay un sector de quienes critican películas que considera que la seriedad en un film basado en cómics se logra no contando chistes y mostrando violencia explícita hermosamente coreografiada y filmada en cámara lenta, también hay quienes creen que con una fotografía oscura y un tono lúgubre se logra cierta profundidad más allá de lo banal y aburrido que puede ser lo que se cuenta en el relato en sí. En mi opinión la madurez a una película se la da el tema que no están mostrando. Es por eso que Thor: Love and Thunder (T. Waititi, 2022) puede parecerme más profunda y oscura que The Batman (M. Reeves, 2022) o la razón por la que el Captain América: The Winter Soldier (Anthony y Joe Russo, 2014) me parece más crítica de la realidad, inteligente, original y refrescante que la objetivista y ominosa The Dark Knight (Chistopher Nolan, 2008) todo está en el tema. Esta vez Marvel decidió meterse con la perdida, el duelo, el perdón y con la carga del poder, sin perder la elegancia, el ritmo ni el sentido del humor. En Black Panther: Wakanda Forever, Ryan Coogler juega con estos temas además de con el peso de gobernar a pesar de las ansias de venganza. Lejos de parecerse a las producciones que toman cosas de The Fast and the Furious, (Rob Cohen, 2001) y el estilo de Zack Snyder. En esta película se toman elementos de la primera parte y se los amplifica, dándole más puntos en común, desde lo estético con Dune (D. Villeneuve, 2021) de Villeneuve, a pesar de estar localizada en nuestro planeta parece que nos están presentando otro mundo. En algún aspecto la película lleva a un choque visual entre lo que podríamos considerar el mundo real y el mundo construido para Wakanda y Talokan, está diferencia estética nos permite abstraernos de los dramas políticos planteados para personajes humanos como Everett Ross y Valentina La Fountaine y el drama que ocurre en estos mundos imaginarios. En definitiva Coogler nos presenta dos mundos tan irreales cómo verosímiles que nos permite entender el drama que nos presenta. Hace poco pudimos ver en Black Adam (Jaume Collet- Serra, 2022) como para ilustrar los poderes de Dr. Fate el director simplemente optó por hacer un copy paste de las habilidades y movimientos del Dr. Strange simplemente cambiándole la vestimenta al personaje; en Wakanda Forever podrían haber hecho lo mismo con el mundo submarino de Namor y copiarlo directamente de la Atlántida presentada en Aquaman (Aquaman, James Wan, 2018) pero no, eligieron crear un mundo nuevo, un tanto más realista pero bello a la vez. Wakanda por su lado se ve más amplificada, con más detalles y cierta utilización mas práctica de la tecnología y del arte callejero. Entonces debemos entender que la intención del director y su equipo fue presentarnos un mundo futurista pero posible. La historia que nos presentan nos ubica en el momento exacto de la muerte de T’challa y nos enfoca en el dolor de su perdida y en el trabajo que deben hacer sus seres queridos para afrontar su perdida. La reina Ramonda, un año después, debe restablecer el status de su país frente a la comunidad internacional al mismo tiempo que investigaciones de EE.UU. encuentran Vibranium, el metal extraterrestre que hace posible todo en Wakanda, en el fondo del océano afectando los intereses del reino de Talokan, por lo cual el Rey Namor pide ayuda a Wakanda y ante la negativa de la reina comienza el conflicto entre ambas potencias. Es a partir de estos dramas palaciegos que el guion de Coogler y Cole decide mostrarnos el camino del héroe que debe realizar Shuri. El antagonista en esta película es el suBmariner Namor, quien podría ser considerado el primer superhéroe ya que su lanzamiento fue en 1931, esta creación de Bill Everett llega a la pantalla grande con ciertos cambios en su origen que respeta su ascendencia de mutante pero lejos de ser el rey del mitico reino de Atlantida es el rey del reino sumergido de Toklan que se asienta en las raíces y mitos mesoamericanos. Tal vez este cambio sea polémico pero no desentona para nada en la historia de violencia y opresión sobre las minorías que es la base de la historia creada en la primera parte. Wakanda Forever no es una película perfecta, pero tiene muchas intenciones de contar bien una historia, de desarrollar a sus personajes, relaciones y dilemas, que construye desde la imagen y el sonido sin molestar ni convertir al estilo en lo único que importa, en esta película se le han prestado atención a los detalles y al peso de lo estético. Su música de alguna manera no solo está ahí para acompañar o generar estridencia, sino que forma parte del relato enriqueciendo la experiencia visual. Ryan Coogler ha logrado crear algo a pesar de la pérdida del protagonista de la primera parte sin convertirla en un homenaje burdo pero sin eludirlo, sentando las bases para el personaje en el futuro.
DC comics al parecer sigue pretendiendo crear su propio universo cinematográfico, como Marvel, pero aun no logra crear un nexo entre cada uno de los personajes, en cuanto a lo conceptual, lo estético y ni siquiera en a que público va dirigido. Black Adam (Collet-Serra, 2022) la última película de esta compañía denota muchas de esas inconsistencias, las cuales arrancan desde la historia que se cuenta hasta la forma en que está presentada la película, estéticamente hablando. El guión recuerda mucho a esos juegos que realizan los niños con figuras de acción en los cuales se debe crear una historia y el narrador le va agregando cosas a medida que transcurre la misma, sin importar si tiene sentido o no, sin importar si algún muñeco se quede olvidado debajo de la cama y no vuelva a aparecer hasta que termine la sesión. En esta película sucede eso y hay personajes que navegan en la intrascendencia. Black Adam es un personaje nacido en 1945 en la desaparecida compañía Fawcett, que luego fue comprada por DC, en su origen fue un antiguo esclavo que al ser elegido por los antiguos dioses recibe el poder Shazam pero que por sus métodos violentos fue encarcelado durante 5000 años. En un principio funciono como antagonista del Capitán Marvel (ese es el nombre original de Shazam) pero de a poco se fue incorporando a la galería de villanos de diferentes héroes de la compañía como Superman y Linterna Verde. La película comienza con una inconsistencia histórica que debido a mi oficio no puedo dejar pasar: nos presenta una civilización ficticia de Kahndaq, que está anclada en el Oriente Medio, a la cual llaman ‘la primera de todas’, que existió 2300 años antes de Cristo, lo cual es erróneo ya que mucho antes de esos 2300 años existieron civilizaciones grandiosas como la Sumeria y la Egipcia, esto habla de la forma en que se armó el guion al crear un punto cronológico para la historia donde ni siquiera hicieron una investigación sobre desde que época existe la civilización. La cuestión es que esta civilización es invadida por el Rey Akh-non de quien nunca se especifica su pueblo o procedencia, simplemente aparece. Estos invasores imponen mano de hierro y esclavizan al pueblo, en búsqueda de un mineral para construir una corona que le permita tomar los poderes de siete demonios. De esta civilización esclavizada surge un niño que asume el rol de protector y antes de ser ejecutado recibe los poderes de Shazam, luego de una ardua lucha el campeón triunfa y desaparece. Luego la película nos coloca en un presente distopico en el cual luego de miles de años de sometimiento Kahndaq es invadida por una organización diabólica, llamada Intergang, que quiere usar los recursos naturales del Kahndaq para hacer cosas malas, porque si, no pidan explicación. En la ambición de esta organización despiertan al viejo campeón dormido: Teth Adam quien realiza diversas matanzas de villanos hasta que los héroes de la Justice Society deciden intervenir para poder controlar a nuestro protagonista. La película tiene muchas escenas de acción con pantalla azul pero no voy a criticar este exceso porque sería una estupidez (díganme como simular que un hombre vuela a velocidad Match 4 sin que quede mal y sin usar tecnología y aceptaré las críticas a ese recurso) que básicamente van de nuestros héroes enfrentándose entre sí, sólo porque no conocen el arte de la conversación, no hay ninguna razón para que peleen más que para llenar metraje. Por otro lado tenemos a la Justice Society, la cual podríamos reducirla a Hawkman y Dr. Fate (ya que Atom Smasher y Ciclone no aportan nada más que sangre joven para las secuelas cómo dijo Deadpool en Deadpool 2 de 2018) quienes llevan adelante la acción y el desarrollo de la » trama». Hay algo que se repite en dos momentos y que nos hace pensar que tal vez podría haber algún trasfondo detrás de tanta acción sin sentido, en una de las primeras escenas un niño le dice a un agente de Intergang «tu no eres mi amigo, solo eres agente de un enemigo imperialista que viene a robarnos nuestros recursos» lo cual no está mal y es cierto pero está puesto de una manera forzada y en una película producida en un país que es imperialista algo que parece burla y queda fuera de lugar. En el mismo tono otro personaje le reclama a la Justice Society cual fue su rol cuando su país fue invadido y el porqué entran en acción solo cuando consiguen un protector, lo cual tira por el piso la tesis de la película ya que Black Adam no actúa como héroe pero tampoco como villano, simplemente no se ata a las normas morales de la sociedad del siglo XXI. Otra cosa que hace el reclamo a la Justice Society es darle la razón al Capitán América en Civil Car (Joe y Anthony Russo, 2016) ¿Qué pasaría si los héroes responden a la agenda de una potencia? Dejarían que los aliados de su gobierno invadan un país y actuarían cuando sus intereses peligraran. Las escenas de accion están bien logradas pero son repetitivas y hasta parecen copiadas de otras películas, cada vez que uno ve al Dr. Fate es usando sus poderes o luchando es inevitable pensar en que eso ya se hizo con Doctor Strange en las películas de Marvel. Por otro lado en la película nunca especifican los motivos reales de los villanos ¿Obtener el poder por el poder mismo? ¿No hay agenda? En los últimos años hemos visto villanos con motivos más complejos en otras películas de superhéroes desde obtener un equilibrio universal y acabar con el sufrimiento de la gente a la simple supervivencia, uno tiende a pensar que esa actitud de hacer el mal porque sí ya no forma parte de los guiones, pero aún está ahí, quitándole cualquier sentido a la historia. En Black Adam se intenta jugar a la acción ochentosa pero sin ningún fundamento y con un guion deficiente, que falla en las referencias a la cultura pop porque no produce ninguna emoción y en el humor, cualquier intento de provocar risa o de tener un alivio cómico choca con la intrascendencia y la poca capacidad para la comedia de sus intérpretes. Jaume Collet-Serra lleva adelante una dirección atinada y la fotografía trata de copiar el estilo de Snyder pero si las pretensiones estilísticas ni la filosofía de ultra derecha de este director, aún así la película es fallida.
Antes que nada, debo decir que Thor: Ragnarok (2017, Taika Waititi) es, a mi parecer, la mejor película basada en cómics de superhéroes que se haya hecho desde las Spiderman de Sam Raimi. Los motivos son muy sencillos y el primero de ellos es el hecho de que comprende el texto sobre el cual se escribe la historia, es decir que Taika Waititi comprende que la fantasía épica que le impuso Walter Simonson a los cómics del Dios del trueno en los cómics en cámara luce aburrido y bordea lo ridículo. Este problema es algo que le sucede a la mayoría de los productos basados en cómics lo cual lleva a despojarlos demasiado de la realidad para darles sentido a los personajes, es decir tratar de escapar al genero fantástico o de ciencia ficción para darle un tono realista solo ha hecho mas aburridas e inverosímiles a estas historias. Por otro lado, Ragnarok recupera el concepto de divertimento y eso es lo más importante, desde finales de los años ochentas el cómic se volvió una lectura para intelectualoides perezosos, ya que intentan encontrar la crítica trascendente en revistas de veinticuatro páginas en lugar de explorar la filosofía o la literatura clásica. Es decir la filosofía y la comprensión del mundo en que se vive debería venir de vivir la vida o de leer el pensamiento original de un genio no desde la relectura edulcorada y tendenciosa de un relator que tamiza sus interpretaciones de Hegel, Ayn Rand, Nietzsche, Foucault o Shakespeare en historias contadas con dibujitos. Los cómics se vieron plagados de artistas más o menos talentosos que trataron de llevar su visión nihilista o fascista de la vida a los textos de los cómics. Esto de alguna manera volvió a los cómics más interesantes pero pretenciosos y aburridos. Los cómics desde su nacimiento han sido creados para entrenar, para divertir y en el mejor de los casos para transmitir un mensaje. A partir de la década del 2000 muchos productos para cine basados en cómics comenzaron a copiar ese tono atentando contra la esencia de los personajes y sobre todo contra la posibilidad de divertirse, Thor más que nadie sufrió de esta tendencia y más que ningún otro producto del UCM fue criticado por ello. Thor Ragnarok recupera esa posibilidad y sobre todo nos da la pauta de que una buena historia, con hechos que cambian al personaje pueden ser contados sin aburrir y sin quitarle interés al personaje. Thor: Love and Thunder (2022, Taika Waititi) es una consecuencia de Ragnarok y desde ese punto de partida todo el camino del personaje hasta donde lo encontramos al principio de la película está justificado. Love and Thunder es una historia sobre Thor (Chris Hemsworth) enfrentando a un villano, Gorr el asesino de Dioses (Interpretado por Christian Bale) y no la historia de un villano que casualmente se topa con el héroe y es ahí donde la historia es todo un acierto ya que sin el villano de turno la historia igualmente sería interesante. La sinopsis es simple: luego de años viajando con los Guardianes de la galaxia, Thor decide volver a la tierra para buscar información sobre un villano que está masacrando Dioses, en su retorno se reencuentra con su gran amor Jane Foster (Natalie Portman), quien está atravesando la fase 4 de un cáncer, el villano es secundario y lo importante es el desarrollo del héroe. Sobre la construcción del villano el guión permite que el trabajo lo haga el actor encargado de personificarlo, quien desde su postura y sus tonos de voz nos permite empatizar con él a pesar de no ser el eje de la historia. Otro gran acierto de Love and Thunder es que como ha pasado con las películas de James Gunn y Doctor Strange in the multiverse of madness nos encontramos con un director con voz propia, Waititi plasma en esta película su estilo el cual se nota en el aspecto visual, en el montaje y en la forma de contar la historia ya que este director puede llevarnos a momentos muy altos de comedia e inmediatamente mostrarnos una escena que rompe con ese tono, creando una situación de extrañeza que no nos permite aburrirnos. Waititi nos muestra esa capacidad de romper el tono de lo que estamos viendo sin quedar fuera de lugar. En esta película el director nos presenta una extraña mezcla entre épica y comedia que al estar bien narrada no desentona y es ágil. En Thor: Love and thunder recuperamos el carácter heroico de los dioses del trueno ya que el dilema que les plantea el villano los lleva a enfrentarlo a pesar de los riesgos que implica para sus destinos esta pelea. En algún momento de la película Zeus (Russell Crowe) les propone un salvoconducto, pero la esencia de ser un héroe épico esta en aceptar el tener que hacer sacrificios en nombre de un bien mayor. La cuarta película del dios del trueno es una obra ágil y divertida que mezcla la comedia y drama con la epicidad al mismo tiempo que nos hace conocer la voz de su director, quien no se equivoca en ninguna de las decisiones que toma. Al final de la misma logramos comprender que su tema no es la venganza ni el destino del universo sino la forma en que se construyen las relaciones y la verdadera importancia que se les da.
Doctor Strange en el Multiverso de la Locura (Doctor Strange in the Multiverse of Madness,Sam Raimi,2022) es la nueva película de Marvel que llega al cine y trae como atractivos la utilización del concepto de Multiverso que se introdujo en Spiderman No Way Home y la vuelta al cine de superhéroes del director Sam Raimi y lo bueno que se puede decir de esto es que ambos recursos ofrecen lo que uno esperaba de ellos. El multiverso nos aporta elementos que enriquecen a la trama y que de alguna manera satisfacen a los fans de este género de películas. Por su parte Raimi aporta su toque, haciendo evidente que estamos ante el trabajo del director, el dinamismo, el montaje y la forma de construir la película de forma muy entretenida, sumado a momentos de terror son sellos del director que lo caracterizan y se agradecen. La película en si es una secuela directa de las series de Marvel Wandavisión (2021) y de What if…? (2021). Pero para aquellos que no siguen las series de Marvel no es imprescindible haberlas visto para comprender la trama. La película comienza in media res presentándonos a una variante de otro universo del Doctor Strange luchando contra una entidad demoniaca que quiere adsorber los poderes de una joven cuya única salvación es trasladarla al universo que conocemos de las películas donde el hechicero supremo de esta realidad deberá protegerla y ayudarla a combatir a las entidades demoníacas que la persiguen ya que toda la realidad depende de eso. En esta película volvemos a encontrarnos con la galería de personajes que forman parte del entorno de Strange, Christine, Mordo y Wong, quienes juegan un papel importante en la trama y ayudan a hacerla avanzar. El personaje nuevo: América Chávez, es la pieza clave de la historia y aunque por momentos juega el rol de dama en peligro es capaz de valerse por sí misma siendo también la guía moral entre lo que es correcto y el pragmatismo del hechicero. Hace su presentación en live action el personaje de Joey Casey, pero con una versión acotada de sus poderes, lo cual es clave para darle la importancia que se merece sin convertirla en un personaje «Mary sue. La presentación de este personaje es clave para la historia que pretende contarnos Raimi y para el futuro del UCM. Si bien la película usa el recurso de los multiversos y las variantes paralelas de los personajes para introducir los cameos no son estos el atractivo de la película ya que la historia avanza independientemente de ellos y eso es un punto a favor de un guion que le da funcionalidad a cada personaje y concepto que nos presenta, nada de lo que vemos en pantalla atenta contra la historia o no tiene razón de ser. Durante años se ha escuchado críticas contra el UCM en las cuales el argumento era falta de «buenos villanos» pero lo cierto es que el fuerte de Marvel está en sus héroes, en la humanidad de los mismos ya que esa fragilidad los hace pasibles de verse tentados o corrompidos, mostrando enormes posibilidades. Muchas veces se ha dicho que DC presenta dioses caminando entre humanos y que Marvel nos presenta a humanos en situaciones extraordinarias, pues bien, esa humanidad es lo que les da a estos personajes un costado oscuro que los hace prescindir de grandes villanos ya que el conflicto entre tener grandes poderes y no poder usarlos en beneficio propio lleva a tentación y el caos. Esta película nos presenta a Scarlet Witch como un verdadero villano, implacable, brutal y capaz de dar miedo. Además de tener un desarrollo como personaje que nos permite comprender sus motivos. El trabajo de Raimi le da a la historia un ritmo que no permite tiempos muertos ni lugar para el aburrimiento. Esta segunda película sobre el hechicero supremo si bien es dinámica se da tiempo para construir a los personajes. La edición y el montaje no nos ocultan que estamos ante un trabajo del director de Evil Dead (1981). Al igual que en su antecesora la música de Danny Elfman logra envolver las escenas, dándole un clima entre terrorífico y épico que juega muy bien con la trama. Esta es una película de alto perfil así que, sobre la fotografía, el diseño de producción, los vestuarios y los efectos visuales basta con decir que están más que a la altura de lo que se espera, porque es una obviedad y por quienes son los profesionales involucrados en este trabajo. Doctor Strange en el Universo de la Locura es una película bien construida, con una dirección correcta, buenas actuaciones y una trama bien construida en la que los personajes pueden desarrollarse. Es entretenida, violenta, emocionante y por momentos logra poner al héroe en una sensación de peligro. Si hay algo que las películas de superhéroes no han logrado generar es que el espectador sienta miedo por los protagonistas, salvo tal vez en Vengadores: Infinity War (Avengers: Infinity War, Anthony Russo y Joe Russo, 2018) ninguna de las películas de personajes de DC o del UCM han transmitido esa sensación, uno siempre guarda la esperanza de que el héroe de alguna manera va a conseguir vencer sin lastimarse demasiado. Bien, en esta película la construcción realizada por Raimi lo logra.
La trama de The Batman nos sitúa en el segundo año de Bruce Wayne utilizando la capa de Batman para infundir miedo en los hombres del bajo mundo de ciudad Gótica, precisamente en la semana posterior a Halloween cuando a causa de un brutal magnicidio Batman debe internarse en una investigación que más allá de llevarlo a resolver el crimen también lo lleva a conocer elementos de su pasado, la elite de ciudad Gótica e inclusive el pasado y los vínculos de sus padres que hasta ese momento desconocía. La investigación pone a trabajar a Batman y sus clásicos aliados: James Gordon (Jeffrey Wright) y Alfred Pennyworth (Andy Serkis) al mismo tiempo que cruza su camino con Selina Kyle (Zoë Kravitz), Oswald Cobblepot (Colin Farrell) y Carmine Falcone (John Turturro) en la búsqueda del verdadero responsable de los crímenes: The Riddler (Paul Dano). «The Batman» la nueva entrega del superhéroe de ciudad Gótica llega de la mano del director Matt Reeves quien decide alejarse del tono seudo intelectual y monótono que le diera Nolan en su trilogía y de la violencia sin sentido que le imprimió Zack Snyder a la versión que nos mostró en las desastrosas versiones de «Batman vs Superman: el origen de la justicia» (Batman vs Superman: Dawn of Justice, Zack Snyder, 2016) y «La liga de la justicia» (Justice league, Zack Snyder, 2017). Reeves le da a su película un tomo de policial negro, con ciertos tintes detectivescos que remite un poco a los cómics de «Año uno» (Batman: Year One, Frank Miller, 1987) y a la mejor versión del personaje que se ha visto en las pantallas, es decir a Batman: la serie animada (Batman: The Animated Series, 1992-1995), además el Batman de Reeves se diferencia de sus versiones anteriores debido a que no posee el enorme arsenal de gadgets que lució en entregas anteriores, Batman enfrenta a sus enemigos con poco más que sus puños, fiel a lo que era la intención de sus creadores Bill Finger y Bob Kane. El personaje que crea Robert Pattinson si bien tiene algo de la frialdad y falta de expresión propio de la versión de Bale, le agrega un toque de potencia interpretativa en los momentos que es necesario, Batman es tan intimidante por la violencia con que emprende contra sus rivales como por su porte, si bien se ve desgarbado la altura de Pattinson lo diferencia de sus enemigos y los hace ver indefensos ante él, en un personaje que usa el miedo para imponerse ese detalle es importante. La no utilización de gadgets o de elementos tecnológicos y su remplazo por una labor más detectivesca analógica ponen a Batman más cerca de la acción y con una actitud más proactiva. Durante casi toda película vemos a Batman hacer avanzar la trama y eso le imprime más protagonismo al personaje de James Gordon, tal y como sucede en los viejos cómics de Dennis O’Neill (Batman: Tales of the Demon, 1991). El detalle del Batimovil no es menor ya que en esta película no es más que un vehículo, muy potente, pero vehículo al fin, ya que en otras películas esta herramienta funciona como un personaje más que suele funcionar como una suerte de Deux ex Machina. Matt Reeves juega con Batman devolviéndolo a las fuentes del cómic y al género policial, imprimiéndole mucha acción y dinamismo. Si bien en su anterior trabajo adaptando una obra literaria a la gran pantalla Reeves se mostró como perezoso y técnicamente hizo un copy paste de la película sueca Let the Right One In (Låt den rätte komma in, Tomas Alfredson, 2008), es decir el director dijo querer construir una historia de terror inspirada en el libro de John Ajvide Lindqvist. Pero al igual que en la película sueca le amputó las partes más terroríficas del libro y la dejo reducida a una historia de amor, al igual que Alfredson hizo con su versión. En The Batman toma elementos también de The Long Halloween (Loeb, 1997) y Hush (Loeb y Lee, 2003) pero le da su impronta, creando de esta manera una historia en la que los personajes logran desarrollarse y desarrollar sus arcos y relaciones. Tanto Falcone, como el Pingüino son personajes bien incluidos y que aportan a la trama y su desarrollo, pero el gran aporte es el de Riddler como villano principal quien es aterrador y violento desde la primera escena hasta ese final, que de alguna manera funciona de cliffhanger para lo que vendrá. Tal vez la parte menos interesante es el tercer acto ya que se lo puede emparentar en demasía con el tercer acto de las películas de Nolan, convirtiendo a la ciudad, una vez más como objeto de una venganza personal. Una vez más se utiliza el caos y la violencia hacia las masas como medio para lograr cubrir la incapacidad de crear un final íntimo en el cual los protagonistas completen su arco sin recurrir a la espectacularidad. En el aspecto visual Greig Fraser, director de fotografía trabaja en la construcción de un marco espectacular en cual los colores y las sombras son herramientas de la narración. Tanto los diseños de vestuario como de producción a cargo de James Chinlund y David Crossman, respectivamente, logran llevarnos a una estructura de policial negro con toques de steam punk. La música de Michael Giacchino es omnipresente y por su potencia gran generadora de climas. La decisión de introducir una voz en off profundiza de alguna manera el tono de film noir que intenta darle el director y si bien la mayoría de las veces que este recurso se utiliza es molesta en esta película es un acierto que nos ubica en esa búsqueda de las fuentes del personaje Matt Reeves logra renovar a Batman desde la apuesta visual y desde la elección del elenco, el cual entrega un gran trabajo en cada uno de sus personajes, pero sigue siendo la misma historia del hombre millonario que sale a golpear a la clase baja de ciudad Gótica para proteger los intereses de la elite, lo cual es la esencia del personaje y por lo cual no se lo puede culpar al director por lo rancio reaccionario del personaje. Reeves entrega una buena película, sin pretensiones, dinámica y muy interesante que a pesar de una duración de casi tres horas no permite distracciones y es más que satisfactoria.
Pablo Larraín es un director con una filmografía despareja y claramente dividida entre lo que produce para el mercado latino y lo que realiza para el mercado angloparlante. Mientras que lo producido en América latina posee una voz propia que cuenta historias de alguna manera significativas su producción para el mercado anglo no es más que una la de una suerte de mercenario que solo cuenta historias que parten desde justificar las vidas de ciertas élites desde la victimización y la abstracción a su propio entorno, en las películas de habla inglesa de Larraín no existen las clases bajas y al alejarnos de aquello que se podría decir punto de vista del pueblo los conflictos solo pueden ser banales y aburridos. En sus dos últimas producciones Larraín recurre a lo mismo, es decir centrarse en dos momentos específicos de la vida de las figuras para desde ese lugar construir una sinécdoque de lo que es su vida en general. Desde un punto de vista humano el espectador puede comprender la centralidad de estos dramas en sus vidas, pero desde un punto de vista de clase es imposible empatizar con ellos, nada más alejado de una persona común que los problemas de una princesa o una primera dama. La historia que nos presenta Larraín se ambienta a principios de los años noventa, durante las vacaciones navideñas de la familia real británica en su finca de Sandringham. En este fin de semana la princesa Diana de Gales, esposa del heredero al trono: Carlos, se da cuenta que su matrimonio está prácticamente terminado y decide que debe cambiar el rumbo de su vida y renunciar al trono y la pompa real. En Spencer Larraín nos cuenta una historia en la que el personaje principal es un ser solitario, abatido y maltratado cuya única respuesta es el ensimismamiento. Spencer es una película que básicamente nos cuenta una relación en crisis en la cual la protagonista debe sufrir una suerte de estigmatización desde su entorno que la aísla y le hace saber que más allá de su título es una extraña en ese medio. Más allá de eso la película no expone mucho más y solamente trabaja la relación de Diana con algunos miembros de su séquito y sus hijos, quizás lo mejor de la película es esa relación madre hijos. Luego de Jackie (2016), Larraín vuelve a abordar a un personaje femenino notorio, en esta oportunidad es Diana de Gales al igual que en Jackie escapa de la biopic clásica lo cual es mérito del guionista nominado al Oscar Steven Knight quien construye un argumento que de alguna manera aísla al personaje principal en un entorno que de alguna manera le es hostil, lo cual no es un secreto que nunca haya sido expuesto por la prensa, es decir más de la mismo sobre este personaje, nada que no se haya abordado antes y nada que aporte algo a su construcción como figura. Larraín trabaja esta historia de una manera que termina hablándonos de opresión, maltrato y clasismo pero que de ninguna manera genera interés o empatía. El gran mérito de la película es que el director utiliza la cámara como elemento del relato de tal manera que asfixia a Diana, la persigue y la ahoga generando una tensión constante. los primeros planos, el movimiento constante de la cámara, los planos detalle, el uso del sonido y la escenografía ayudan a la construcción del estado de ánimo y la psicología del personaje. La directora de fotografía Claire Mathon, trabaja los climas y los ambientes de tal manera que cada circunstancia o escena tiene su propio matiz emotivo construido desde la iluminación y la paleta de colores que enriquecen la narración, el trabajo técnico y la actuación de Stewart son los puntos más altos de la película. Kristen Stewart una vez más nos ofrece una buena interpretación en la cual la transformación no es solo física, sino que trabaja los gestos, el tono de voz y el acento sin caer en la parodia o la imitación sino en la construcción de un personaje que se ve auténtico. Larraín construye la narración desde una puesta en escena correcta y un uso de recursos visuales que no son algo raro en él pero que se ven más pobres que en sus trabajos en lengua hispana. Tal vez la razón para que de alguna manera desentonen los recursos de narración con lo que se cuenta es el poco interés que genera el personaje protagonista y lo poco que hay para contar. Es así que Spencer termina siendo una suerte de historia de Hallmark o una lifetime movie sobre maquillada por el virtuosismo del director.
Existe un subgénero que ha llegado a la perfección en 1973 y es el género de la posesión diabólica, aun así desde el estreno de El Exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973) no han parado de salir obras que de alguna manera la homenajean y que, en otros casos, como el que nos toca hoy, le faltan el respeto. «El exorcismo de Dios» de Alejandro Hidalgo. Se suma a este género tomando elementos de la obra maestra de William Friedkin, pero sin siquiera rozar en lo más mínimo a la película que inspiro al director. La historia nos sitúa en un exótico pueblo de México en el cual un extraño fenómeno esta matando a los jóvenes. La presunta causante de los decesos al parecer es una interna de la prisión local que se encuentra poseída por un ente diabólico. Como suele suceder en este tipo de películas una entidad cosmopolita como la iglesia católica solo puede enviar como salvador a un sacerdote estadounidense, Peter Williams (referencia más que obvia a William Peter Blatty autor de la novela El Exorcista), quien cumple con su rol de héroe al mismo tiempo que intenta enmendar un error del pasado ya que hace dieciocho años al intentar exorcizar a un demonio termino poseído por este y cometiendo sacrilegio. La película intenta jugar con la lucha interna entre el bien y el mal que sucede en la psiquis del protagonista, pero es tan torpe que termina siendo bochornosa. En el subgénero de la posesión diabólica se entiende que debe ser muy difícil llegar a la originalidad y que muchas veces a pesar de los intentos es imposible no emular a las obras exitosas, pero se suele apreciar el esfuerzo que suelen hacer algunos directores como Scott Derrickson en «El exorcismo de Emily Rose» (2005) y «Líbranos de mal» (Deliver us from evil, 2014) , en el caso de Hidalgo se nota esta dificultad pero por sobre todas las cosas nos queda claro que ni siquiera hizo el intento de aportar algo de originalidad. Nos encontramos con ciertos planos que emulan a la obra de Friedkin junto a la utilización de jumpscares forzados para generar susto que ni siquiera son efectivos y pecan de innecesarios. La película básicamente muestra a personas de un país católico como incapaces de comprender la propia liturgia y mística de la religión que practican dejando la defensa de sus creencias a un representante de un país que principalmente es protestante, según el argumento de la película el estadounidense es mejor para comprender las costumbres de los propios mexicanos y darles una solución. Es decir, la vieja lógica colonial que comprende que la salvación viene de fuera, específicamente de EEUU, inclusive la salvación espiritual. El argumento peca de ridículo e inverosímil aun dentro de la inverosimilitud de lo que es la religión y la idea de la posesión. En el rubro técnico hay poco o casi nada que destacar ya que el guion, la edición, el montaje y hasta los efectos visuales nos muestran una mediocridad que parece propia de una producción amateur o, para no ser tan elocuente, una chatura que excede lo pretendido por la obra, ni siquiera las actuaciones o la construcción de personajes destaca en esta historia que pretende ser de terror, pero no lo logra. El director Alejandro Hidalgo quiso hacer una apuesta ambiciosa en esta producción al incursionar en un subgénero que tiene sus propias vacas sagradas, pero en este solo logro evidenciar su poco manejo a la hora de construir una narración y nos entrega un pastiche lleno de obviedades.
De forma muy sintética podemos decir que la nueva película de Roland Emmerich nos cuenta la historia del astronauta Brian Harper (Patrick Wilson) quien en una misión espacial en el año 2011 sufre un accidente del cual es responsabilizado por la NASA, ya que su compañero perdió la vida en el mismo. Luego de declarar que su misión fue atacada por una entidad extraterrestre es desacreditado por la agencia espacial y enviado al ostracismo hasta el año 2021 cuando un fanático de la teoría de las mega estructuras, KC Houseman (John Bradley) se contacta con él ya que tiene información sobre el cambio en la órbita lunar y los posibles estragos que podría causar esto en la tierra. A partir de ese momento Harper y Houseman, con la ayuda de la capitana de la tripulación siniestrada en 2011, Jo Fowler (Halle Berry) deben iniciar una campaña concientizar a la comunidad científica y militar sobre lo que podría ser un ataque extraterrestre. Moonfall la nueva película del maestro del cine catástrofe Roland Emmerich (decirle maestro no es un acto de obsecuencia sino un hecho objetivo, ya que sus obras más allá de la calidad que tienen, tratan sobre este tipo de acontecimientos) es una exhibición de sus temáticas clásicas: individualismo, patriotismo, familia y la obsesión estadounidense por solucionar cualquier problema tratándolo como una hipótesis de conflicto pasible de bombardear, torturar o asesinar; en esta lógica hasta la luna puede ser considerada un terrorista que no merece consideración, sin importar las consecuencias de destruirla. Pues sí, en esta película la enemiga es la luna y el único que pueden ponerle fin a su reinado de terror es el país de las barras y las estrellas. En Moonfall nos encontramos con la típica historia del sujeto que ha caído en desgracia entre sus colegas y que debe cargar con una verdad que nadie cree pero que podría salvar el mundo. Esto ya lo ha hecho el director en 2012 (2012, 2009), Día de la independencia (Independence Day, 1996) e inclusive en El día después de mañana (The Day After Tomorrow,2004), es decir la utilización del típico héroe que para reivindicarse debe salvar al mundo. Nuevamente Emmerich utiliza a un personaje fanático de las teorías de la conspiración como fuente de la verdad, quien a simple vista es un loco pero que en realidad esconde una sabiduría que el mundo necesita; los locos y los descarriados son quienes tienen la salvación del mundo. En esta película se repiten todos los tópicos del cine de este director, inclusive algunas tramas de los personajes parecen copiadas de películas anteriores: el padre adicto al trabajo que debe reconectar con sus hijos, el padrastro comprensivo y amable que debe sufrir un castigo por su bondad y el fenómeno extraño que lleva a los protagonistas al límite, aún sin comprender de que se trata. Como en todas sus películas el extrañamiento ante el fenómeno anormal no produce la parálisis ni el miedo en los protagonistas, sino que saca a flote el valor y el espíritu de equipo típico del clásico héroe musculoso, viril y por sobre todas las cosas americano (o mejor dicho estadounidense) quien se impone al egoísmo y la cobardía. Esta película parece un compendio de todas las tramas que ha trabajado el director ya que reconoceremos elementos de Día de la independencia 2: Contrataque (Independence day: Resurgence, 2016) y otras producciones en las cuales el director nos cuenta su versión del fin del mundo y sus consecuencias. Emmerich, de alguna manera, trata de instalarse con una saga cósmica como lo hizo con la secuela del día de la independencia, la cual fue interrumpida debido al fracaso de la cinta. En Moonfall se nos presentan esos elementos, pero con tanta torpeza que no es nada atractivo. Tal vez lo más atractivo de esta película es el tráiler ya que en este al dosificar la información y guardar las sorpresas para la película uno se hace la idea de que nos encontramos ante un argumento parecido al de la película china La tierra errante (Liu lang di qiu, 2019) pero no, solo fue un tráiler bien trabajado que supo mantener escondido el tema de la película, en remplazo lo que obtenemos es otra película genérica de un conflicto intergaláctico en el cual el humano (o mejor dicho el hombre estadounidense, ya que el resto de los países no aparecen en este conflicto interplanetario y miran con mucha displicencia el desarrollo de la lucha de los estadounidenses por proteger al resto de la humanidad que espera paciente y atentamente la labor de nuestros héroes) debe enfrentar a un enemigo extranjero que lo único que quiere es acabar con nuestro estilo de vida, es así desde hace algunos años Emmerich ha perdido las sutilezas y lo único que nos entrega son obras repetitivas que si tienen algún mensaje este fascismo encubierto . Roland Emmerich nos entrega una película cargada de efectos digitales que al mismo tiempo es torpe; con un desarrollo escaso de los personajes; con una narración que por momentos es intensa y entretenida pero que por otros se vuelve aburrida y repetitiva; con un guión que es un pastiche de sus obras anteriores y que no presenta ningún tipo de virtuosismo y que por sobre todas las cosas carece de originalidad.