El regreso del Deadpool depresivo y el motherfucker
La dupla más letal del mundo, el guardaespaldas Michael Bryce y el sicario Darius Kincaid, lucha contra una villana que pretende destruir Europa. Pero no lo harán solos…
Me acuerdo cuando pispié por ahí una peli en la que Ryan Reynolds y Samuel Jackson hacían de las suyas. Al darle play, logré aguantar unos 15 minutos viéndola, hasta que finalmente me puse con otro visionado. No me había parecido mala ni mucho menos, es más, la secuencia de títulos era una excelente presentación del personaje de Michael Bryce, interpretado por Reynolds, y del ascenso y caída de su carrera, pero puede que en aquel momento mis ojos buscaban otra cosa.
Hoy, habiendo visto tardíamente The Hitman’s Bodyguard y habiéndome reído y disfrutado cada secuencia de acción, me pongo con su secuela. Tras terminar su visionado, ese mismo sentimiento de hace unos años se resignifica, aunque ahora con un motivo más claro. Este aburrimiento no solo aparece para realzar lo bien que hace las cosas la primera, sino para comprender que esta secuela es, en casi todos sus aspectos, innecesaria.
Tras los sucesos de la primera parte, Patrick Hughes (que continua en la silla del director) nos plantea un terreno que funciona más como excusa que cómo una necesaria continuación. A que voy con esto, en la primera parte logramos distinguir, por más pequeña que sea, una transformación en el personaje de Reynolds; de un guardaespaldas de mala muerte pasa a ser el verdadero protector, sacrificando hasta su propia vida para salvar al asesino que juro proteger. Entonces, ¿Qué queda contarnos? Básicamente nada, tan solo algún que otro gag ocasionado por los hilarantes momentos de acción que recorre el film.
La excusa narrativa para realizar esta secuela no es tan mala de todas formas, ya que nos sitúa en los pies de un personaje que se robo varios minutos de pantalla en la cinta original. Me refiero a Sonia, interpretada por la verborrágica Salma Hayek. Conociendo su inestabilidad y su ira desenfrenada, que mejor obstáculo para romper la tranquilidad y la parsimonia que busca el personaje de Bryce, que se encuentra en periodo de revisión por su licencia. Es así que la brusca Sonia interfiere con el descanso del “casi” guardaespaldas y le ruega, entre balas y explosiones, ayuda para rescatar a su motherfucker cucaracha, Darius “Samuel L. Jackson” Kincaid.
Dejando en pausa su estabilidad emocional, Michael accede (sin muchas opciones) el aventurarse, una vez más, en el rescate y protección de su archienemigo, sin comprender que, si no pudo ponerle la correa al mismísimo Darius, menos la hará con su explosiva esposa.
Presentado este trío, en el que los amantes buscan ser padres y en el que el corrompido guardaespaldas apenas puede valerse de sí mismo, el enfrentamiento con un enemigo internacional y las deudas pendientes con la Interpol servirán de condimento repetido para posicionar a nuestros antihéroes en una aventura que dejará alguna que otra risa, pero que prefiere resguardarse en la facilidad de los chistes fáciles y en la introducción de personajes nuevos que nos hacen reaccionar como el meme de Leo DiCaprio en “Once upon a Time…”, que jugársela a contar una historia empática y funcional, tal como lo hizo su antecesora. Dónde antes teníamos un conflicto tan claro e irónico como el proteger al asesino que arruinó tu carrera, ahora tenemos una misión más en dónde lo absurdo pega más que las mismas secuencias de acción.
Hitman’s Wife’s Bodyguard es eso, un conglomerado de nombres que se pelea por ser el más gracioso y elocuente, pero que terminan chocando entre sí en una secuela que nadie se imaginó, y que ni los espectadores o sus mismos protagonistas necesitaban.