El aparato nostálgico crea humor descarado que no supera el efecto guiño. El humor físico que intenta disimular serias carencias de contenido argumental. Hollywood siempre es capaz de superarse a sí mismo con otra comedia olvidable. “Duro de Cuidar 2” es vulgar, innecesaria y chata. Congenia el talento actoral para luego dilapidarlo. Se muestra efectiva en multiplicar el sabor insípido cuando intenta generar diálogos de genuina gracia. También, llamativamente torpe para escenificar secuencias de acción. La simplificación argumental llevada al paroxismo nos anuncia que estamos frente a un producto francamente amateur.
Una teoría conspirativa ridícula activa una amenaza de catastróficas consecuencias. Allí está, lista para acudir al rescate, la pareja despareja de polos opuestos que se atraen. Aunque compartirán poco tiempo en pantalla. “Duro de Cuidar 2” toma el concepto de buddy movie y lo reformula a las necesidades comerciales del Hollywood posmoderno. Allí está la mujer de armas tomar. Punto y aparte, la mediocridad es un índice global: el mal endémico es la falta de imaginación. Escasean buenos guionistas y abundan inescrupulosos productores capaz de financiar semejante barco a la deriva.
“Duro de Cuidar 2” podría firmar a pie de página un manual acerca de como desaprovechar un elenco ilustre. Un Morgan Freeman holgazán, prestándose a la enésima burla de quien fuera una eminencia actoral durante las últimas cuatro décadas. Un Antonio Banderas en piloto automático, componiendo a un lastimoso jeque griego con su peor acento posible. Una Salma Hayek lanzando intensos epítetos irreproducibles pretendiendo comicidad y mostrando sus voluminosas curvas en búsqueda de despabilar a la platea masculina. Un Ryan Reynolds en caricaturesca impronta haciendo lo que mejor sabe, una gestualidad insípida que no ve venir la burla que se define por su ingenuidad. Un Samuel L. Jackson en copia falsificada de antiguos roles, probando que puede enterrar su legado cinematográfico con llamativa facilidad…y sin causar la mínima gracia. Lejos queda el good old & cool Sam de “Tiempos Violentos”.
Patrick Hughes, también realizador de “Los Mercenarios 3” (2015) regresa a la dirección, cuatro años después de la primera entrega, solo para hacerlo aún peor. La química infundada devela el doble sentido forzado tras cada línea argumental. Los personajes no sufren graves consecuencias en osadas secuencias. Solo acusa recibo el buen gusto cinéfilo cuando lo burdo se encuentra con lo exagerado. Regla respetada a rajatabla aquí. Lo ramplón queda en flagrante evidencia, maquillado con música pop y escenas de acción de relleno.
El film nos provee de una concepción del ritmo cinematográfico literalmente obscena. Chicos buenos disparando, chicos malos volando por los aires; plano por plano puede replicarse la fórmula a lo largo de la hora y media de metraje. El descalabro de un guion que dilapida su potencial se ríe del género de acción y del intelecto del espectador. No amerita el mayor análisis esta desordenada improvisación sin magia. Absoluta carencia de valores que fatiga.