Testigo en peligro
Los cracks del marketing lo hicieron de nuevo y para que ningún despistado se quede afuera ni malinterprete de qué se trata, The Hitman’s Bodyguard (2017) se estrena en nuestras salas como Duro de cuidar. Exacto, el prefjio “Duro de...” en un título permite identificar inequívocamente al género Comedia de la misma forma que otros del estilo de “Un loco suelto en...” o “¿Y dónde está el...”. Gracias a esto no hay manera de pifiarle cuando de una comedia mainstream con tufillo a directo-a-video se trata. Muchos lugares comunes se hacen presentes en Duro de cuidar, a pesar de su reparto clase A.
Ryan Reynolds (Deadpool) interpreta a Michael Bryce, dueño de su propia empresa de seguridad personal, quien tras una mala experiencia en su trabajo sobrevive como puede hasta que le llega la tarea de proteger al asesino a sueldo Darius Kincaid (Samuel L. Jackson), quien tiene que ser trasladado desde Londres hasta la corte de La Haya en Holanda para prestar testimonio contra Vladislav Dukhovich (Gary Oldman) el sangriento dictador de Bielorrusia, acusado de genocidio. Como bien sospechan el camino estará repleto de otros asesinos contratados por el propio Dukhovich para evitar que Kincaid suba al estrado.
En lo que intenta ser una buddy movie -esas películas en las que una “pareja despareja” debe aprender a trabajar en equipo- combinada con una road movie, los extensísimos 118 minutos de duración no ayudan a una historia que nunca encuentra el tono cómico, en medio de persecuciones, tiroteos y explosiones. A pesar del talento de Reynolds, Jackson y un desaprovechado Oldman, el guión -considerado curiosamente uno de los más buscados por los grandes estudios para producir- no ayuda a dar forma a un relato que lucha de principio a fin por agarrar buen ritmo. Las múltiples ciudades europeas que sirven de telón de fondo se siente igual de desaprovechadas en medio de un poco inspirado diseño de arte.
Uno de los pósters promocionales del film muestra a Reynolds sosteniendo en sus brazos a Jackson, parodiando la clásica imagen de El guardaespaldas (The Bodyguard, 1992), dando a entender que el personaje de Kincaid es el débil del dúo y Bryce tiene que lidiar con él, cuestión bastante opuesta a lo que sucede en la trama y que concede algo de confusión. Otro ejemplo de la forma en que los guiños y lugares comunes buscan la asociación fácil sin pensar de qué forma afectan a aquello que su película quiere contar… un pecado casi tan grande como usar el prefijo “Duro de...” o una de esas salidas fáciles.