Un experto en seguridad debe transportar a un asesino a sueldo para testificar en un juicio contra un dictador en esta curiosa y explosiva comedia de acción con escenas de inusitada violencia. Samuel L. Jackson, Ryan Reynolds, Gary Oldman y Salma Hayek son los protagonistas.
DURO DE CUIDAR parece la combinación de dos películas en una. O, mejor dicho, de dos tonos/tipos de películas en una. Si bien las tramas sobre dos hombres muy distintos entre sí –casi enfrentados– atravesando situaciones de peligro, escenas de acción y violencia son un subgénero en si mismo, raramente las secuencias ligadas a los personajes y las relacionadas con la acción tienen un tono tan distinto. Las primeras, en las que vemos a Ryan Reynolds y a Samuel L. Jackson, viajar desde Manchester a La Haya para presentar allí un testigo (Jackson) que pueda mandar a la cárcel al dictatorial presidente de Belarus (Gary Oldman, desaprovechado), se juegan en un tono burlón, amable, cómico, lo esperable de dos especialistas en diálogos rápidos, irónicos y plagados de malas palabras como pueden serlo Reynolds y Jackson. Es esa la mejor y más simpática película de las dos.
La otra es un filme de acción de una violencia inusitada para este tipo de entretenimiento masivo. Las escenas de persecución son impactantes en términos de producción pero narrativamente muy confusas (a nuestra dupla protagónica la persiguen los matones del dictador para que el testigo no llegue a destino y a la vez a ellos los persigue Interpol pero difícil es darse cuenta quién le dispara a quién) y llama la atención lo sanguinarias que son, especialmente en relación con la canchera liviandad de los diálogos. Más allá de que es un producto que en ningún momento apuesta por la plausibilidad cuesta, aún en la pura ficción, imaginarse a los protagonistas hablando de sus problemas amorosos y hasta cantando mientras se masacra gente alrededor de la manera en la que Hughes lo hace.
No es que no sea común la estructura, lo que sorprende es la virulencia de estas escenas, con bombas que matan decenas de personas, historias cruentas del dictador y, en la persecución en sí, un llamativo nivel de dureza que es más acorde al de otro tipo de película –o tono– que a esta mezcla de BAD BOYS, 48 HORAS o cualquier otro tipo de similar relato de personas aparentemente antagónicas (en profesión, en modo de actuar) y de distintas razas que se unen a la fuerza por una causa común. Aquí, Reynolds como un especialista en seguridad personal (más un estratega del cuidado que un típico guardaespaldas) y Jackson como un asesino a sueldo que le ha hecho varias veces la vida imposible, pero hoy es a quien tiene que proteger porque es el único que puede poner en prisión al citado dictador.
Hay romances en el medio (Salma Hayek se divierte como una suerte de malhablada gángster mexicana casada con el personaje de Jackson, mientras que el romance de Reynolds con Elodie Young es bastante más soso) y situaciones entre los dos protagonistas que son realmente graciosas, en especial por su diferencia de estilo y personalidad para resolver problemas. El problema es que la película que los rodea parece dirigida por otro realizador, uno al que no le avisaron que, en paralelo, los protagonistas venían haciendo una comedia.