Duro de Cuidar: Risas, disparos y muchos insultos.
Ryan Reynolds, Samuel Jackson, mucha acción, risas y hasta un villano de Gary Oldman: una propuesta casi irresistible.
Hay pocas propuestas que atraigan inmediatamente solo por los nombres, pero esa es la razón por la que este film de comedia y acción resulta dificil de ignorar. Ryan Reynolds hace uno de sus típicos papeles que siempre hacia antes de Deadpool, solo que en esta ocasión se lo combina con el carisma de Samuel L. Jackson y con una película cuya principal virtud es saber cuando tomarse en serio y cuando no.
Duro de Cuidar prioriza el entretenimiento por sobre cualquier cosa, y utiliza la comedia como principal arma para lograr la atención del espectador. Aunque su nombre (un juego de palabras referenciando al clásico Die Hard/Duro de Matar) así lo sugiera, no se trata de una cinta en la que abunden las referencias o parodias. Se enfoca más en contar una simple historia sobre un guardaespaldas que quiere recuperar la gloria de sus épocas doradas, y del difícil hombre al que debe proteger para lograrlo.
La película se disfruta más cuando sus protagonistas se encuentran en desacuerdo y plena discusión, es decir casi la totalidad de sus intercambios. Lamentablemente eso no es más que una parte del film, ya que tenemos escenas de acción en las que no se aprovecha el carisma único de este dúo, además de una trama dramática que aunque logra merecer la seriedad con la que se toma, no es la razón por la que nadie esta mirando (ni por lo que alguien podría recordarla).
El film utiliza estas escenas de peso para darle algo de corazón a la historia, principalmente gracias al detestable villano que interpreta Gary Oldman. Pero el contraste entre las escenas protagonizadas por Oldman y las que involucran a nuestro dúo protagónico son demasiadas y en ningún momento logran conectarse satisfactoriamente. Lo que nos lleva al principal problema de la película: el manejo de los contrastes.
Las transiciones entre escenas completamente opuestas en tono resaltan negativamente debido al uso indiscriminado de la música como termómetro dramático. El rock genérico marca las escenas de acción, la banda sonora genérica marca los momentos de dramatismo y tensión mientras que la ausencia de música evidencia las escenas de comedia. La separación que insiste en realizar termina por conspirar contra un film que logra sus mejores momentos en la mezcla de tonos: grandes secuencias de acción protagonizadas por graciosos personajes.
Es una película con una muy bien ejecutada acción que se salva de la mediocridad extrema por el carisma de su reparto. El guion permite a los actores dar lo mejor de sus personajes pero al mismo tiempo la limitada dirección hace que, aunque entretenida, apenas sirva para entretenernos durante una tarde.