Es la buddy movie del momento, primera durante tres semanas en la taquilla de Estados Unidos. Una comedia de acción violenta que se aprovecha del carisma de sus protagonistas: Ryan Reynolds, haciendo ese galán perdedor y antihéroe que tan bien le sale, como demostró en Deadpool, y Samuel Jackson, con lo que tan bien le conocemos. El primero es un guardaespaldas venido a menos, el segundo, un matón invencible que debe llegar sano y salvo para atestiguar contra un sangriento líder ruso, interpretado por Gary Oldman en plan sacado. Un disparate autoconsciente de esos que hacen gritar y aplaudir a la audiencia de allá (y a la de acá también). Simpático, y para ser tomado como lo que es: una gran broma