Una fija (que falla)
Hace 25 años cuando en 1988 Bruce Willis saltaba a la fama con su personaje de John McClane, nadie hubiese imaginado que cinco secuelas seguirían la historia del personaje. Ya anunciada la sexta parte de la saga, llega a los cines Duro de matar: Un buen día para morir (A Good Day to Die Hard, 2013), quinta entrega donde el mítico héroe vuelve a tener más acción y nada de desarrollo dramático.
Los azares de los guionistas nos traen al hijo McClane, Jack (Jai Courtney, de la serie Spartacus), -recordemos que la cuarta entrega nos presentaba a su hija adolescente- quien se encuentra en problemas en Moscú, motivo por el cual acude su padre John (Bruce Willis) para ayudarlo y restablecer la relación con él. Cuestiones relacionadas con Chernobyl y el tráfico de uranio serán la excusa para repartir tiros y golpes entre los emblemáticos villanos rusos.
Pareciera un problema de nuestros tiempos quitarles el desarrollo dramático a los personajes y centrar las películas en el despliegue visual de las escenas de acción. Pero no, porque ya desde Duro de matar 2, allá por 1990, la dirección recaía en Renny Harlin (Riesgo Total, 1993) para realizar un film pura y exclusivamente de acción, dejando de lado la construcción del suspenso y los temas que atravesaban la original.
En el tercer episodio de la franquicia volvía a la dirección John McTiernan (Depredador, 1986) el mismo de la primera, y la dupla con Samuel L. Jackson, en boga tras Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1994), trataban de darle espacio a las actitudes de McClane aunque en medio de las escenas de acción. Cuando el cuento parecía terminado, pasa el tiempo, los chicos crecen y la Fox vuelve a interesarse en la franquicia de súper acción. McClane vuelve en 2007 y sale airoso contraponiendo su vieja usanza a un mundo tecnológico.
Duro de matar: Un buen día para morir no termina de encontrar vuelo propio, queda pegada a la saga como una arista, un cuento sin sentido donde todo pretende ser una excusa para hacer un buen relato de acción. Las escenas impresionan por su despliegue a cargo de John Moore (Max Payne, 2008), aunque los momentos entre John McClane y su hijo no trasmiten ni siquiera gracia. En definitiva, esta quinta parte es un buen producto de acción pero la sensación que deja es que podría tratarse de John McClane como de cualquier otro personaje. Lo mismo daba.