Padre, hijo y nuevos desafíos
Si todos vuelven a la acción, ¿por qué Bruce Willis no iba a hacerlo otra vez?. Y más si se trata del regreso del clásico personaje John Mc Clane, que tuvo su mejor momento en la película original de 1988 dirigida por John McTiernan.
En Duro de matar: Un buen día para morir, quinto eslabón de la exitosa saga, las vacaciones del protagonista en Moscú se transforman en un nuevo infierno cuando se reencuentra con su hijo Jack (Jai Courtney), quien queda atrapado en medio de una fuga de prisión de un ruso. Padre, hijo y prisionero serán perseguidos sin descanso por un ejército de villanos.
Lo bueno de la historia reside en los momentos de humor (McClane intenta hablar ruso con un taxista mientras éste le canta temas de Frank Sinatra) y en las secuencias de persecuciones en plena calle, con destrozos varios y el héroe en cuestión tratando de imponer sus métodos para volver a relacionarse con el hijo que desconoce.
En ese sentido, el comienzo acumula despliegue y tensión bien resueltos por John Moore (Tras las líneas enemigas y la última versión de La profecía) que detrás de las relaciones familiares (también de los antagonistas) transita por una trama que mantiene el interés del espectador gracias al rtimo impreso en cada escena o la chispa de los diálogos. La trama esconde algunas vueltas de tuerca, varios villanos y un pasado que lleva la acción a Chernobyl.
Aunque lejos de la eficacia del film original que tenía a un excelente Alan Rickman como el jefe de una banda de terroristas o del maquiavélico personaje encarnado en la tercera parte por Jeremy Irons, este regreso en tierras extranjeras entretiene con sus secretos de la mafia rusa, un villano danzarín y una hija (al igual que en Duro de matar 4.0) que reaparece y le aconseja a su padre no meterse en problemas. Todo es en vano. Mc Clane dice presente una vez más en el momento y el lugar menos indicados.