Acción en Chernobyl
Finalmente llegó a nuestros cines la quinta parte de la saga de acción que popularizó John McTiernan (director de la primera y la tercera) a fines de los '80. Aquella película que comenzó todo, estrenada en 1988, también fue la que catapultó la carrera de Bruce Willis, que durante los últimos 25 años participó en una gran cantidad de películas, muchas de ellas muy recordadas, e incluso se dio el lujo de actuar bajo la dirección de grandes nombres como Quentin Tarantino, Robert Zemeckis, Brian De Palma y Wes Anderson.
En esta última entrega la dirección quedó a cargo de John Moore, el director irlandés que debutó en 2001 con Tras Líneas Enemigas (Behind Enemy Lines) y siguió con algunas otras películas mediocres, y el guión fue realizado por Skip Woods, que entre otros fracasos hizo Swordfish, Acceso Autorizado (Swordfish, 2001) y Hitman, Agente 47 (Hitman, 2007). Como era de esperarse, basando nuestras esperanzas en estos nombres, el resultado no cierra por ningún lado. La Fox debe haber pensado que la saga se vende sola y no era necesario contar con un equipo distinguido.
La película trae de nuevo a un John McLane (Bruce Willis... aunque está de más aclarar) con varios años encima, al centro de la acción. Esta vez los lugares elegidos serán Moscú y la ya utilizada planta nuclear de Chernobyl. McLane debe viajar a Rusia en busca de su hijo (Jai Courtney), al que cree involucrado en algún asunto de drogas, que está a punto de ser condenado por asesinato. Como es de esperar queda en el medio de un conflicto con gente armada, porque viste como son los rusos, ante cualquier problema empiezan a los tiros, y encima hay chechenos, que son extremistas y violentos, y hablar de Rusia sin hablar de plutonio y armas de destrucción masiva es, por lo menos, irresponsable.
Últimamente, lo que conocimos como "cine de acción", que tanto dio de comer en la década del 80 y 90, es revisado en películas que toman la autoparodia como eje. Así es como las Indestructibles (The Expendables), El Último Desafío (The Last Stand) y muchas otras, adaptan un cine que ya no parece encajar con la sociedad actual. Esta última entrega de la saga Duro de Matar no va por este camino, parece haber tomado la decisión de continuar con la estructura, de anteponer la acción a todo. Así es como nos encontramos con una película rápida, muy rápida. Porque el conflicto armado y las explosiones llenan casi todos los espacios en la hora y media que dura la película. No hay lugar para los diálogos filosos ni para largos conflictos de escritorio.
En principio esta parecería una decisión más que acertada. El problema es que dando preponderancia a la acción olvidaron el resto. La trama no logra en ningún momento despertar un mínimo de interés, y esa falta de interés hace que todos los disparos y explosiones pierdan sentido, peligrosidad, vértigo. La relación padre-hijo, que sería el tema de fondo de la película, es tocado en algunos diálogos cortos y no muy bien armados. El poco carisma de Jai Courtney ayuda bastante a la falta de química entre los protagonistas. Y como nunca estamos metidos de lleno en los sucesos, las vueltas de tuerca pierden efectividad.
Duro de Matar: Un Buen día para Morir me deja con las ganas. Quizás el mayor valor es el de haber enjaulado toda la acción en una película corta (97 minutos hoy no son nada) que no deja mucho tiempo al tedio. El gran problema es que esa acción queda vaciada de sentido por una película que no sabe encausarla.