Entre el paroxismo de la corrección política, la bajada de línea catolicista, los pectorales anabolizados al viento y la enorme torpeza narrativa que arrastra desde su primera entrega, quizás Eclipse venga a cerrar –por el momento- una de las trilogías más anodinas e insulsas que haya entregado el cine, desvirtuando los conceptos de vampirismo e inmortalidad de una manera lamentable. No alcanza en lo más mínimo justificar a este bodrio como sólo destinado a adolescentes para eximirlo del escarnio público, que gracias a la densidad de este tercer capítulo resuena con mayor fuerza y violencia para todo aquel espectador ávido de emociones fuertes.