Un reconocido escritor se ve involucrado en un asesinato
Mucho tiempo esperando un buen desarrollo, la gran construcción de un perfil diferente para el muy buen actor que es Diego Peretti, y al fin llega con su perfecta interpretación en Ecos de un crimen.
Las vueltas de tuerca emocionales y simbólicas de la película dirigida por Cristian Bernard, con un guion llegado a sus manos que lo entusiasmó casi de inmediato, le da un toque más que interesante a esta producción y abre una nueva puerta a un cine que no necesita grandilocuencia ni pose. Solamente requiere mostrar de todo lo que se sabe capaz, del gran poder narrativo y técnico.
Pocas cuestiones hay más difíciles que mantener el interés del espectador por al menos 90 minutos, sin que la tensión, la alarma, la curiosidad o la angustia lo atraviesen. En este caso todas esas formas, a veces difusas, de la emoción se agrupan para dar una producción de relevancia que sabe jugar con pulso justo con la fantasía y el miedo en partes iguales. Esto es más fácil aún con un elenco que se completa con Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Carola Reyna y Diego Cremonesi.
A partir de ahora, comienza el horario de spoilers.
Sí, leyeron bien, se consideran spoilers.
La sucesión continua (y al parecer, incesante) de la situación que genera pavor a Julián Lemar, un escritor que desea retomar la tranquilidad y dar forma a una nueva aventura de su personaje más famoso, El Escorpión, remeda una nueva vuelta de tuerca a la ya conocida idea de Groundhog Day (El día de la marmota, 1993), la maravillosa película de Harold Ramis. Partiendo de esa base, esta construcción del cuento se puede reutilizar de manera pésima o al menos respetuosamente, y eso es lo que procura hacer Barnard, extrapolando con cuidado y como sentido homenaje al gran personaje de otro film recordado por lo traumático de sus formas, El resplandor.
Tomar elementos de otras historias no es nuevo, es casi la historia de la narración tal como la conocemos. Lo realmente complejo es lograr que las nuevas piezas del rompecabezas encajen sin tener que limar (imaginariamente) esas partes para que no se vean forzadas, darles un nuevo sentido, mientras se cimenta la intención del armado del todo.