La batalla contra la malvada madrastra no descansa La relectura de los clásicos permite a las nuevas generaciones ver con sus propios ojos los cuentos con los que sus antepasados crecieron y, eventualmente, se formaron. Ello pasó varias veces con Blancanieves, la propia Cenicienta (recordar la versión con Drew Barrymore y Angélica Huston es obligación) y hasta Hansel y Gretel. Esa parece ser la idea de la directora Cecilie A. Mosli, que plantea un nuevo acercamiento discursivo a la historia del personaje popularizado por los Hermanos Grimm. Con el papel protagónico a cargo de la cantante pop Astrid S, el film noruego propone una nueva idea que en orden de una reversión ligera, deriva en una producción aceptable y honesta. Con una serie de pergaminos en su haber, la realizadora pone el foco en el sostén de su idea con lineamientos narrativos que pueden ser naif, pero que funcionan en el todo. Con base estructural en la situación que depende del consabido baile, todo a partir de ese punto se define en una sucesión de situaciones, enmarcadas en un perfecto trabajo de fotografía. La disposición de las secuencias resulta en evitar la caída del interés del espectador. Las máscaras resultan en un punto de adecuado adorno estético, que remite a relatos de similar tenor. Sin la dependencia de la figura mágica que resuelve todos los problemas, el personaje interpretado por la debutante logra mayor vuelo. Por supuesto el príncipe sigue allí, tanto como la madrastra, pero en pos de reordenar algo de la historia original debe quedar. Así el sentido imaginado en su momento no desaparece de manera absoluta. La confluencia de los jóvenes resignifica todo lo que se propone Tres deseos para Cenicienta. En suma, la novedosa forma que adquiere el mundo de Cinderella invita a verla como opción valorable, considerando la selección de los estrenos de esta semana.
Lo nuevo de Guy Ritchie con Jason Statham Agente Fortune es un prototipo clásico del estilo narrativo de Guy Ritchie. Cada momento incluye por igual dosis de acción, humor y cierta ironía que, en cada película, funciona. Es notable cómo en cada nueva vuelta de tuerca, en cada proyecto que encara, el director inglés logra redefinir a la historia y, lo que no es menor, a los personajes. El agente del MI6 Orson Fortune, interpretado Jason Statham, es el auténtico y clásico espía que parece no estar interesado en seguir las reglas. Su jefe se ve en problemas a la hora de hacerlo entrar en razón, y es comprensible. Cada diferente instancia en la que su subordinado actúa lo saca de eje. Si bien es cierto que ciertas fallas en la instrumentación del argumento parecen hacer tambalear el relato, el mundo ciertamente torpe y snob de los ricos y famosos es perfectamente funcional a la parodia. Josh Hartnett como Danny Francesco y Hugh Grant como el mafioso y multimillonario Greg Simmonds son de la partida, en una trama que involucra venta de tecnología y armas que pueden destruir al mundo. ¿Y quién mejor que Fortuna para salvarlo? Pero no está solo en esta misión: Aubrey Plaza lo acompaña en los avatares que trae esta aventura, como la especialista en tecnología que resuelve de manera inesperada algunos otros imprevistos Puede que, de algún modo, esta producción pareciera estar lejos de los orígenes de aquel director ciertamente disruptivo, por mucho más hemos continuado bancando a directores que cruzaron la línea y nunca más regresaron al camino original. Por lo pronto, y según mi humilde opinión, no deberíamos dejarnos llevar, como espectadores, de la tentación de la saña. Guy Ritchie aún tiene mucho para dar.
La apuesta fatal del actor de Gladiador Un thriller lleno de pretensiones que parece dos o tres films en uno y que no se decide de manera absoluta por establecer una identidad. Eso es Juego perfecto, la película dirigida por Rusell Crowe que arranca como IT, con la reunión infantil de amigos, y avanza en un mix falto de compás de John Wick y La purga. Esto último, claro, en base a las escenas de acción que lo constituyen sin una definición clara. El principal problema es el planteo en que establece una idea zen para sus personajes, pero después se pierde en su propio hilo de teórico optimismo intelectual. La nueva apuesta del neozelandés hace agua en más de un sentido y aporta poco y nada a la historia de la narrativa audiovisual. Este punto no sería tan relevante si no fuera por las teóricas intenciones que plantea Crowe, quien desea crear un cuento sublime con múltiples referencias y en cambio pierde el foco en cada punto de avance de la película. Una pena porque el trailer realmente promete, pero es justo decir que hemos visto eso en múltiples oportunidades y luego no pudimos dar crédito alguno a lo observado. Pura frustración, bah. ¿Para qué engañarnos? Realmente me cuesta comprender este tipo de cuestiones. ¿Qué lleva a un actor y director que a estas alturas presenta la suficiente experiencia como para no llevar adelante un fiasco de semejantes proporciones? ¿Qué lo moviliza a tal error? ¿El puro ego? Me temo que difícilmente podremos saberlo alguna vez. Otra cuestión inentendible es por qué no le dio «una vuelta de tuerca». Al menos en los papeles el guion es solamente suyo. No tiene que responder a nadie, en teoría. ¿No podía mover un poco más los hilos? La música de Matteo Zingales y Antony Partos, y la fotografía de Aaron McLisky no alcanzan para cubrir los baches que deja esta película fallida con el cine. En tiempos de Mundial, usaré una referencia futbolística para decir que espero que el bueno de Russell pueda dar vuelta el partido pronto.
La travesía de una familia muy particular undo extraño es una muy buena y de alguna manera un poco excéntrica película que trae Walt Disney Pictures y Walt Disney Animation Studios, escrita por Qui Nguyen y producida por Roy Conli. La nueva producción animada, que cuenta con la participación en voces de Jake Gyllenhaal (en el papel de Searcher Clade), quien junto a su mujer y su hijo se establece en un paraje escondido llamado Avalonia, en el que se convierte en un agricultor próspero, y celebrado por sus vecinos y amigos. Con un elenco de voces también formado por Jaboukie Young-White, Gabrielle Union, Lucy Liu y Dennis Quaid, sigue la historia de la familia Clade, quienes cuentan en su experiencia con un acercamiento e interés particular por la expedición a lugares extraños, llenos de sorpresas y criaturas fantásticas. La aventura rompe el eje de la planificación original, por la que han ideado cuestiones que les permitirán salvar su mundo, por una situación inesperada que se da porque… claro, llega la parte en que no puedo contar más, porque, como imaginarán, se asoma el spoiler. Sí puedo decirles que un nuevo personaje llegará en el punto en que la historia señala un punto de cambio con el foco en la resolución de la aventura. Los diseños, la estructura narrativa, la idea general, es llamativa y divertida, y en el marco de lo que se pretende contar, funciona bastante correctamente. Es una recomendable posibilidad para ver junto con los niños, y, claro, también disfrutar.
El paso de la adolescencia a la vida adulta Graziele, una joven inmigrante brasileña, se muda a Buenos Aires con su hermana mientras su cuñado Diego filma una película sobre su vida. Rodar es también una forma de terapia, es evadirse y perderse para, en algún momento, intentar encontrarse. Pocos son los documentales que pueden ilustrar de manera tan manifiesta como creìble las circunstancias de una elección de vida. Todo ello, aùn màs claramente, frente a las cuestiones relativas a deudas de temas personales que que de algún modo u otro han quedado pendientes. El crecimiento personal, la maduración, son puntos que se expresan de manera total, para acercamiento del espectador, que puede claramente sentirse identificado. Viajar implica muchas cosas y el autor pretende reflejar eso en el transcurso de la historia que cuenta. El vìnculo entre su cuñada, oriunda de Brasil, y que pronto se sumarà a convivir con el director (Diego Lublinsky), seràn la excusa prácticamente perfecta para decidirse a enfrentar un traslado que serà ademàs de fìsico, mental. El camino que ambos internalizan sus propias y particulares necesidades es una idea que se desprende de quienes son, y también de quienes pretenden ser, en tanto participan de sus decisiones individuales a futuro. Todo esto que expongo es aún más complejo considerando que sus abuelos quienes fueron la familia que la cobijó en un momento complejo de su vida, fueron quienes fungieron luego una forma de vínculo con aroma a desprecio por su formas particulares de creencias simbólico-religiosas. El acercamiento de parentesco, que implica un nuevo vínculo a construir, y por otro lado, de recuerdos muy propios a descifrar sobre una misma persona, traspasa las vivencias plasmadas en la película. La exposición fragmentada del recorrido de los involucrados en la historia, tanto màs considerando que se trata de sus propias vidas y emociones, construyen un magnìfico puente que puede cambiarlos para siempre. La impresión de un viaje, de una llegada y de la permanencia de un país que puede ser efectivamente muy diferente que el suyo, aunque en algunos momentos presenten palpables coincidencias, implica un encuentro de emociones efectivas e incesantes.
El thriller que no explota Amenaza explosiva, la remake del film español El desconocido dirigido por Dani de la Torre, tiene su correlato en esta nueva producción del cine coreano, con el realizador Changju Kim a la cabeza, que pretende dar una nueva muestra interpretativa del género. Pero, spoiler no tan spoiler, no lo logra. Esta mixtura enloquecida y medio sobreactuada que atrasa unos cuantos años, y que remite rápidamente (a primer golpe de ojo) a Máxima velocidad (1994), un producto audiovisual que hoy generaría algo de risa, se agota de manera rápida, y te mantiene, pese a la acorde trabajo de efectos y la acción que es desbordante (en este caso para mal), entre bostezo y bostezo; ello pese a la presencia de ese ritmo, que se sostiene en la mayor parte del film. El gerente de un banco queda expuesto junto a sus hijos a una situación tan violenta como irregular, luego de la sorpresa inicial que desata una sorpresiva situación, que no es bueno adelantar para no arruinar el momento. La premisa es buena, sigue con el reclamo de un misterioso personaje que exige una serie de retribuciones a cambio de no actuar del modo en que el espectador notará con el pasar de los minutos. Relacionadas con dinero, claro. El equilibrio con el que la historia es atravesada por las circunstancias que revelan y acompañan a los personajes tienen momentos mayor relevancia pero eso se va diluyendo a medida que los minutos pasan y la única vuelta de tuerca, el único giro intermedio en el guión no sirve. Es fallido y algún punto de humor que puede aportar algún punto positivo, no alcanza a cubrir lo que se espera para sostener la acción y la atención derivada. El conocido hoy como el «boom del cine coreano», que mantiene ciertos visos y muestras de calidad en diversos géneros, termina significando frustración para el observador. Una pena que el disparador quede emplazado en un espacio ciertamente obsoleto, y, al menos en lo personal, en el caso que nos ocupa en esta reseña, todo el despliegue y el juego de imaginación puesta a disposición del entretenimiento no entregue lo que se esperaba. Supongo que la próxima vez será con más suerte.
Una gloria deportiva, una tragedia y la oscuridad familiar Con producción de Damián Galateo por Testa Cine y de Hugo Crexell para Pequeña Productora, el documental Terror familiar, dirigido por el primero, está encuadrado como relato bajo la utilización de los elementos varios que el tratamiento del terror posibilita; de algún modo parece ser esa la única manera de llevar adelante este crudo film sobre la violencia intrafamiliar, y las terribles consecuencias en la vida de las personas que lo sufren. Construida a partir de la historia del exitoso jugador de fútbol Alberto Luis Galateo, que comenzó su carrera en Colón para pasar luego a Unión, más tarde fue parte del plantel de Huracán, que participó en el mundial de Italia 34 y culminó su carrera en Colegiales, en la segunda división del fútbol local, la historia parte desde ese inicio para dimensionar las vivencias desprendidas por quienes pueden dar, hoy y a la distancia, su visión e impresión al respecto. Como una marca indeleble en el físico y en la mente, los protagonistas (y quienes los suceden) narran la visión de los hechos, cada uno desde donde le es posible, a partir del lugar que ocuparon en una historia que pudo, tal vez, ser evitada, consideraciones que a la distancia y con el número puesto, son solamente opiniones de pura especulación. La recreación de las situaciones de violencia y la amenaza que se vive dentro de un hogar en que se ejerce poder violento y dominio a través del miedo es perfectamente relatada desde lo visual en clave de horror, porque es ese el aire que se respira dentro de una familia que enfrenta tal encierro asfixiante. Muy probablemente apenas conociendo de cerca vivencias similares cercanas es posible entender las secuelas y los traumas que semejante acción de opresión puede generar en quienes son las víctimas. Tal vez por eso mismo el propio nieto decide desde su lugar de director aliviar el peso de la carga emocional de los hechos en la historia familiar, tomando el hilo narrativo y exponiendo la imagen del ejercicio y predominio de la violencia por parte del perpetrador, el ídolo, la figura, situación que de alguna manera se procura dejar atrás.
Un drama judicial de la vida real Sobre Argentina, 1985, la película de Santiago Mitre protagonizada por Ricardo Darín, Alejandra Flechner y Juan Pedro Lanzani que se estrena este jueves en los cines (luego de una leve polémica respecto de la presencia en las grandes cadenas) y que estará disponible a partir de octubre en Amazon Prime, trata esta nueva reseña. En relación a este punto uno de sus productores, Axel Kuschevatzky, expresó “No va a estar tres semanas en cartel sino todo el tiempo que esté en cartel. Luego la van a poder ver en la plataforma, pero no deja de estar en los cines luego de las tres semanas”. De alguna manera es una especie de clase de historia para los jóvenes que pueden no tener tan claros los crudos sucesos ocurridos en los años previos a la asunción del gobierno constitucional post dictadura, en 1983, y los momentos históricos que se relatan en Argentina, 1985. Es comprensible lo que expreso porque (sobre todo para los que, como yo, teníamos por entonces ya 8/10 años, y oíamos sobre las cuestiones políticas del momento), solemos pensar que todos están al tanto de los hechos de esa época, y en muchos casos esta creencia dista mucho de la realidad. El juicio a las juntas militares pudo llevarse a cabo, además de gracias a la voluntad del nuevo gobierno, por la información recabada por la CONADEP, creada por Alfonsín a días de iniciado su mandato. La comisión comenzó a funcionar el 15 de diciembre de 1983, y fue conformada por varias figuras políticas, religiosas, culturales y sociales relevantes de la época. Me atrevo a establecer algo de contexto: a partir de los hechos previos, los que incluyeron los primeros actos de persecución y desapariciones habilitados por los decretos firmados por Isabel Martínez en 1975 (por la “asistencia” solicitada por la entonces titular del poder ejecutivo al ejército), y la aparición posterior de la AAA, el accionar de las fuerzas que comandaron el gobierno de facto luego del golpe de 1976 aumentaron aún más cruelmente su despliegue. Despliegue para el que el gobierno legítimo les había otorgado luz verde, además de, claro, cobertura “legal”, responsabilidad sobre la que la cabeza del gobierno prácticamente nunca debió responder a la altura, a excepción de Ítalo Lúder, quien solamente fue llamado a declarar en el juicio del que habla el film. Todo ello teniendo en cuenta el breve lapso (algunas horas) en que la ex presidenta fue detenida muchos años después, en España, en el año 2007, acción judicial tras la que los cargos fueron desechados. De los datos recabados de la investigación sobre las víctimas, plasmados en el Nunca más, se valió el fiscal Julio César Strassera y el grupo de jóvenes que trabajaron al mando del fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo, con el objeto de establecer la prueba respecto de la coordinación de las fuerzas en la represión ilegal que tuvo lugar durante el gobierno ilegal. Y eso es lo que se narra en Argentina, 1985. Ahora, luego de la introducción que creí más que necesaria, al grano, o a la película. Las dos o tres cuestiones que me parecen en general más relevantes, en casos de biopics o de retratos cercanos de hechos históricos como es el caso de esta película, son la aproximación estética y la recreación temporal, sobre las que el propio director Santiago Mitre expresó que no deseaba entregar mayores detalles para no revelar lo que llamó “los trucos del mago”. A todas luces el trabajo fue arduo y el resultado completo en lo relacionado a la reconstrucción de época. Planteado como un thriller político, el ritmo del film es sostenido aunque tiene momentos algo más sutiles en el transcurrir de las situaciones. Es comprensible este punto, entiendo, por la difícil tarea de abordaje de un guion en que se toca un tema aún tan fresco en la mirada social, pese a la vasta experiencia de la dupla Mitre-Llinás en el área, y al que entiendo, procuraron entregarle un balance en el que el drama fuera la columna del relato pero no impidiera desarrollar, con el objetivo de entregarle cierta agilidad, otras formas de acción emocional para los personajes. Y así ese punto lleva al tema del sostenimiento del interés del espectador, lo que a todas luces se logra, y las formas de acercamiento a las apariciones de figuras de la política más que probablemente desconocidas para los sub 30. Invitación entonces a revisar el material disponible al respecto. En lo referente al elenco de personajes principales (entre los que se encuentran, como ya sabemos, Darín, Flechner, Lanzani, sumados a Carlos Portaluppi, Claudio Da Passano, Alejo García Pintos, entre otros), nada hay que objetar; Darín muestra que avanza en la solidez que prueba ya hace tiempo en los diferentes papeles protagónicos que le toca interpretar; la excelente Alejandra Flechner muestra su calidad, calidez y profundidad; y Peter Lanzani continúa construyendo con firmeza su carrera en el cine nacional, y el resto de los mencionados trabajan con soltura acompañando elocuentemente con su generosa capacidad. En cuanto a los secundarios o de relevancia menor, es ese otro de los puntos bien logrados, teniendo en cuenta lo complejo que resulta dar con las personas adecuadas para cada rol, y en conocimiento de que un parecido completo es tarea titánica, por no decir imposible. Mención aparte para uno más de los muy buenos papeles en cine argentino de Norman Briski, con un personaje conmovedor que merece, tanto como el resto de los protagonistas, pero un poquito más, el reconocimiento que el film va obteniendo en el camino. Como dato de color, mientras escribo estas líneas, Argentina, 1985 ya se hizo acreedora al premio del público en el Festival de San Sebastián. Otro punto destacable es la elección de las canciones que componen lo que hoy llamamos soundtrack, y las maravillosas canciones de Los abuelos de la nada que surcan los pasajes de la película de manera precisa y casi poética. Charly García no podía faltar, y es el broche de oro. Ajustado a estos puntos, las composiciones que acompañan el resto de la acción, a cargo de Pedro Osuna, reflejan con vigor lo que Mitre cuenta a cada paso. A modo de cierre, y quizá en esta ocasión con más preponderancia en mi reseña de cuestiones que no son simplemente cine y estética (porque la película no es, justamente, nada más que una película) es de esperar que el público acompañe Argentina, 1985 y que todos los que decidan verla puedan pensar las cuestiones de la vida social y política, las circunstancias de la democracia como elementos de los que todos somos responsables, cada uno desde nuestro propio lugar. Porque la democracia, aún con sus notables falencias, no es un juguete que se define a gusto y piacere del dueño de la pelota ocasional; es una responsabilidad de todos, y para todos.
Crónica de una ruptura amorosa Con producción de Patricio Quevedo, y escrita por la directora Guadalupe Yepes junto a Vanessa Robbiano, Corte es un drama romántico que llega esta semana a las salas. La crisis de pareja entre Vanesa y Joaco, luego que ella descubriera la infidelidad de él, se torna compleja, en tanto se mantienen compartiendo el espacio de vivienda en tren de colaboración artística mutua. Pronto la situación se vuelve incontrolable para ambos y el enfrentamiento pleno de reproches y enojos muestra la infelicidad de los protagonistas. La historia es una sucesión de desprendimiento de nervios de ida y vuelta en el marco de encierro que se les impone indirectamente. La incomodidad y el pasaje de cambio de emociones desde el agrado hasta el lugar contrario y más oscuro es un gran trabajo y logro desde la dirección, en el planteo de un relato revelado por capas. Las cuestiones técnicas acompañan con relevancia a un film digno de ser apreciado, en la reunión de diálogos e imágenes que se pretenden cercanas a un conflicto real. Los protagonistas Gilda Scarpetta, Alejandro Catalán, Luis Machín y Cristina Banegas, acompañan el planteo y la definición de intención en Corte.
Entre la felicidad doméstica y el miedo contenido La idea de la perfección que completa los deseos máximos de la vida no es abordada por primera vez en el cine, pero tal vez sí lo sea en este tono pleno de simbolismos y con una estética cuidada en referencia a la idea de una vida plena de conformidad, encarnados por la pareja interpretada por Florence Pugh y Harry Styles. La película dirigida por Olivia Wilde, lejos de ser el gran escándalo que prometía (a todas luces con lo que implica un camino que dirige más al interés publicitario) tiene grandes méritos y, a pesar de que, en principio, el interés concreto de la producción no centra su base en historias ya vistas, toma ciertamente elementos de varias de ellas. Obviamente, y en tren de no spoilear, no puedo mencionar todos los ejemplos que se me vienen a la mente. La estética es una gran puerta de entrada a la propuesta general del guion de Katie Silberman, quien repite el rol ocupado en Booksmart a las órdenes de la directora del film, en una historia original basada en una idea de Carey Van Dyke y Shane Van Dyke (Chernobyl Diaries), y la propia Silberman. El guion es sorpresivo y atento a las circunstancias y planteos de situación para los personajes, en el entramado de la telaraña respecto de lo que se cuenta. En lo relativo al cuidado de la imagen, el trabajo de producción y el despliegue físico del elenco (sobre todo en las escenas de baile), Wilde repite también nombres, porque equipo que gana no se toca; así es que regresan al set el director de fotografía Matthew Libatique, la diseñadora de producción Katie Byron y la coreógrafa Denna Thomsen. Es así que el gran trabajo de vestuario y fotografía corona el despliegue de No te preocupes, cariño, además del resto de los protagonistas entre los que se encuentran Nick Kroll, Sydney Chandler, Kate Berlant, Asif Ali, Douglas Smith, Timothy Simons y Ariel Stachel. Con la idea de crear un thriller psicológico con golpes efectivos, aprovechando ciertos aspectos logrados llevados adelante a modo de homenaje, Wilde construye, casi en un servicio al espectador cinéfilo, un cuento acorde a las expectativas generadas.