Resistiéndose a cualquier encasillamiento, el trabajo documental de Matías Szulanski, en sintonía con sus trabajos de ficción en donde lo más importante pareciera ser romper con todos los esquemas preestablecidos para disponerse a explorar nuevas formas de contar en el cine (para muestra bastan “Astrogauchos” Recetas para microondas” “En peligro” o “El gran combo”), nos muestra a un director completamente entregado al juego, a la experimentación y a dejarse llevar por las cosas que puedan ir apareciendo durante el proceso creativo.
“ECOSISTEMAS DE LA COSTANERA SUR” arranca con la participación de Fabián Arenillas, choripán en mano, bombardeándonos de información sobre la Costanera –como un alter ego de una Wikipedia desenfrenadamente veloz-, sus aspectos históricos, sus cambios, lo distintivos de sus rincones, los mitos y leyendas propios del lugar y poniendo el foco en sus particulares visitantes.
La sobreabundancia de datos y un ritmo decididamente lúdico y distendido, hacen que pensemos que Szulanski aborda el documental, autoparodiando el propio género y riéndose de sí mismo cuando en una completamente desacartonada voz en off –opuesto a lo que suele suceder en la enorme mayoría de los documentales- explica que finalmente este documental es, más que nada, un registro de ese documental que no fue.
Dividido en cuatro capítulos, inicia con un irónico “cine contemplativo” donde se disparan efectivos dardos sobre esta forma de (no) hacer cine y rápidamente cede el paso al capítulo del “cine experimental” donde junto a Paulo Pécora encara una de las facetas más interesantes del trabajo. Con un espíritu “cool” que jamás abandona, se dispone a jugar con imágenes, charlas de whatsapp, cine dentro del cine y una filmación tan particular como el escarabajo que cobra un rol protagónico y el fantasma de Martha Lynch que se pasea por entre los árboles de la Costanera.
Como en una charla de amigos, Szulanski abandona ese segmento en donde pone énfasis en el espíritu hipster, la nostalgia y la melancolía de alguna de sus tomas y se adentra en el tercer segmento “cine casero” acompañado en esta oportunidad por la actriz y directora Mónica Lairana (“La Cama”). Juntos reconstruyen esa costanera olvidada, jugando con el tiempo y con el espacio, algo que reconocen que potencialmente podría haber surgido como un cine de archivo que no pudo ser, subrayando en esa búsqueda, el espíritu de ensayo, esa prueba y error que conduce al conocimiento, que se produce justamente en medio de este aislamiento que hizo que se modificaran sus planes.
Ya alejando completamente de una propuesta más esquemática de contar la historia de la Costanera como geografía inusual, el relato queda completamente capturado por la pasión de hacer cine y de seguir explorando formatos, totalmente presente en el cuarto y último capítulo, “cine de terror”.
En este capítulo de cierre –mucho más extenso que los anteriores-, con la ayuda de Franco Sintoff y su anécdota de cómo utilizar unos rollos de super 8 recientemente ganados en un concurso, juntos subrayan y refuerzan la idea de filmar sin dejarse limitar por una falta de presupuesto, fluyendo con las nuevas ideas que aparezcan en el recorrido, en este caso tomando como compañeras de aventuras a una actriz inexperta con ganas de protagonizar el corto y su propia novia que apoya incondicionalmente el proyecto.
Este capítulo de cierre es al mismo tiempo el más divertido pero el más disperso y alejando del hilo conductor, que probablemente peque de ser más extenso de lo debido perdiendo el timing inicial que Szulanski había intencionado en su propio abordaje, pero lo que se sigue celebrando en “ECOSISTEMAS DE LA COSTANERA SUR” es la originalidad, el humor que atraviesa completamente cada uno de los episodios y la voluntad de disponerse al juego, de ensayar –aun a riesgo de equivocarse- y de sondear nuevos caminos con la pulsión de hacer cine y de encontrar nuevas maneras de expresión .