La violencia está entre nosotros
La película arranca con una escena de lo más inocente (una maestra cantando con sus pequeños y encantadores alumnos), continúa con lo que en principio aparece como un viaje romántico de fin de semana a un paraje idílico (su novio planea proponerle matrimonio durante un camping a orillas de una laguna) y, poco a poco, el film se convertirá en una sangrienta odisea que coquetea con el gore, con esa violencia social propia de los films de los años '70 y con cierta mirada sobre los insalvables conflictos generacionales y los miedos de la burguesía a-la-Funny Games, de Michael Haneke.
Este debut en la dirección del guionista James Watkins tiene dos protagonistas con mucha química (incluso erótica) como la bella Kelly Reilly y el hoy de moda Michael Fassbender (Bastardos sin gloria) y una tensión que -en buena parte de la historia- está sólidamente construida y sostenida en el crescendo del enfrentamiento con un grupo de adolescentes liderado por un monstruoso y sádico muchacho.
Se le podrán objetar ciertas decisiones de la puesta en escena (como la profusión de tomas aéreas cenitales), de verosimilitud (la caprichosa utilización o no de los celulares) y hasta de índole ético/moral (el paso de víctimas a victimarios), pero la pesadillesca Eden Lake consigue con buenos recursos generar la atracción, la identificación, la perturbación y la incomodidad necesarias para movilizar al espectador. Un digno exponente del cine de género británico como para ir despidiendo el año.