Del romance más ingenuo al gore más shockeante
En el cine de terror es un recurso frecuente el pasaje de la inocencia, el bienestar y la felicidad; al horror y la tragedia. Así pudimos ver a distintos personajes en distintas situaciones vivenciar ese vertiginoso contraste.
En el caso de Eden Lake el director, James Watkins, muestra a una pareja británica, Jenny y Steve, que decide pasar unos días fuera de la ciudad. Y para ello encuentran el lugar perfecto, un lago oculto en el medio del bosque. Llegan en pleno día y el paisaje es imponente. En esta instancia el retrato de la pareja es naif en exceso: están enamorados, sonríen todo el tiempo, son hermosos, convencionales y unidimensionales...
Pero aparece un elemento nuevo, un personaje colectivo que se podría definir como "pandilla de preadolescentes violentos de los suburbios londinenses" que en un principio solo aportan ruido y empañan el paraíso, pero que luego se transforma en una amenaza cada vez más concreta y terrible.
Uno de los elementos centrales de la película es que la crueldad, extrema, es llevada a cabo por un grupo de niños. El filme no muestra un asesino serial, ni zombies, ni entes sobrenaturales. Muestra niños que podrían jugar a la PlayStation o al soccer, dibujar o escribir; pero lo que hacen es torturar, perseguir y matar. Luego la linea narrativa contextualiza y suma profundidad cuando hacia el final, aparecen sus padres, que muestran una carga de alcohol y violencia importante, y así los integrantes de la pandilla son resignificados como producto de una familia, y de una sociedad.
De ésta manera, el idílico fin de semana, en que Steve le iba a proponer matrimonio a Jenny, se tranforma de forma radical, y los protagonistas van a comenzar a perseguir un objetivo un tanto más primario: sobrevivir.
La actuaciones son precisas y efectivas, y sobresalen Kelly Reilly como la protagonista femenina, y los actores que interpretan al grupo de niños.