Juventud sin barreras
Es cierto, hay una larga tradición en el cine de terror sobre niños sádicos y asesinos. Una larga fila de pequeños diabólicos cuya escasa edad no los hace menos peligrosos. Pero ni clásicos como El pueblo de los malditos o Quién puede matar a un niño, ni estrenos recientes como La huérfana pretendieron estar tratando con un problema social ni vendernos ningún debate. A poco de comenzada Eden Lake, vemos a los protagonistas escuchando por la radio del auto una discusión acerca de que hacer con los jóvenes sin control, si multar a los padres, si intervenir en las escuelas, etcétera, sin que se vislumbre una salida. Momento que sirve tanto de prologo para lo que la pareja protagónica va a vivir como de introducción al tema que se quiere discutir. No es que no se puedan hacer operaciones de este tipo desde el cine de género, pero para hacerlo hay que tener con qué. Y hay que tomárselo en serio hasta el final en vez de abandonarse al poco rato a la más pura explotación.
Jenny y Steve son una pareja de clase media acomodada que, en vez de irse de vacaciones a Paris como quería ella, viajan con la intención de pasar unos días a una cantera en desuso que, al inundarse, produjo un lago frente a un bosque y se constituye en un paisaje encantador. A poco de llegar se topan con una bandita de adolescentes locales, maleducados y provocadores, que al ser contrariados se convierten en una turba de lo más enardecida y salvaje que sale a la cacería de la pareja. Así es como lo que prometía para unas relajantes vacaciones rurales se convierte en una huida desesperada.
Se advierte la influencia de films como Deliverance y The Last House on the Left, y puede decirse a favor de la película que no es exactamente un Torture-Porn como los productos de las series Hostel ll y El juego del miedo VI, aunque participe de la tendencia al sadismo tan de moda y los fans de esa corriente encuentren un par de escenas que satisfagan su gusto por la carnicería y el sufrimiento ajeno. El director debutante en el largo, James Watkins, maneja el relato de una manera mucho más hábil que la mayoría de los que están haciendo films similares, logrando una tensión en crescendo y momentos de verdadera angustia. Y por lo menos se pone del lado de la victima en vez del victimario, algo que puede parecer una pavada pero considerando la tendencia mencionada no es la moneda corriente.
El problema con el film es su pretensión de realismo. O más bien su pretensión de ser algo más, de estar diciendo algo importante acerca del estado de las cosas, de estar haciendo un llamado de atención. Y si el problema de los jóvenes violentos se verbaliza explícitamente al comienzo, con el transcurrir del film ya no se vuelve a ese nivel de discusión. No hace falta, lo que se muestra es lo suficientemente elocuente. Después de ver lo que son capaces de hacer estos niños de un salvajismo digno de los de El Señor de las moscas pero que no necesitaron naufragar para olvidarse de la civilización, después de ver a sus padres que compiten con ellos en bestialidad y que por supuesto los apañan, lo más esperable es que el espectador salga pidiendo sangre, bajar la edad de imputabilidad a los cinco años, fusilar a los pibes, y que sus padres sean mandados a un campo de concentración. Y quizás también esterilizar a ciertos sectores de la población, habida cuenta del retrato clasista, que aquí podríamos llamar “gorila”, de las clases medias bajas inglesas que producen estos monstruos sociales. Que tan intencional o no es todo eso, es discutible, pero la posición del film termina siendo, quiérase o no, claramente reaccionaria.
Como film de terror y suspenso podrá tener cierta efectividad, pero sus intenciones “sociológicas” lo disparan hacia otro lugar. En esa arena solo le sirve a los ideólogos de la mano dura para escenificar sus temores y justificar sus medidas. A eso se reduce su contribución al debate.