Compleja historia sobre la condición humana
Según algunas versiones, ésta sería la última película de Soderbergh para el cine. Se habría hartado de las presiones de los estúpidos yuppies de Hollywood, que no saben nada de cine y para quienes las películas son lo mismo que salchichas.
Su eventual alejamiento sería una verdadera pena, porque es un director de enorme talento. Dice que se dedicará al teatro y a la pintura, que son menos conflictivos, y a realizar alguna miniserie para la televisión.
Efectos colaterales es una propuesta compleja y un desafío a la inteligencia del espectador. Comienza como un drama, se encamina luego hacia el cine de denuncia contra la industria farmacológica y las malas praxis de los médicos psiquiatras, para adoptar finalmente, aunque sin abandonar esa pretensión, el soporte de un thriller.
Dos personajes se disputan el protagonismo. Uno es Emily Taylor (Mara), diseñadora gráfica en una agencia de publicidad de Nueva York, que padece estados de depresión. Está casada con Martin, un financista que fue condenado a cuatro años de prisión por fraude. El relato comienza cuando Martin sale en libertad.
El otro personaje es Jonathan (Jon) Banks (Law), médico psiquiatra de origen inglés, que trabaja en su consultorio y en un hospital, y realiza "investigaciones" para un laboratorio sobre los resultados de medicamentos en instancia de prueba.
Un tercer personaje clave es la psiquiatra Victoria Siebert (Zeta-Jones), la primera que trató y medicó a Emily. Siebert le sugiere a Banks la aplicación, en el caso de Emily, de un antidepresivo llamado Ablixa, también en etapa de experimentación.
Los "efectos colaterales" de este medicamento son somnolencia, sonambulismo y un fuerte apetito sexual. Para Siebert, la depresión es la incapacidad de imaginar y construir el futuro.
Esta realidad cambia cuando Emily es acusada de un crimen, supuestamente ejecutado bajo los efectos del Ablixa. A partir de ese momento, el filme asume las características de un thriller, que involucra por igual a Emily, a Banks por haber recetado el medicamento y, subsidiariamente, a Siebert y al laboratorio que lo elabora. Estas cuestiones llegan ante los estrados tribunalicios.
La película es, también, una radiografía de la condición humana, deteniéndose sobre cuestiones como la malicia, la amoralidad y la codicia o ambición desmedida de fama y dinero.
Es una suerte de cebolla, que guarda nuevas sorpresas en cada capa que se extrae. La complejidad de la historia radica en su estructura algo diabólica, con infinidad de "vueltas de tuerca", que convierten a los personajes, alternativamente, en víctimas o victimarios.
Estas variantes se sostienen sobre un guión muy inteligente, una dirección eficaz, con un exacto sentido de los tiempos y los cambios cualitativos de la historia y sus personajes.
Recién después de transitar los vericuetos más oscuros de la psicología de los protagonistas y verificar los vínculos entre sus rémoras, sus perversidades y sus sueños, el espectador descubrirá sus verdaderas intenciones.