Con una mirada distinta, con un enfoque diferente, la directora Paz Encina, encara su documental para narrarnos un caso en particular sobre la desaparición de una persona durante la última dictadura militar paraguaya, que fue la más prolongada de Sudamérica. Se trata de Agustín Goiburú, quien fue el más importante opositor político del dictador Alfredo Stroessner, y desapareció en 1976, en Paraná, Entre Ríos, República Argentina, donde vivía exiliado.
Con un toque de originalidad, esquivando las clásicas representaciones de las “cabezas parlantes”, que tanto se acostumbra a utilizar en este formato audiovisual. Aquí la directora, bajo el relato en off de la viuda y sus tres hijos, dos varones y una mujer, de la persona desaparecida, cuenta los hechos que ocurrieron en ésta familia y que culminó con el secuestro de Agustín.
Con un ritmo pausado describe con la cámara situaciones particulares, como, por ejemplo, la del interior de una casa abandonada, como que los habitantes la dejaron imprevistamente y nunca más volvieron.
También, sobre las imágenes de unos chicos que pasan el tiempo en la selva paraguaya, o en un río, y que deambulan sin prisa, con la quietud que provoca el clima selvático, que induce a gastar la mínima energía posible, continúan con la narración los familiares del protagonista ausente, intercalada por largos silencios, sumidos en la emoción y el recuerdo permanente de un hecho dramático y doloroso que les marcó la vida para siempre.
Al utilizar el criterio de ficcionar éste documental, la historia se hace más entretenida, cuyas imágenes recreadas por la directora le dan un tono poético más amable a la cruda y lacerante realidad. Además, logra que el espectador esté atento a lo que ve y lo que escucha, sin distracciones, porque el ritmo no decae, como no decae la memoria del pueblo que sigue recordando cómo fueron esos aciagos momentos que cubrieron los designios de todos los países latinoamericanos.