Paz Encina bucea en los herederos de Agustín Goiburú la excusa para hablar de la dictadura en su país y los procesos de apropiación no sólo de personas, sino, principalmente de sujeción colectiva.
La cámara se posa en objetos, espacios, en el campo, y en cualquier lugar en donde Encina encuentra belleza, porque si hay algo que sobra en la propuesta es belleza, necesaria, para superar tanto dolor.