Como un gol de media cancha
El fútbol es el marco de esta más que agradable comedia dramática con dos intérpretes de excepción.
El Patón no es lo que se dice un crack. No es el 10 habilidoso de Talleres de Remedios de Escalada, tampoco el 9 goleador. El Patón es un 5 que raspa, al que se le suele ir la pierna en la marca, y que cuando le dan ocho fechas de suspensión se plantea qué hacer en el futuro. Piensa, el Patón, capitán del equipo que lucha por el ascenso en la Primera C, en colgar los botines.
Esa es la base de arranque de El 5 de Talleres, que a los pocos minutos podría titularse Dos a quererse o cualquier otro que estuviera más arraigado a la relación del Patón con Ale, su esposa. La película de Adrián Biniez es como un tiro libre bien pateado. Esquiva la barrera y se mete en el arco. Golazo.
Lo que esquiva este argentino, radicado en Uruguay, y que sorprendió en 2009 con su opera prima Gigante es el costumbrismo, o mejor, la sobrecarga del mismo. Su película trata sobre esa pareja -despareja en el sentido de que el protagonista es él, y de ella vamos sabiendo cosas de a poco-, su manera de relacionarse, de encarar el retiro del jugador, y sus miedos. Quiere terminar el Secundario. No sabe cómo ganarse la vida a futuro. ¿Y si se arrepiente de su decisión?
También está el mundo del Ascenso, el club, el técnico, los dirigentes y los jugadores. El mundillo de la pelota está de fondo, porque Biniez prefiere tener a Ale y Patón juntos, como recortados. Hay pocas escenas en que la pareja comparta momentos con otros personajes -con los padres de él, con una mujer-, lo que refuerza esta idea.
Es primordial, entonces, la empatía que Ale y el Patón puedan establecer con el espectador. Y al margen de ser pareja en la vida real -algo que habrá ayudado-, Esteban Lamothe y Julieta Zylberberg se ganan el corazón del público. Son dos muy buenos intérpretes, que siguen creciendo, que parecen naturales cuando están actuando y eso en cine no es común ni frecuente.
Está claro que el guión, los diálogos de Biniez apuntan a ello, pero insistimos en que sin la caracterización de Lamothe, que puede pasar del cancherito al hombre que sufre en silencio, y Zylberberg -que es más que un soporte del protagonista, y llega un momento en el que no puede entenderse a uno sin el otro- El 5 de Talleres se iría decididamente al descenso.
Por su título podría caerse en el error de creer que su público es el masculino. Sería una equivocación enorme. Es de lo mejorcito que el cine nacional ha presentado este año en cartel, y de no ser por algunas referencias sexuales, para todo público.