“El abogado del crimen” es una película inexplicable. Detrás están las firmas del veterano Ridley Scott (“Alien”, “Blade Runner”, “Thelma & Louise”) y del prestigioso novelista Corman McCarthy, que se encargó del guión. En el frente, como un cartel luminoso, hay un elenco de primeras figuras de Hollywood. Por eso es muy difícil entender que este (proyecto de) thriller falle desde el primer minuto hasta el último. La historia de un abogado que se mete en el mundo del narcotráfico se convierte rápidamente en un bodrio que no termina de definirse. ¿Es una caricatura o va en serio? ¿Es irónica o es un disparate? Al final nunca se sabe. La película es confusa y obvia al mismo tiempo, carente de ritmo y aburrida, y a veces se hunde en un limbo en el que nada sucede. Los diálogos, además, son imposibles. Están plagados de parrafadas solemnes y frases de autoayuda. En ese contexto los actores no pueden aportar nada, y en muchos casos terminan haciendo el ridículo. Sólo Cameron Diaz aporta un poco de desparpajo en una escena de sexo bizarra. La fotografía de Dariusz Wolski (colaborador de Scott y de Tim Burton) es lo único que suma una pizca de belleza.