Cómo apagar el suspenso
En esta película confluyen tres datos que en la teoría garantizarían el éxito rotundo.
La experiencia del prestigioso Ridley Scott (Alien, Blade Runner, Thelma y Louise), dirigiendo una historia adaptada de la novela homónima del estadounidense Cormac McCarthy (Ganador del premio Pulitzer por La carretera y autor de Sin lugar para los débiles, adaptada eficazmente al cine por los hermanos Coen y galardonada con cuatro Oscars), sumado un reparto de lujo con Michael Fassbender, Penélope Cruz, Cameron Díaz, Brad Pitt y Javier Bardem, logran un film que rompe con todos los pronósticos favorables transformándose en un fracaso tras su estreno en los Estados Unidos.
Un thriller con una historia varias veces vista pero con un guion pretencioso, donde un ambicioso abogado (Michael Fassbender) se involucra en el tráfico de drogas para poder llevar adelante una vida con su prometida (Penélope Cruz), mientras una pareja frívola y perversa (Cameron Diaz y Javier Bardem) y un misterioso intermediario (Brad Pitt) lo arrastran a un verdadero infierno.
El estilo visual y jerarquía de un director que sabe crear clímax a la perfección, y las estupendas actuaciones de un elenco de lujo, no alcanzan para volver entretenido un relato que prescinde bastante de la acción (salvo dos o tres violentos asesinatos y una escena erótica que por pecar de exótica no produce nada), y todos los diálogos se tornan extraños, enigmáticos y con comentarios pseudo-filosóficas que terminan desviando el interés del espectador. Incluso por momentos sus personajes parecerían comunicarse por aforismos, algo que podría funcionar más eficazmente en el papel pero no en el lenguaje cinematográfico.
El abogado del crimen, tiene huellas de Sin lugar para los débiles, pero demasiadas influencias de El árbol de la vida en sus diálogos, extinguiendo el drama, suspenso y acción propia de un thriller. Con una Penelope Cruz desperdiciada en un personaje subdesarrollado cuya única intervención interesante tiene lugar cuando comparte escena junto Diaz, en la que hablan, obviamente, de sexo y dinero.