Ni bien termina una película, la situación que normalmente se presenta en una sala de cine es darse vuelta y comentar en una palabra lo que se acaba de ver al compañero de turno. Cuando la última escena de The Counselor llega a su fin y los títulos comienzan, esa palabra, ese "excelente" o el "malísima" tarda en salir, si es que alguna vez saldrá. Virtualmente inclasificable, el nuevo film de Ridley Scott es un grotesco de situaciones y personajes inexplicables que significa un salto al vacío -para bien o para mal- dentro de la filmografía actual mainstream de Hollywood. Si hay algo que no se ve seguido, eso es una película experimental con un elenco y guionista de lujo, algo que al final del día representa The Counselor.
En su primer guión cinematográfico, el escritor Cormac McCarthy demuestra que todavía tiene esa chispa que lo hizo tan reconocido, con una historia sobre el crimen organizado y las causas y consecuencias de la avaricia, que no escasea en diálogos profundos en algunas oportunidades y hasta estrafalarios en otras. Nada es lo que parece en el mundo McCarthiano, no todo es lineal ni todo está dicho u hecho, y debe ser por eso que la trama a veces resulta difícil de seguir, amén de la calidad de un guión que, como la misma película, tiene momentos que pueden ser considerados piezas invaluables e inolvidables dentro de la memoria cinéfila o meramente flashes de provocación por el simple hecho de provocar.
El abogado del crimen no es una película de fácil digestión. No es soporífera, pero tampoco es un blockbuster veraniego. No es una producción de la saga Saw, pero contiene escenas de violencia explícita, detalle que nadie se imaginaría en un film con los nombres del tamaño de Michael Fassbender, Cameron Diaz o Brad Pitt. No es Shame, pero las conversaciones de índole sexual y las escenas de sexo extremadamente sugerentes tienen lugar durante la mayor parte de la trama. El problema no radica en el argumento, sino en cómo se comportan sus personajes. Los diálogos construidos por McCarthy son antinaturales, netamente expresivos y poco creíbles, rellenos de alegorías y metáforas, y eso se traduce en pantalla, en las personificaciones del elenco. Dejando de lado las correctas caracterizaciones de Penélope Cruz y Brad Pitt, sorprenden el costado seguro de Javier Bardem -recordemos que ganó un Oscar por el espeluznante villano en No Country for Old Men, basada en la novela de McCarthy- y la apabullante belleza exótica que compone Diaz con su desalmada y calculadora Malkina que, si bien nunca se clarifica, en el guión original era de nacionalidad argentina. Malkina es el personaje mas caricaturesco y explosivo de la película y genera un contraste interesante entre el declive moral y físico que presenta el Abogado de Fassbender. Ambos cargan la película de diferente manera, Diaz con su conducta pasivo-agresiva, dejándose llevar incluso en las escenas más ridículamente increíbles -la del auto, para los anales del cine- y Fassbender con su convincente aplomo y expresividad.
Es extraño ver cómo la calidad de Scott y su director de fotografía Dariusz Wolski logran sacarle jugo a las diferentes locaciones internacionales en las que se desarrolla el juego criminal, y cómo esa calidad fílmica se ve enredada por una colección de muchas buenas ideas que no terminan de conectar del todo. Sin lugar a dudas, su calidad fluctuante le permite volar alto y desplomarse completamente, le permiten ser algo que cuando es bueno, es genial, y cuando es malo, un fracaso absoluto, pero es imposible quedarse a medio camino. La sensación que deja al bajarse la cortina es muy palpable, un final frío y manipulador, tan gélido como el personaje de Malkina. The Counselor es la película más extraña de la temporada. Buena suerte con ella.